¿Qué pasa con nosotros, los simples mortales?
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Llegaba tarde al colegio, de nuevo. Me había quedado dormida y sin darme cuenta me pasé una parada de autobús, así que me tocaba caminar, o mejor dicho, correr. Pude llegar justo a tiempo. El portero me miró con desaprobación y yo respondí con una sonrisa angelical.
No tenia ganas de venir a la escuela, pero saber que era viernes y era el último día de la semana, me alegraba el día.
Entro al aula. Paso por el lado de Lee, quien siempre se sienta al frente. Este ni siquiera me mira aunque sé que me escuchó llegar porque entré corriendo como loca.
Suponía que aún estaba enojado por lo que había pasado. Como si yo tuviera la culpa. Además, la situación no es tan cómoda para mí tampoco. A parte de que ambos recibimos el mismo castigo, las personas murmuraban nuestros nombres en el pasillo. Obviamente la noticia de dos estudiantes teniendo sexo en el laboratorio de la escuela, era algo que le daría a los estudiantes para hablar por lo menos dos meses hasta que otro escándalo mucho más escandaloso se adueñara de los pasillos del colegio.
¿Pero saben qué? Lee ya me había catalogado como una chica estruendosa y pedante. O sea, si soy estruendosa pero, ¿pedante? Jamás. Así que, si me llamaría así, le daría uso al nombre.
—Dices que odias a las personas prejuiciosas, pero ¿sabes que odiarme sin siquiera conocerme es pretender conocerme sin realmente conocerme?
Suspiró profundamente. Exactamente lo que quería. Molestarlo.
No dijo nada. Continuó escribiendo fórmulas raras en su cuaderno como si fuera algún hobby.
—¿Por qué siempre tienes que respirar tan fuerte? ¿Eres una troglodita o qué? —¿Una qué...?
—¿Qué es eso?
—Jeudy, no estoy de humor.
—¿Me estás ofendiendo? ¿Qué es eso?
—Deja de acercarte a mí. La gente pensara que eso del puto rumor es cierto.
—¿El rumor de nosotros acostándonos?
Puso una mano en mi nuca y otra en mis labios, mirando a su alrededor alarmado, asegurándose de que nadie hubiera escuchado. Qué estúpido. Literalmente, toda la escuela lo sabía. No sé qué pretendía esconder.
Voltea hacia mí. La ira es sus ojos es notoria. Sonrío, aunque debido a que su manos está cubriendo casi toda mi cara, no es notable la expresión en mí. Probablemente solo mis ojos estén transmitiendo la acción. Se da cuenta de que ya ha pasado mucho tiempo y quita sus manos de encima de mí.
—¿Por qué siempre hablas tan alto? Parece que intentas llamar la atención constantemente.
—¿Y qué tiene de malo la atención? —le digo, querido encontrar otro punto débil—. ¿Eres de esos que la evitan? ¿Por qué?
—¿Quién quiere un montón de personas desconocidas que no saben nada de ti y creen que tienen la potestad de juzgarte? Es como tú, por ejemplo —¿Cómo yo? Voltea hacia mí—. Me juzgaste porque te llamé la atención. Y, gracias a eso estoy viviendo un infierno.
—Pues es lo mismo contigo —aumento el tono de voz—. Intenté ser amable contigo al principio y me trataste como mierda.
—No me gustan las personas prejuiciosas. Ya te lo dije.
—¡Basta! Estoy harta de tus insultos.
—¡Pues lo mismo digo! Estoy harto de tus comentarios estúpidos.
Me levanto de la silla y me voy a mi asiento, el cual quiero agarrarlo y tirarselo en la cabeza al extranjero. Como no lo soporto.
—Lo siento —Healy, a mi lado, intentó consolarme sobre el asunto de los videos y el malentendido—. Intenté convencer a mi padre, pero ya sabes que es un cabeza dura y no quiso hacerme caso.
Asentí.
Por la puerta entró Markel tambaleándose, buscando a alguien con la mirada. Cuando identificó a su objetivo, se dirigió hacia él, y tuve que levantarme para servir de soporte y evitar que se cayera al dirigirse rápidamente hacia mí.
—Markel... —Un olor desagradable invadió mis fosas nasales—. ¿Estás borracho?
Él rió e intentó mantener el equilibrio.
—¿Yo? Yo no estoy borracho —dijo, arrastrando las palabras.
Su cabello rubio era un desastre, y sus ojos azules mostraban terribles ojeras.
¿Dónde demonios se había metido este chico anoche?
—¿Estás loco? ¿Cómo te atreves a venir al colegio borracho? —Healy se interpuso, mirándolo con disgusto.
Él sonrió nuevamente.
—Era la única manera de quitarme esa imagen asquerosa de mi cabeza —explicó.
—Mierda, Markel. Ven —Mar, prácticamente, me arrebató a Markel de los brazos, colocándolo en los suyos. Con la ayuda de otro chico, lo sacaron apresuradamente del aula.
Healy y yo nos miramos con las cejas arqueadas, para luego mirarme con una sonrisa de chica mala.
—¿Vamos a su casa después de clases?
Marimar odiaba que fuéramos a su casa pero como Markel era nuestro amigo, no podía evitarlo. Así que nos encantaba verla con cara de pocos amigos cuando nos abría la puerta.