Hasta que el sol vuelva a sonreír

Capítulo 41❤️

La mañana siguiente me desperté temprano cuando todavía todo mundo dormía. Había tomado una decisión mucho antes de la conversación que tuve con Matías, así que decidida a dar un cambio radical, me levanté de la cama y me vestí con un leggins, sudadera y deportivas.

Iba a salir a trotar.

Había bajado de peso con la cuestión ocurrida en los meses pasados, pero había empezado a comer con normalidad y si quería sentirme plena como deseaba en día de mi graduación, debería empezar ya a hacer algo por mí.

La idea surgió de la excursión con Matt, yo no tenía nada de resistencia física y para alguien que se supone que debe ser un ejemplo de la salud por ser médico y toda la cosa, yo no era muy saludable que digamos.

Nunca he sido una persona delgada, estaba en el índice de masa corporal, pero rayando en un poquito de kilos de más. Si he tenido problemas con mi autoestima, por eso muchas veces me sentido como indigna por así decirlo. Y sé que debo querer mi cuerpo, pero ser saludable también es una forma de hacerlo.

Y así es como poco a poco está nueva yo se iba formando. Quería sentirme bien en cada parte de mí, desde lo emocional hasta lo físico. Primera y únicamente por mí.

Fui a la cocina para tomar una manzana y al hacerlo me encontré con Erick que estaba sentado en el desayunador, parecía preocupado. Y con lo que me enteré ayer, quise ahondar más.

—¿Qué ocurre?

Se sobresaltó al escuchar mi voz. —Hola Lía.

—Hola. —le di un abrazo y encajé mi cabeza en el hueco de su cuello como cuando era pequeña—. ¿Está todo bien?

Asintió. —Haydee no pasó muy buena noche. Vomitó mucho, hace rato fue que se durmió. estoy preocupado por ella.

Mierda, le estaban dando paradas esas náuseas. —¿Por qué no me despertaste para revisarla?

—Me lo prohibió. Dijo que se iría en un taxi si me atrevía a despertarte. Y sabes que es capaz.

—Seguro se le pasará, déjala descansar y dale líquidos. Galletas salidas y te pueden servir para hacerla sentirse mejor.

—¿No puedes recomendarme algún medicamento para las náuseas?

Podía, pero me preocupaba el bebé. Las náuseas de ella eran muy fuertes por sus pocas semana de embarazo, pasaría dentro de unos meses.

—No, hazme caso en lo que te dije.

—¿Qué haces despierta tan temprano?

—Voy a salir a trotar.

Se rio. —¿Trotar? ¿Tú?

—Claro que sí, imbécil.

—Lía, eres la persona menos deportiva que conozco. En un ataque zombi, serías a la primera a la que atrapan. —le di un sopapo por detrás de la cabeza—. Oye, eso duele.

—Claro que puedo empezar. Si antes no lo hacía era por la universidad.

—Y lo dejaras al primer mes. —me di la vuelta para dejarlo con su ignorancia—. Lía no. Espera. Lo siento.

—Si puedo hacerlo.

—No digo que no, es que nunca te he visto en algo como eso.

—Porque no lo he intentado, pero si me dejo llevar por sus palabras no lo haré.

—Lo siento, de verdad. No quería hacerte sentir mal. —se acercó a darme un abrazo y le dejé porque sabía que lo sentía—. Déjame acompañarte el día de hoy.

—No es necesario, debes estar cansado por Haydee.

Negó. —Ella dormirá un rato, cualquier cosa está mamá y quiero pasar tiempo contigo.

Al final acepté porque también quería pasar tiempo con él. Lo extrañaba mucho. Ahora que viajaba más y más, muy poco lo veía. Y sobre todo con mi huida triunfal menos aún.

Volvió cinco minutos más tarde con una ropa deportiva y su teléfono. —Por si me llama.

—Vamos.

Salimos de la casa y todavía el sol no había emergido todavía. Se veía en la distancia el inicio del día. Los dueños de los locales estaban abriendo, algunas personas estaban haciendo ejercicio al igual que nosotros.

Yo estaba cansada y los primeros minutos consistieron en calentar y caminar, porque aún no estaba preparada para correr. Me terminarían internado por una crisis que no necesitaba.

Mi hermano estaba a mi lado, lo veía diferente, mayor, no porque estuviera viejo, sino que sus rasgos juveniles estaban cambiando. Ya se veía más maduro, como el hombre de veintiocho años que era.

Me acordé de las veces que íbamos a la escuela, las otras en las que me acompañaron para que no me fuera sola cuando acabaron. Yo era afortunada por tener una familia que me amaba.

Sabía que su mundo cambiaría cuando se enterase de la noticia. Pero también estaba clara que sería el hombre más feliz del mundo. Lo sabía con cada latido de mi corazón.

Nos detuvimos en la plaza luego de una hora. Yo respiraba acelerada y bebí de mi botella de agua. Erick parecía con más energía sin importar que ni hubiese dormido mucho en la noche. Pero es que mis gemelos hacían ejercicio siempre. Y este jugó al fútbol por mucho tiempo.

—Es extraño estar aquí luego de tanto tiempo, ¿no crees? —asentí, porque lo era—. Se siente como estar en casa y a la vez no.

—Me pasó lo mismo. Al principio me costó a adaptarme a este lugar de nuevo, pero con los días se fue haciendo más sencillo. Aunque no me quedaré aquí.

—Lía. —no me gustó el tono de su voz—. No había sabido cómo tocar el tema, pero lo comentaste y no puedo seguir sin tener idea de qué pasó. Te fuiste de Madrid sin pensarlo y tú no eres de las que actúan bajo impulso. ¿Qué pasó?

El único secreto que yo había tenido con mi hermano fue el enamoramiento que poseía por Axel. Sabía que si se enteraba sería un desastre, aparte de su cuidado, estaría molesto porque yo estuviese sola en eso.

Pero ya no podía callarlo.

—¿Sabes qué Axel terminó su compromiso?

—No comprendí por qué se iba a casar en primera instancia —dijo.

—¿Por qué?

—Porque todos estos años llevaba enamorado de ti.

Esperen un segundo.

Un maldito segundo.

—¿Cómo? —pregunté.

—Lía, era evidente para todos, menos para ti. Yo sabía que también te gustaba, pero ninguno daba el primer paso. Yo no me metí porque sabía que sería cagarla.



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En el texto hay: drama, amor, amistad

Editado: 07.01.2023

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