Roys para el amanecer había organizado aquel escuadrón de guardia compuesto por cincuenta soldados del Real Fuerza Zohn, como había prometido la madrugada anterior. Estaban desplegado en una sola fila que cubría el patio interno del dominio, pasaba la puerta roja de entrada y salía hasta muchos metros en el angosto camino de descenso de “La Montaña Roja”. Todos sin excepción montaban sus cabras gigantes de montañas, de más de dos metros de altura cada una.
La cabra gigante de montaña es la única especie de cabras y venados capaz de ascender y descender la montaña con peso adicional en su lomo, por la forma puntiaguda de sus patas que sujeta fuertemente en cada pisada de aquel peligroso y angosto camino.
El dominio solo tenía una única entrada, la puerta roja, de más de cinco metros de alto y tres de ancho. Hecha de madera roja extraída del Volcán de Barro. El espacio exterior después de esta, desde donde comienza el camino de descenso, no supera los cuatro metros de ancho y no tiene bandas de protección que puedan obstaculizar cualquier salida, por lo que existe el peligro inminente de caer a aquel altísimo acantilado del que su fin se pierde entre las nubes blanquecinas que chocan con la montaña camino abajo, es por esta razón que ALTA MONTAÑA es categorizado como el dominio con el más difícil acceso de todo HANOI.
Como era común en el sistema montañoso del reino, el amanecer dejaba en visto solo algunos picos de volcanes y montañas que alcanzaban a sobrepasar las nubes azules que contrastaban con los rayos del sol amarillo en el alba. El viento hacia ondear las banderas con los emblemas de la familia y del reino. La nube de vapor pintada en la tela de color azul en distintas tonalidades que llevaban algunos guardias como capa se movían fuertemente.
Todos los Zohn que la madrugada anterior se encontraban en la reunión se encontraban en el patio anterior, incluida Oli. Rammer se encontraba en casi a mitad del patio interno dándoles algunas instrucciones a Lander y Reinar, mientras Vera, Oli, Ram y Laih se encontraban sentadas cerca de las escaleras que conducían hacia los otros niveles del dominio.
En el patio anterior aún se encontraban más de veinte empleados y algunos guardias terminando de organizar los suministros y algunas otras cosas del viaje. Todos se mantenían corriendo de un lado a otro, apresurados porque pronto debían comenzar el descenso. Uno de ellos en su afán casi golpea la cabeza de Rammer con aquella bandera recogida en su vara de dos metros que cargaba en su hombro al girar bruscamente muy cerca de él. Rammer se había agachado justo antes.
- Lo siento, señor. No me percaté. – Dijo aquel chico apenado.
- Se más precavido desde ahora. – Respondió Rammer mientras nuevamente retomaba la conversación con su hermano y sobrino.
- Pueda que esto se convierta en una oportunidad para que los “No Directos” ataquen, tío. Estaríamos dejando al dominio a la Real Guardia sin veinte de ellos. – Dijo Reinar con cierta expresión de angustias, pues es la primera vez que dejaría el dominio.
- Puede que pase, sobrino. – Respondió Lander. – Tal vez sea la oportunidad de saber quiénes son los que están detrás de esto.
- Se ha gastado mucho recurso a causa de este problema. – Dijo Rammer. – Es hora de acabar con esto rápido. Vera sigue desaparecida, y para actuar frente a ello necesitamos a tu padre en ALTA MONTAÑA.
- Tu preocupación es lógica, pero tu tío. – Dijo Lander refiriéndose a Rammer. – Al igual que Vera, son los mejores en batalla, son mejores aun que tu padre y yo, realmente. – Admitió mientras giraba su cabeza y vio hacia donde estaban las muchachas.
Reinar quedó algo confuso por aquella afirmación, sobre todo porque contrastaba con la que Lander había dado en la pasada cena de bienvenida de Laih. Lander se dio cuenta de aquella confusión y de acercó a Reinar.
- Olvida lo que te dije aquella vez. – Le dijo. – No es necesario que te desconcentres justo ahora por ello.
A afueras de la puerta roja se encontraba Roys. El jefe de guardia daba a sostener a uno de sus vasallos dos cabras gigantes de montaña, que seguramente serian para Reinar y Lander. Se dirigía a donde se encontraban ellos hablando En ese entonces, mientras Lander y Reinar hablaban, Rammer apenas ponía su atención a aquel hermoso pedazo de paisaje se lograba ver por aquella puerta, que contrastaba con el jefe de guardia. Pensaba en lo hermoso de ese momento, quería mostrarlo a Ram, pero estaba muy lejos, junto a su mamá Oli.
Mientras tanto, cuando Lander y Reinar notaron que Roys se acercaba a ellos comenzaron a suponer jocosamente sobre lo primero que diría.
- Apostaría lo que llevo en mis bolsillos que el viejo dirá algo relacionado con el frente del ejército que espera en LA CUIDAD VIEJA, sobrino. – Le dijo al odio.
Reinar mantenía su postura mientras hacía notar estar de acuerdo con Lander.
Roys llegó a donde ellos y saludó primeramente.
- Señores, permiso. Buen día a todos. – Saludó. - El frente del ejército espera en LA CUIDAD VIEJA, esperan sus órdenes para tomar posiciones en “La Montaña Roja”. – Dijo mientras organizaba su cinturón de cuero.
- Te faltó lo último, tío. – Dijo Reinar despacio en un tono burlón que todos, incluido Roys, escucharon.
Rammer los miró seriamente.
- Es serio. – Les dijo, haciendo que ambos tomaran postura ante lo que se trataba.
- Gracias, Roys. – Respondió el saludo. – El frente aguardará LA CUIDAD VIEJA hasta que Lander y Reinar, junto con sus guardias, salgan de ella camino a ALTO VERANO, así que envía un Ave al comandante del frente. Y tú, hermano. – Dijo refiriéndose a Lander. – Solo avisa a ALTO VERANO cuando te encuentres en antiguo dominio.
- Como ordene, señor. – Respondió Roys. – Me retiro. – Dijo dando media vuelta.
Dirigió su paso a la mesa de comando, donde se encontraban algunos pergaminos y documentos. Al llegar apoyó sus manos en ella y tomó asiento.
- Ve y busca a Froi. – Le dijo a su subordinado.
- Como ordene, señor. – Respondía el guardia mientras salía en búsqueda del Ave encargada de la mensajería en ausencia de Bron Ave.
Miró por un momento a su subordinado caminar hasta entrar al pasillo que conduce al interior del dominio, y cuando este ya no se pudo ver al tomar la primera esquina, tomó la pluma y el lápiz y comenzó a escribir aquella orden.
La estructura de ALTA MONTAÑA era singular. Contrario a otros dominios, que se encuentran rodeados por sus ciudades principales, ALTA MONTAÑA se encuentra aislada de la ciudad principal más de ocho kilómetros arriba en “La Montaña Roja”. Su cuidad principal, LA CIUDAD VIEJA, de más de cuatrocientos mil habitantes, es la zona de todo el reino que mayor cantidad de descendientes “No Directos” tiene, por lo que la intención más clara de los Zohn era mantener controlada de alguna manera a la ciudad.
Rammer había contemplado una estrategia militar para controlar las posibles intenciones y posiciones de los “No Directos”, que tan solo era apenas era un conspiración basada en algunos eventos aislados que hacían concluir que aquellos que no tenían un lugar a nivel político, pero mantenían sangre real, estaban a punto de desencadenar una guerra civil de gran magnitud, por ser mayoría civil.
- El frente norte del ejército debería ser quien tome posiciones a lo largo de “La Montaña Roja”. – Explicaba Rammer. – El norte de EL RISCO no aguarda ni al diez por ciento de la población del reino, por lo que no es necesario, es un desgaste militar mantener un frente en esa zona. Contrario a eso, una parte de ellos debería integrarse al frente ejército de LA CUIDAD VIEJA, y el frente ejército del sur, para mantener el control de las líneas de abastecimiento de recursos en caso de que estalle una guerra. – Seguía explicando. – Pero claro, solo el rey puede mover los ejércitos de esa manera. Así que el objetivo es traer al rey de vuelta, sano y salvo. Los cincuenta guardias que los aguardarán, más los cincuenta guardias reales del rey garantizarían mantener al rey sano y salvo… Una vez que parta el descenso me reuniré con Roys, necesitamos ajustar todo para cuando venga tu padre, Reinar.
Por su parte, en la mesa de comendo, Roys aún mantenía escribiendo en aquella mesa, y justo cuando sellaba aquella carta y le ponía el sello real, Froi, el Ave encargado de la mensajería en ausencia de Bron, llegaba a ponerse en disposición junto a otro Ave.
- Señor. – Avisó Froi su presencia, con las manos escondidas en las mangas anchas de su traje de hierba.
- Lleva esta carta a Neo a LA CUIDAD VIEJA. – Ordenó Roys entregándole la carta a Froi.
- Como ordene. – Respondió Froi sacando su mano izquierda de las mangas de su traje envuelta en un guante negro. – Con permiso. – Dijo mientras se retiraba con el otro Ave.
- Froi. – Llamó Roys. – Procura que el Ave que envíes entregue la carta directamente a Neo. Tiene prohibido entregarla a otra persona. – Recalcó.
Froi asintió con la cabeza y dio media vuelta en dirección a la puerta roja. Mientras iba llegando a ella iba dándole instrucciones a aquel Ave junto con aquella carta. Una vez se despidieron, el cuerpo de aquel Ave se desintegró un ciento de aves pequeñas de diversos colores de tonalidad oscura, en la que una de ellas llevaba aquella carta entre sus pequeñas garras. La jauría de aves pronto salió de la puerta y se perdieron rápidamente en aquel espacioso horizonte.
Todos sin excepción, vieron al hombre del reino de EL NIDO dividir su cuerpo y ver salir aquel millar de aves con sus sonidos propios. Lander no dejó escapar el momento y confesó uno de sus sueños de niñez.
- De pequeño quería ser un Ave. – Dijo. – Siempre me pareció interesante hacer eso.
Rammer y Reinar permanecieron viendo hasta que la última ave salió del dominio sin decir nada en relación a lo que dijo Lander. Sin embargo, Rammer avisó que ya era tiempo de partir.
- Entonces ya es hora. – Dijo.
- Ya es hora, sobrino. – Dijo Lander a Reinar. – Cuida bien a la familia.
Se despidió de un fraternal abrazo de su hermano.
- Lo haré, hermano. Cuídate. – Respondió Rammer. – Y tú. – Dijo a Reinar. – Me alegra que hayas decidido ir por tu padre… Cuídate en el descenso y no asustes a tu cabra, su tranquilidad depende de la tuya. – Lo abrazó con un beso en la frente.
- Cuida a mi hermana por mí, tío. – Respondió.
- Ya es hora, sobrino. – Volvió a decir Lander. – Vamos.
Se dirigieron a la puerta, mientras lo hacían se despidieron de las chicas, quienes se levantaron de las sillas y alzaron su brazo derecho como símbolo de despedida. Vera notaba la cara de angustiada de Laih a pesar de tratar de ocultarla.
- Es un muchacho fuerte. – Le dijo.
- Nunca ha salido del dominio. – Confesó la razón de su angustia. – La última vez que montó una cabra fue hace más de diez años, cuando padre llegó de una visita al norte del reino.
- No caerá ni morirá, si es lo que te preocupa, sobrina. – Dijo Vera sin apartar la mirada de su hermano y sobrino. – El mostrarle una cara de confianza le hará entender que tiene que retribuir aquella confianza con acciones dignas. Entonces es hora de que lo ayudes, así que cambia el semblante, hazlo sentir confiado.
Laih comprendió lo que su tía quiso darle a entender, entonces alzó su mirada y mostró una agradable sonrisa.
Aquella sonrisa para Reinar fue muy bien recibida. Sintió un caluroso apretón de manos desde el corazón que le aumentaba la confianza en sí mismo. Sin embargo, sus latidos del corazón aumentaban a medida que se acercaba a la puerta del dominio. Notaba que aquel hermoso paisaje lleno de nubes y picos montañosos que sobresalían y que eran iluminados por los rayos del sol amarillo antes de salir, se ampliaba más y más a medida que se acercaba a la puerta roja.
El viento hizo que entrara en un estado de pánico apenas controlable, pero su mente se concentraba en hacerlo desaparecer. Lander iba a su lado, así que el chico no permitiría que su tío notara lo asustado que realmente estaba. Esto lo obligó a calmarse justo antes de llegar hasta donde estaban echadas las cabras que se supone montarían.
Se preguntaba por qué se sentía de esa manera a pesar de entender que de cierta forma se encontraba más protegido que en el jardín, que en comparación era un espacio abierto. Unos segundos después concentró su atención en aquellas cabras. Reparaba lo enorme que sus caras podrían ser. El ojo de uno de los animales era tan grande y negro que podía ver su reflejo en él, totalmente oscuro obviamente.
Suavemente alzo su mano derecha y tocó el cabello café de la cabra. Pensaba en lo increíble que era el animal y lo imponente que hacía sentir su presencia.
Lander reparaba a su sobrino mientras agarraba el pelaje del lomo de su cabra y le preguntó jocosamente si sabía montarla. Reinar no respondió aquella pregunta, en cambio tomó el pelaje grueso de su cabra y la subió de un salto. El movimiento brusco hizo que la cabra se moviera un poco. Aquel pequeño movimiento Reinar lo sintió como si la cabra se hubiese tambaleado unos metros hacia el vacío, por lo que del susto apretó fuertemente el pelaje de la cabra.
Lander al notar el miedo de su sobrino le llamó la atención para que entrara en razón y no dejara que el miedo lo gobernara.
- Reinar. – Gritó secamente. – Cálmate, recuerda las palabras de Rammer.
Laih al notar la situación intentó levantarse de la silla apoyando sus manos a cada lado, pero Laih agarró su brazo derecho y asintió con su cabeza haciéndole entender que no pasaba nada extraño. Laih volvió a tomar asiento.
Reinar miró asustado a su tío, con los ojos lo bastante abiertos, entonces cerró sus ojos y respiró profundo un par de veces. Una vez calmado abrió nuevamente los ojos y volvió a sentir cierto miedo al notar lo alto que estaba en el lomo de la cabra, aun así, agarró fuertemente el pelaje de la cabra y miró hacia el horizonte.
- Realmente es hermoso. – Pensaba más calmado.
Lander por su parte, al notar que Reinar había tomado una posición más centrada, dio la orden a la guardia de iniciar el descenso. Toda la línea comenzó a avanzar lentamente. Pronto cuando la fila lo obligó a andar, dio la orden a su cabra dando dos golpes con los pies en las costillas del animal, automáticamente comenzó a andar.
Reinar, que era el próximo, copió aquellos movimientos de su tío casi a la perfección y su cabra comenzó a andar automáticamente.
Apretó nuevamente a la cabra al sentir una fuerte racha de viento que hizo que la capa de su tío, quien estaba delante de él, se le montará en la cara al pasar por el grueso marco de la puerta roja. Al pasar aquella base de unos cuatro metros de ancho que separaba a la puerta del vacío, entendió en realidad lo peligroso del descenso. Su corazón se aceleraba cada vez más, pero podía controlarlo.
Al tomar el camino estrecho hacia la izquierda notó que realmente su nombre de “Camino Estrecho” si hacía referencia literal. Tan solo una base irregular de cincuenta centímetros de ancho era el único camino disponible y conocido que conectaba a ALTA MONTAÑA del resto de EL RISCO y de HANOI.
En aquel camino apenas lograba estabilizarse una persona, sin considerar la fuerza desequilibrante del viento y la inestabilidad de algunas rocas en él.
Reinar entró nuevamente en un estado de miedo previo al pánico al darse cuenta que a su derecha, por donde justamente salían los rayos del sol amarillo, el vacío comenzaba allí mismo y se perdía en el espejo nuboso que yacía algunos metros abajo, y a su izquierda notaba lo mismo, pero al fondo el imponente Volcán El Sol, que se alzaba y se perdía en el cielo.
- Es impresionante. – Pensaba una vez pudo calmarse y comenzaba a analizar todo aquello.
Una vez salieron los últimos guardias del dominio y se cerró la puerta roja, algunos guardias Zohn subieron la mano derecha he hicieron que todo el dominio y el camino se cubriera de una espesa capa de vapor que no dejaba ver a más de medio metro de distancia.
Reinar se había mantenido reparando el exterior del dominio desde antes de que aquella capa gris arropara el escenario, confirmaba que realmente mantenía la misma estructura física del pico de “La Montaña Roja”. Aquello lo tomó por sorpresa.
- ¿Qué mierdas hacen? – Se preguntaba mientras se agitaba. - ¿Cómo carajos guiaré a este animal? – seguía cuestionándose al no entender que su miedo había segado cualquier conocimiento previo en relación al ascenso o descenso de “La Montaña Roja”, o al mecanismo de protección del dominio.
Su mirad trataba de ver, fallidamente de un lado a otro, pero solo lograba escuchar aquel espeluznante silencio que solo era alterado por el estruendoso sonido de las ráfagas de viento. También escuchaba en algunas ocasiones el sonido que generaban algunas rocas al desprenderse del acantilado por el peso que las cabras de montañas ejercían en él. La ansiedad mezclada con el miedo que le generaba estar bajo esas condiciones casi que lo controlan por completo; pero, en un momento de razón, recordó las lecciones que su maestro le había enseñado en su infancia.
- E Zohn, primer rey del reino y constructor de ALTA MONTAÑA, cuando aún no existía el dominio, logró subir por primera vez al pico de “La Montaña Roja” gracias a estos animales y su increíble capacidad. – Recordaba a su maestro cuando le mostraba en uno de los libros retratos del animal en aquella lección en el jardín del dominio.
- ¿Quién le dijo al rey E que las cabras gigantes eran capaces de subir hasta aquí? - Preguntó Reinar a su maestro mientras seguía dibujando una cabra en una de las hojas que mantenía en la mesa.
- ¿Cómo supiste que el vapor que cubre el dominio salía de una caldera gigantesca de agua debajo del primer nivel? Príncipe. – Preguntó el maestro.
- Quería ver que había en ese lugar. - Respondió el niño.
- Fue un día muy apresurado. – Dijo el maestro al recordar que aquel percance generó que su padre el Rey Lang pusiera patas a arriba el dominio por su desaparición.
- El rey E quería ver lo que estaba en este lugar, por eso mismo logró saber lo de las cabras. La curiosidad es una habilidad muy importante, príncipe. – Contextualizó el maestro. – Pero sabes salgo, fue tan arriesgado que cuando subía por primera vez lo hizo precavidamente, en una esfera densa de vapor. Eran tiempos de guerra y conquista territorial. Es por eso que tanto el ascenso cómo el descenso de “La Montaña Roja” se hace de esa manera.
- Entiendo. – Dijo Reinar mientras se levantaba de la mesa y tomaba una cuerda rota que estaba atada a una maseta caída y comenzaba a moverla como si estuviese orientando a una cabra.
El maestro lo miraba fijamente.
- Las cabras no están sujetas. – Dijo el maestro. – No caminarían.
- No importa, maestro. – Exclamó Reinar sin dejar de agitar la cuerda.
Después de un tiempo, cuando el viaje le parecía uno normal, como caminar en los pasillos del dominio, y se adaptaba incluso a la postura que debía mantener, intentó ver más allá de lo que apenas lograba ver a unos cincuenta centímetros, que era casi que nada. Entonces subió su mano derecha unos sesenta grados había arriba y disparó una pequeña ráfaga de vapor para tratar de ver los rayos del sol amarillo, y notó una fugaz silueta de una persona que se suspendía en el espacio. Reinar se sorprendió completamente, pero su concentración se ocupó en entender por qué un leve sonido de agua cayendo de alguna cascada se iba incrementando mientras escuchaba que las cabras que iban delante comenzaban a correr.
De pronto sintió un jalón que apenas lo dejó reorganizarse después de lograr sujetar bien el pelo del animal mientras comenzaba a correr. Dentro de la capa de vapor sintió que algunas gotas de agua fría rociaban su cara y parte de su lado izquierdo del cuerpo.
- Es el inicio de la cascada. – Pensó. – Falta poco para llegar a EL BRAZO DEL PICO, el primer pueblo que se encuentra en el descenso… Ya no hay peligro en este lugar, los caminos se hacen más ancho. – Seguía pensando mientras recordaba aquella descripción del descenso que le hizo su hermana la noche anterior.
Nunca pudo ver cómo era aquella cascada, pues en ese entonces seguían rodeados de aquella espesa capa de vapor, pero lo suponía por el estruendoso sonido que generaba el choque inquietante y continuo del agua con las rocas.
Después de salir de aquel caudaloso arroyo nuevamente todo suponía calma, las cabras habían retomado aquel trote lento y seguro con el que habían partido del dominio. Ese camino siguiente, aunque era mucho más espacioso, también era mucho más inclinado, por lo que Reinar mantenía echándose hacia atrás para poder equilibrar su cuerpo verticalmente.
Cuando los primeros guardias llegaron a EL BRAZO DEL PICO, Reinar, aunque aún se mantenía dentro de la espesa capa de vapor, ya lo suponía, pues el terreno antes de aquel pueblo ya era casi horizontal y con pocos altibajos en el recorrido de las cabras. Entonces recordaba aquella clase del maestro, donde le describía la geografía y las poblaciones que se asentaban en “La Montaña Roja”.
- EL BRAZO DEL PICO, primer pueblo que se encuentra en el descenso, ubicado a unos mil quinientos metros debajo del dominio, de unos quinientos hombres aproximadamente… Su principal actividad se basa en la minería, la extracción de oro rojo en “Las Minas del Pico”, un metal preciado y altamente demandado en todos los ocho reinos. – Leía Reinar en la biblioteca del dominio a su maestro.
En ese entonces, cuando el ejército se acercaba a las primeras casas del pueblo, Reinar notaba que podía ver progresivamente cada vez más lejos a su alrededor, la capa de vapor se hacía cada vez menos densa, hasta el punto en el que podía ver que algunos guardias en la fila mantenían la mano alzada como posición básica de los Zohn, e incluso podía ver las primeras casas del pueblo.
- Las primeras casas del pueblo. – Pensó el chico. – Son algo pequeñas. – Seguía pensando mientras descansaba su mano derecha al desapretar el cabello de la cabra.
A menos de doscientos metros de la primera casa, contados desde el primer guardia de la fila, que izaba la bandera de Los Zohn, de EL RISCO, la calle principal del pueblo era de más de diez metros de ancho, lo bastante amplia para un pueblo tan pequeño como EL BRAZO DEL PICO. En ese momento, la fila de soldados se rompía, el primer soldado se abría a la izquierda y el segundo lo alcanzaba a su derecha. El tercer, cuarto y quinto soldado se entrecruzaron entre ellos de izquierda a derecha, haciendo una fila de cinco soldados. Los siguientes, de cinco en cinco, hicieron lo mismo hasta completar un pequeño bloque de ejército. En ese sentido, Reinar quedo en la columna y fila intermedia de esa nueva formación. Su tío, quien iba delante de él, había quedado a un soldado, pero en cambio de formación solicitó quedar al lado de su sobrino.
Cuando entraron al pueblo, a los costados de la calle principal se encontraban aquellas personas apreciando el paso del pequeño ejército real, con dos de los familiares reales. Se notaban algunos niños corriendo y abriéndose paso entre los más grandes para poder ver aquella caravana. Sin embargo, solo pocos adultos, de los pocos que salieron de sus hogares y actividades, asentían con la cabeza como gesto de respeto ante los integrantes de la familia real.
Reinar notaba aquel desagrado por parte de los pueblerinos hacia su familia, y de cierta manera le hacía sentir muy mal, por lo que sus posiciones contrastaban con los gestos de amabilidad y obediencia de los que trabajaban en el dominio.
- La gente… Es muy diferente, tío. – Dijo Reinar al notar aquel desprecio.
- Lo son, sobrino. – Respondió Lander mientras mantenía su mirada al frente.
- ¿Por qué? – Preguntó.
Lander miró a Reinar después de unos dos segundos y comenzó a explicarle.
- Solo basta con mirar, sobrino. – Comenzó. – Mira sus casas, mira sus vidas… A eso súmale que solo han visto a tu querido padre pasar por aquí, unas cuantas veces, y solo ha sido eso. De nosotros no ha sido más nada, solo eso, vernos pasar por aquí… Nuestra familia es la gobernante de todo EL RISCO, eso incluye obviamente a estas tierras y a estas personas que viven en ella, a todas, sin excepción. Por ley común, la familia gobernante vela por el bienestar de sus pueblos desde todas sus perceptivas, alimentarias, de seguridad, pero solo padecen hambruna, pobreza, y robos legales por parte de nuestra familia… Trabajan solo para pagar lo que les exige el rey, a cambio de nada… Ahora piensa en que es la primera vez que ven a su futuro rey, que hasta ahora se digna a bajar de su mundo fantástico en un dominio lujoso y sin condiciones precarias, a sus diecisiete años… Ninguno de nosotros sufre esas necesidades, y tu padre no ha hecho nada para cambiar aquello. – Siguió diciendo. – Te será muy difícil, sobrino. La gente guarda rencor a sus reyes anteriores, al actual y al futuro. Solo digamos que el trato no ha sido justo de nuestra parte, las políticas de tu padre no son las más partidarias, ni mucho menos las de tus abuelos.
Reinar para ese entonces mantenía la cabeza agachada por pena. Pensaba sobre lo que su tío le había dicho anteriormente. Entonces miró hacia el frente nuevamente y dijo lo siguiente en voz baja.
- No seré como padre.
Su tío, aunque mantenía su mirada al frente, lo escuchó.
- Ojalá no lo seas. Sobrino. – Pensó Lander. – Pero debes hacérselos saber, a ellos. Confío en ti, sé que cambiaras las cosas.
A pesar de todo, la caravana avanzaba sin ningún retraso. Casi salían de aquel pueblo, y en una de las últimas casas del costado izquierdo de la calle, detrás de unos arbustos que le quedaban hasta la cintura, se encontraba aquel hombre gordo en medio, viendo pasar aquella caravana concentradamente.