Hasta que el sol vuelva a sonreír

Capítulo 50❤️

Me había quedado dormida en medio de la película y noté que estaba abrazada a Matías y con mi cabeza metida en el hueco de su cuello. Él descansaba mientras me abrazaba como si no quisiera dejarme ir.

Podía ver por la ventana que el sol había empezado a esconderse. Después de llegar nos encerramos a ver una serie y luego comenzamos con la película, pero debía estar muy cansada que caí rendida al poco rato que esta iniciar.

Estaba calentita, cómoda y no me quería levantar, pero mi vejiga peleaba y fui al bajo a hacer lo mío. Cuando regresé él estaba en la misma posición que lo dejé.

Decidí dejarlo y ser una novia chismosa, no de buscarle el teléfono, sino de curiosear su casa. Me fui a su oficina, era uno de los sitios que más me gustaba de su apartamento. Era de colores cálidos y entraba mucha luz por la ventana. Pero lo que más amaba era la biblioteca que era casi gigante. Casi que la envidiaba. Había cientos de libros allí. Muchos de medicina, sobre todo cardiología y cirugía. Pero también habían de mecánica y algunos de ciencia ficción y suspense.

Matías parecía el sueño de cualquier lectora. Era demasiado perfecto para ser verdad. A veces tenía miedo de que fuera solo una ilusión, pero hasta ahora no parecía. Tenía tanto de conocerlo y siempre ha sido así.

En su escritorio estaba abierto un libro de cirugía. Su laptop estaba a su lado. Al accionar el panel, ella encendió y tenía clave. Volví a apagarla y seguí en mi recorrido. Vi las fotos que adornaban allí. Había de él y sus padres con una chica que supongo que debe ser su hermana. La otra era de nosotros dos, la que nos tomamos en la Ermita de Santa justa.

Mi corazón latió acelerado cuando la vi. Era un honor estar en ese sitio. Porque era importante. Las personas que él más amaba estaban allí. Tenía una foto de nosotros y eso hizo que mi corazón se volviera loco.

Sentí pasos y alcé la mirada para verlo. —Pensé que te habías ido.

—¿Quieres que lo haga?

Negó. —Nunca, te guardaría en mi bolsillo si así pudiera tenerte cerca.

—Quien te ve de duro en el hospital y dices puras cositas tiernas.

Se rio. —Solo tú me haces decir cosas tiernas.

Si él era un oso de peluche, aunque intentase negarlo.

—Vamos a hacer la cena —dije.

—Pidamos comida, yo lo único que sé hacer es sopa y sándwiches. No pidas más de mí.

—No, haremos pizza casera. Y tarta tres leches.

—¿En serio? Suena complejo y yo solo sé que soy un desastre. Pidamos la cena.

Me pareció graciosos que el señor capacitado para todo no supiera cocinar.

—Nada de eso. Tu estomago agradecerá la comida casera. Vamos.

Llegamos a la cocina y revisé los ingredientes que tenía. Al notar que faltaban algunos decidí anotarlos en una lista para que él fuera a comprarlos en el supermercado que quedaba cerca mientras yo preparaba el bizcochuelo.

Mi teléfono sonó y reconocí quién era por el tono. —Hola, mamá.

—Hola pequeña. ¿Dónde estás?

—En casa de Matías, estoy preparando la cena.

—Mi otro hijo y tú deben venir a verme. Ya te extraño aquí. —me encantaba que ella ya le tuviera aprecio. Se la ganó en esos días que fue a verme a Santillana. Ella estaba agradecida por el apoyo que me brindó en mi momento más oscuro.

—Pronto estaremos por allá.

Le fui contando un poco lo que pasó en la mañana y lo lamentó mucho. Ya el enojo se me había pasado y realmente ya comenzaba a olvidar ese desastre. Y aunque este plan no era el original, me gustó más que el anterior. Estaba con una de mis personas favoritas en el mundo, haciendo nada, solo estar cerca suyo. Mañana la realidad de ser médico y tener que trabajar volvería, pero hoy estábamos tonteando.

—No me gusta la actitud que tomó el contigo. Era un chico dulce.

—Yo también me siento horrible, pero ya no puedo hacer nada. Todo este asunto de Axel me tiene harta. Solo quiero vivir mi vida en paz.

—Hasta que no hables con Axel no lo resolverás. —eso era realmente cierto, pero sentía que no estaba preparada para verlo—. ¿Y Matías? Cómo va tu relación.

Una sonrisa se puso en mi boca al pensar en el último mes. —Me gusta mucho, mamá. ¿Pero y si al final solo lo estoy usando como escape? No quiero dañarlo.

—Ay, mi hija bonita. Estás enamorada.

¿Lo estaba? Si yo sentía reciente todo eso. —No lo sé. Lo quiero, ¿pero y si solo se queda en eso?

—Todo a tu tiempo, tienes un chico a tu lado con mucha paciencia.

Al final cortamos la llamada y yo seguí en lo mío. Coloqué música de la radio que iba pasando desde el urbano actual a mis baladas favoritas. Yo estaba encantada con la cocina de Matías. Había puro electrodomésticos de alta gama, mesones de mármol en color blanco y todo en colores gris y blanco. Era divertido pensar que tuviera todo esto y no supiera qué hacer con ello.

Me encontraba bailando Señorita cuando sentí su mano en mi cintura y como bailaba tras de mí. Me giré y puse sus manos en su pecho para seguir en ello. Me tomó de la mano y dimos vueltas alrededor de la cocina, no había un orden en nosotros. Éramos dos pies izquierdos.

Casi nos caímos, pero en vez de hacer que todo se enfriara, lo único que hicimos fue reír.

Nos detuvimos cuando el temporizador del horno nos alertó.

—Bailamos horrible —dije

—Al menos nadie vio eso —secundó.

—Al fin encuentro una cosa que no sabes hacer. —toqué su pecho con mi dedo—. No sabes bailar, Doctor Vera.

—Hey, no he intentado aprender que es muy diferente. Lo intenso de mi es capaz de empezar. Además, tampoco sé cocinar.

—¿Para qué querrías aprender a bailar?

—Para bailar contigo, obvio.

—¿De verdad serías capaz?

—El día de la boda de mi primo vas a ver.

Yo le creía. Sabía que no se cansaría hasta aprender a hacer algo. Porque él era así. Y eso fue lo que lo llevó a ser uno de los mejores cirujanos de España a tan corta edad.



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En el texto hay: drama, amor, amistad

Editado: 07.01.2023

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