El alba se asomó por las ventanas del asentamiento de los Larsen. Erik se despertó con un gemido de entre cansancio y dolor, su cuerpo se encontraba adolorido por haber dormido sentado, y su mente agotada de tanto pensar. Su cabello azabache revuelto y desordenado caía sobre su frente, y sus ojos grises se veían débiles, un poco rojos y agotados.
Se levantó de aquel escritorio de roble, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Su armadura, sencilla, delgada y de color verdoso, estaba apoyada en una silla cercana. No era la armadura imponente de un guerrero legendario, pero era lo que tenía. El chico se lavó la cara en un pequeño cuenco de agua que reposaba junto a la ventana, en un intento de despejar su mente.
Los Myrskrainir seguían siendo un enigma para él. ¿Por qué robaban solo suministros? ¿Por qué sabían exactamente cómo, cuándo y dónde robarlos? Había pasado horas revisando los registros, buscando patrones, pero todo parecía escaparse entre sus dedos. Algo no encajaba.
Sus pensamientos se llenaron de dudas y sospechas que lo atormentaban. ¿Quién podría ser el traidor? ¿Alguien dentro del propio clan? ¿O tal vez alguien más cercano de lo que imaginaba?
Agotado dió un suspiro y decidió vestirse para salir al aire fresco de la mañana. Se ajustó la armadura y se encaminó hacia el castillo. El agradable viento de la mañana le golpeó el rostro, llevándose consigo parte del estrés que lo atormentaba. Las murallas de piedra se alzaban ante él, imponentes y antiguas. Al llegar al gran portón del castillo, Erik pudo visualizar las banderas con el emblema de los Hansen ondeando en lo alto de las torres.
Empujó el portón y entró al patio interior. Los guardias lo saludaron con respeto y continúo caminando por el patio, donde se topó con la agradable presencia de Greta, la sirviente fiel de Cristal.
-Buen día, Greta - dijo Erik -Disculpa ¿sabes dónde se encuentra la reina?-
La dulce mujer de cabello castaño le sonrió. -En la sala del trono, señor. Está revisando algunos documentos importantes.-
El pelinegro asintió como agradecimiento y continuó su camino. Los pasillos del castillo eran oscuros y frescos, las antorchas parpadeando en las paredes de piedra. La sala del trono estaba radiante por la luz del sol atravesando los vitrales, los tapices colgaban de las paredes. Cristal, con su corona dorada y su mirada decidida, estaba sentada en el trono leyendo algunos documentos. Al ver entrar a Erik, su ceño se frunció de inmediato.
-Cielos, Erik...- dijo ella, levantándose apurada del trono. -¿Qué te pasó? Pareces agotado.
El joven se inclinó con respeto ante la reina. -Se trata de los Myrskrainir -explicó-. Están actuando de forma extraña: roban suministros de comida y medicinas, y sospecho que alguien les proporciona información precisa sobre la movilización de nuestros recursos. Hay un traidor entre nosotros, y temo que esté más cerca de lo que imaginamos.
Cristal se mordió el labio inferior, sus dedos tamborileando nerviosamente sobre el brazo del trono. -¿Un traidor...? ¿Se te ocurre como podemos descubrir de quien se trata? -preguntó con su voz más tensa de lo habitual-.
El asintió. -He estado observando a los Myrskrainir de cerca -dijo-. Pero necesitamos más información - El joven se aclaró la garganta, mirando fijamente a Cristal. -Mi reina -dijo con voz firme-, creo que debemos movilizar a la División Delta hacia la zona sur y sudoeste del reino. Allí es donde hemos visto los campamentos de los Myrskrainir. Necesitamos tomar medidas antes de que más suministros sean hurtados.
La joven monarca frunció el ceño. -Ashtrid está a cargo de esos terrenos -respondió-. No podemos ignorar su autoridad ni su experiencia en la lucha contra los bandidos. No podemos movilizar a tus tropas a su terreno sin su consentimiento.- Dijo con voz firme.
El pelinegro apretó los puños, consciente de la delicada situación. -Lo sé, mi reina -dijo-. Pero el tiempo apremia. Si esperamos demasiado, podríamos perder más suministros o incluso vidas. Ashtrid es valiente y competente, pero no podemos permitir que esto se extienda. Necesitamos actuar ahora.
Cristal se mordió el labio inferior, sus ojos reflejaban la tensión que sentía. -Convocaré una junta con el consejo -decidió-. Discutiremos la situación y tomaremos una decisión conjunta. Erik, prepárate para presentar tus argumentos. No quiero que nadie sufra por una decisión precipitada.
Erik, aunque un poco frustrado, asintió, agradecido por la confianza de la reina, y se retiró para prepararse. La decisión estaba en manos del consejo, pero él sabía que su lealtad a Cristal lo llevaría a luchar por lo que creía correcto.
Cristal se levantó del trono con determinación. Su mirada se posó en Greta, la eficiente administradora del palacio, quien recién ingresaba a la sala del trono.
-Greta -llamó Cristal-, necesito que convoques una junta del consejo Real. Reúne a los líderes de los clanes, los Ældraping y asegúrate de que Asthrid esté presente. Hay asuntos urgentes que debemos discutir.
Greta asintió, su expresión seria. -Entendido, mi reina. -La mujer se apresuró a salir de la sala, dejando a Cristal sola con sus pensamientos.
La reina se dirigió a la ventana, observando el patio del castillo. Los jardines estaban en plena floración, pero su mente estaba en otro lugar.
La junta se llevaría a cabo en la Gran Sala del Consejo, donde los líderes y ancianos se reunirían para deliberar. La joven reina repasó mentalmente la lista de asistentes. Apretó los puños. La verdad debía salir a la luz, sin importar las consecuencias. La Gran Sala del Consejo sería testigo de decisiones cruciales, y ella estaba dispuesta a enfrentarlas.
Un par de horas pasaron y la Gran Sala del Consejo estaba iluminada por antorchas en las paredes de piedra, arrojando destellos dorados sobre la madera oscura de la mesa central. El aire olía a cera y a especias, mezclándose con la tensión palpable. Los líderes de los clanes se sentaban en sillas altas, sus miradas se entrecruzában haciendo el ambiente aún más pesado
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Editado: 03.06.2024