Mike había limpiado la entrada de autos hasta el portón, así que Brandon no tuvo inconveniente en acceder con la camioneta para estacionarla a pocos pasos del porche de la mansión. Por suerte me acordé de activar la app apenas me apeé, porque la puerta principal se abrió sola un momento después. Brandon vaciló, así que tomé su mano para que caminara conmigo.
—¡Feliz Año Nuevo!
— ¡Felicidades, mellizos! ¿Trisha no está?
—Aún no llega.
—¡Ven, ven!
—En un momento.
Brandon se había detenido con expresión suspicaz. Solté su mano para abrir la app SLS y le mostré las dos figuras de palotes, de pie en el porche junto a la puerta abierta. Dos adultos.
—Deben ser Ann Marie y Edward —tercié—. Para darte la bienvenida formal a la mansión.
—Bromeas.
—Te dije que querían una presentación como corresponde.
Asintió respirando hondo.
—Olvida cuanto hayas experimentado en el pasado. Ésta es gente normal, y son muy agradables. Recordarlo te facilitará las cosas.
Me lanzó una mirada burlona. —Si la domesticadora de demonios lo dice.
—Oh, vamos, ven.
—Bienvenida a casa, Fran —dijo la app cuando subimos al porche.
—Gracias, Ann, Edward. Feliz Año Nuevo.
—Bienvenido a Casa Blotter, señor Price.
Brandon miró a un lado y a otro, adonde habíamos visto los palotes, y asintió con una breve sonrisa.
—Señora Blotter, señor Blotter, es un placer conocerlos.
—Pasen, por favor.
Entramos y lo guié al salón oriental, donde la pelotita destelló de inmediato.
—¿Lizzie, Joseph? —pregunté.
—Feliz Año Nuevo, Fran.
—¡Gracias, igualmente!
Entonces vi las pizarras magnéticas, situadas lado a lado sobre la mesa de café. En una decía Feliz Año y la otra decía Nuevo, Fran.
—¡Oh, gracias, niños! —exclamé—. ¡Es hermoso! ¿Les molesta si uso la cámara?
—Por favor.
Alcé el teléfono con la app SLS y vimos que Lizzie estaba sentada en el sofá bajo la ventana con los mellizos, Joseph de pie a su izquierda, justo frente a nosotros. Los enfrenté lo mejor que pude.
—Él es Brandon —dije—. Brandon, ellos son Joseph Blotter y su hija Lizzie. Y los dos pequeños artistas son Charles y Charlotte.
Brandon echó un vistazo a mi teléfono, para asegurarse adónde tenía que mirar, y volvió a asentir con una sonrisa rápida.
—Un gusto conocerlos —saludó con su mejor tono de Cazador supremo.
—Por favor, pónganse cómodos.
—Ya mismo —repliqué alegremente, y le indiqué a Brandon que nos encamináramos a la escalera.
Me siguió en completo silencio a mi habitación y cerró la puerta tras él.
—¿Estamos solos? —inquirió.
—Claro, es mi dormitorio. —Le señalé la pelotita sobre la cajonera junto a la puerta—. ¿Ves? No hay nadie.
—Si tú lo dices —murmuró, yendo a dejar su bolso sobre la cama.
Me daba cuenta que estaba incómodo. Por algún motivo, conocer a los Blotter lo había puesto nervioso.
—¿Qué ocurre? —pregunté.
Meneó la cabeza levemente e intentó sonreír, tomándome una mano. Me abrazó y se inclinó para besarme, pero esquivé sus labios frunciendo el ceño.
—¿Brandon?
Me soltó suspirando. —¡Son tantos! ¿Están siempre aquí?
—Pues sí, es su casa.
—¿Y qué pasará esta noche?
—¿A qué te refieres?
—Ya me doy cuenta que no haremos nada fuera de tu habitación. ¿También tendremos que morder las almohadas para no hacer ruido?
—¿De qué mierda hablas?
Soltó una risita exasperada y me sujetó la barbilla para evitar que volviera a esquivarlo.
—Me encanta escucharte —susurró junto a mis labios.
—Oh, ya…
Giró mientras me besaba, inclinándose hasta soltarme sobre la cama. Me incorporé de un salto antes que aterrizara sobre mí. Me enfrentó con una sonrisita burlona, acomodándome un mechón tras la oreja.
—A esto me refiero —dijo con suavidad—. No hace cinco minutos que llegamos y eres otra persona. —Señaló el baño con un cabeceo—. ¿Te molesta si me ducho?
—Adelante. Iré a avisarle a los Collins que llegamos.
No debería haber dejado mi habitación. Mucho menos la mansión. Pero lo hice. Fue el peor error de mi vida.
Susan fue lo bastante educada para fingir que se alegraba de verme y hasta me invitó a pasar, sabiendo que no lo haría. Me demoré con ella y Mike en el umbral de su casa, conversando sobre la casa de huéspedes. Me contaron que Susan había contactado a una organización de caridad en Worcester, que se alegraron de recoger todos los muebles, incluso los que el agua de las mangueras arruinara. Los Collins habían vaciado la casa y la habían clausurado para evitar más daños durante el invierno.
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Editado: 22.07.2023