Haré que te acuerdes de mí

Recuerdo número cuatro

Quedan sólo dos semanas para que empiece la universidad. Brad tiene muchas ganas de irse. También de ser mayor de edad. A su padre apenas le habla. No puede perdonar que engañara a su madre, sabiendo que estaba enferma. 

Brad se dirige a casa de su vecina. Oye el chapoteo del agua, así que decide ir por el jardín trasero. Cuando ve el agua azul, reconoce enseguida la figura de Tabitha. Se acerca hasta el borde y se pone de cuclillas para observarla. Tabitha al notar su presencia, se acerca a él.

—¿Sabes que estás cometiendo un delito? Se llama allanamiento de morada.

—Ya —dice él mirando su bikini rosa—. ¿No fuiste tú la que entró por mi ventana?

Tabitha sube de un salto y se sienta en el borde de la piscina. Se escurre el cabello rubio con las manos.

—¿Qué haces aquí?

—No cambies de tema, ¿sabes qué aún tengo hojas en la habitación?

—¿Aún no las has quitado?

—Nah —se recoloca las gafas—. Total me largaré en breve y le dan un toque diferente a mi aburrido cuarto.

Ambos se morían de ganas de preguntar al otro a que universidad irían. Tal vez no estuvieran muy lejos y podrían verse. Pero no lo hacen. Brad se incorpora y mira a su alrededor para buscar algo, pero no tiene suerte.

—¿Qué buscas? —Tabitha se pone de pie . Su cuerpo húmedo y bronceado deja a Brad boquiabierto.

—Nada—contesta al fin—. ¿Haces algo ahora?

—Pues no —se cubre con una toalla.

Brad espera y Tabitha se viste con un ligero vestido floreado. Luego la lleva a su casa. Ella no dice nada e intenta mostrarse indiferente. Pero el corazón le late muy fuerte. Cuando bajan al sótano, está cada vez más nerviosa:

—¿No resultará que eres un asesino en serie? —dice ella, notando el calor de su mano.

—Eso mismo —le ofrece sentarse sobre un cojín en el suelo—. Eres mi víctima número tres.

Brad coge una botella de la vinoteca de su padre. Tabitha le observa fijamente: lleva camiseta negra, pantalones piratas y deportivas. No puede evitar suspirar. El chico finalmente se sienta delante de ella, muy cerca, tanto que sus rodillas se rozan.

—Recuerdo número cuatro...

Tabitha no deja que termine y se abalanza sobre él para besarle con deseo. Un beso que él acepta encantado. Coloca la mano en su nuca con ternura, acercándola a él, para sentir el calor de sus labios.



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En el texto hay: amorjuvenil, amordeverano, vecinos

Editado: 07.04.2018

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