Capítulo 43❤️

Voy en el auto con Matías y como todo el tiempo no sé para dónde me lleva. Siempre es una incertidumbre hacia dónde salimos y me mantiene en suspense.

Llegamos a una casa muy hermosa, y corren muchos niños alrededor. No sé de qué trata, pero estoy muy intrigada por todo el misterio que se suscita en cada salida.

Él estaciona bajo un árbol y corre abrirme la puerta como siempre. Al salir el ambiente está cálido. Se oyen los gritos de los niños que están allí. Todavía no tengo ni la menor idea de dónde nos encontramos.

—Vera, dime. —le he rogado que me dijera, pero sigue sin mediar palabra.

— ¿Me llamaste Vera? ¿En dónde queda mi sexy nombre?

—Tú lo único que tienes de sexy... —me quedo pensando que decir, por Dios claro que es sexi como el demonio, pero no se lo diré, le subiré el ego a nivel Rascacielos. —...es tu auto. —él abre la boca y ríe a carcajada limpia.

No me toma en serio.

—Sigue diciéndote eso cariño. Y hasta te lo crees algún día —dice con voz petulante.

—Pero chico, me salió humilde el señor —digo con sarcasmo.

—Tú sabes que yo soy la humildad personificada. —él se señala a sí mismo—. Tú buscas humildad en Google y sale una sensual foto mía.

Río demás. Me salen lágrimas a causa de la risa.

—Perdona "Señor Humilde", pero ese puesto es mío. De los dos, yo soy la única y verdadera humilde. La más humilde.

Niega, divertido. —No señorita, el más humilde soy yo.

—Que soy yo.

—Nop, yo. —esta discusión no va a parar en ningún lado.

—Discúlpeme, su alteza real —creo que los dos somos iguales de fastidioso.

—Estás perdonada, mi señora. —me tomó de la mano—. Vamos, ángel, ya te diré a donde te traje.

Pasamos a la casa y veo como unos veinte niños corriendo en busca de Matías. Estos gritan emocionados y él saluda a cada uno con una gran sonrisa en su cara, mientras se agacha a su nivel para escucharlos hablar atentamente. Ellos no me prestan atención y yo sigo sin entender esta situación.

Los niños se alejan y van afuera de la casa y decido volver a rogarle a Matías por una respuesta.

—Matías dime, por favor. ¿En dónde estamos?

—Sólo porque dijiste por favor. —mira hacia los lados y como no ve a nadie procede a hablar. No entiendo tanto misterio, la verdad—. Estamos en una casa hogar.

Ahora sí que no entiendo nada. —¿En una casa hogar? —pregunto incrédula.

—No te vayas a molestar. —rasca su nuca, nervioso—. Soy voluntario aquí y quería traerte. Esto es algo muy personal en mi vida eres de las pocas personas que saben esto de mí. Solo espero no haber quedado como un tonto delante de ti.

Es voluntario en una casa hogar.

Me dejó anonadada.

Siento una gran e inmensa admiración por Matías que no cabe en mi pecho. Es un buen hombre. Cualquier mujer daría mucho por estar con él. Y de todas me escogió a mí. Alguien que no lo merece. Él necesita una persona que lo ame con la misma intensidad que ama. Yo simplemente soy una chica con el corazón roto, él es un amigo muy especial.

Y no hay nada que desee más que sentir sentimientos hacia él. No sólo como amigos, sino como algo más. Me encantaría que las mariposas que siento en el estómago por Axel, sentirlas hacia Matías. Y no me voy a obligar a amarlo. Si las cosas se dan, lucharé por estar a su lado. Y si no, lo ayudaré a que me olvide. Solo espero que si eso ocurre no romperle el corazón. No se lo merece, pues él, se merece el mundo.

—¿Molestarme? — asiente—. Matías, claro que no. Esto que estás haciendo es admirable. Es una labor muy hermosa y altruista. ¿Por qué no le dices a nadie?

Él respira aliviado por mi respuesta, no sabía que le importara tanto lo que yo pensase. —Gracias por estar aquí y entender. Y no le digo a nadie porque muchas personas lo ven estúpido. —aprieta los puños—. Y no me gusta vanagloriarme de lo que hago. Prefiero más el anonimato.

Es increíble que hace rato estuvimos bromeando sobre la humildad y resultó ser en serio, el hombre más humilde, amable que he conocido en toda mi vida. —Pues esto que haces es una faceta de tu vida que me encanta. ¿Desde cuándo participas aquí? — pregunto admirada. No puedo dejar de sonreír desde que me contó todo.

—Desde que empecé la carrera de medicina.

—Hace bastante tiempo. ¿Y cómo llegaste aquí? —inquiero mientras caminamos por un pasillo.

—Mi mamá es también voluntaria. Siempre viene para ayudar. Le encanta estar con estos niños. "Dice que son los hijos que nunca tuvo". Como si no fuera madre de dos. —En lo último ríe y yo también.

—Admiro mucho a tu familia. Es impresionante.

—Gracias, mi ángel. Para mí es importante que tú lo digas.

Llegamos a una cocina muy grande y con muchos utensilios. Y detrás de una olla grande se encuentra una señora menuda de cabello negro. Ella está moviendo con un cucharón y con una cuchara saca y prueba. Coloca el cucharón al lado y voltea y mira hacia nosotros. Al ver a Matías se le hace una sonrisa y se le marca un hoyuelo que me parece muy conocido. Camina hacia nosotros y lo abraza.

—Hijo, que bueno que viniste.

Jesucristo.

Es su madre y yo estoy aquí hecha un desastre. Hoy me vestí con unos simples vaqueros, una remera blanca y mis zapatos deportivos. Él me dijo que saliera así. No estoy maquillada ni nada por el estilo y tengo una coleta en mi pelo castaño. Me siento como despojo humano.

—Hola, mamá —voltea y me mira—. Mami, te presento a Amelia.

¿La llamó mami? Muero de ternura.

Ella me ve y da una mirada evaluadora. Me mira de arriba - abajo y me siento como un insecto bajo un microscopio.

Luego de lo que parecen horas me sonríe y es una sonrisa plena, no falsa. Esta llega a los ojos y se le marca un hoyuelo en su comisura izquierda, hoyuelo que Matías también tiene.

—Mucho gusto, linda. —ella me abraza con emoción—. Qué bueno por fin conocerte. Mi hijo no ha dejado de hablar de ti. —Matías tiene un ligero tinte en sus mejillas—. Me llamo Julia.