Me vuelvo un tonto por ti
Capítulo 21.
El autobús se sentía vacío... diferente. La sensación que me daba el sentir el asiento a mi lado vacío era de nostalgia. ¿Por qué extraño algo de lo que no fui consciente que existía? Toda la situación se sentía rara.
—Ya veo que al parecer si discutieron —dice el conductor cuando estoy bajando del autobús. Aprovechó que aún habían estudiantes bajando del autobús para decirme: —Es un buen chico. Después de ver como alguien un día intentó aprovecharse de ti mientras dormías, no sé despegó de tu lado. Se sentaba todos los días y no cerraba los ojos aunque se estuviera cayendo del sueño. Antes de bajarse, siempre me pedía que te cuidara y que no te quitara los ojos de encima. Me hizo jurar por mi vida que no dejaría que te sucediera nada.
Me sonríe calidamente antes de darle marcha al autobús.
Entro a pasos apresurados al colegio. Estaba evitando a Markel Montana. Estaba evitando a Lee Tae In. Porque me negaba a encontrarme en una situación en la que tuviera que dirigirle la palabra a alguno de ellos. Así que, por el momento lo mejor era no toparme con ninguno...
¿Pero a quién estoy intentando engañar...?
Estaba loca por ir a con Lee y preguntarle cuales eran sus razones para creerse mi salvador. Para creer que podía protegerme en silencio como lo hacen los súper héroes y no tener la intención de recibir crédito por ello. Quería explicaciones. Quedarme con la duda nunca ha sido parte de mi fuerte. Si cuando estoy viendo doramas me hago spoiler yo misma porque me desespero.
E, intento buscarle lógica. ¿Por qué haría algo así por mí?
La maestro de química me miraba de manera hostil. Y, tenía sus razones para ello, si la mayoría de veces que entraba al laboratorio o me quedaba dormida, o me distraía fácilmente con cualquier cosa o simplemente terminaba arruinando todo porque no seguía las instrucciones al pie de la letra. ¡Pero de eso se trata la química! ¡De explosiones!
—Jeudy y Lee, hagan equipo —Ambos nos miramos sin más opción de aceptar—. A ver si le enseña a la señorita como se trabaja —dijo, obviamente mirando a Lee.
Pero que vieja...
Me acerco a su mesa de trabajo. Después del último encuentro (ayer) no ha habido ningún tipo de contacto. Todo fue muy raro. Ayer simplemente se acercó, agarró a Markel de la muñeca, me agarró a mí de la muñeca, entró conmigo al autobús y se sentó detrás de mí sin decir ninguna palabra. El conductor del autobús se puso de lo más contento. Seguramente pensó que ya estábamos bien. Obvio que estábamos bien, pero bien mal.
—Deberías ir a explicarle a tu prometida que no soy una loba y que no voy a robarte —le digo, al ver como la chica me mira y aprieta su puño queriéndome descuartizar.
Le sonrío a la chica.
—Evangeline no es mi prometida —dice, mirándola—. Rompí mi matrimonio meses antes de venirme a vivir para acá. Ella aún no me supera y por lo que veo, mis padres tampoco —Me mira—. No te lo digo porque me importa lo que pienses o algo así.
—No sé que esperas que piense sobre esto —Miento—. Puedes tener hasta cien prometidas si quieres.
Echo el extracto de ginseng al frasco, mezclándolo con la vitamina c.
—No me interesa tener cien prometidas —Echa una mezcla de un color raro, estando segura de que no está en las instrucciones, pero siendo sinceros, Lee sabe mucho más de esto que yo, así que tampoco le digo nada—. Soy de querer únicamente a la indicada y dar mi vida por ella. No me interesa tampoco que no sea recíproco y me quieran a medias.
—¿Sí, verdad? Mira que es horrible cuando pensabas que alguien te era sincero pero resultó ser una moneda de dos caras.
—¿Y qué pasa cuando una persona ni siquiera puede decirse por algo? ¿No olvidé comentarte que también odio a las personas indecisas, cierto?
—No, te faltó decirme.
—Pero imagínate querer tener dos juguetes para ti sola —Sonríe de lado—. Eso sí sería una muestra de egoísmo.
Suspiré profundo: —Dímelo.
—¿Qué?
—Lo que sea que te estés guardando y quieras gritarmelo a los siete vientos —Me vuelvo hacia él, dándole toda mi atención. Él hace lo mismo—. Anda. Sé que me desprecias.
Abre los labios para decir algo. Lo piensa dos veces y no dice nada.
—Tae In, explícame las cosas de una vez por todas.
Él respira profundamente. Como siempre, permanece inexpresivo, como si mi presencia realmente fuera insignificante.
—Yo no necesito explicarte nada. Mi vida es mi vida y tú no eres partícipe de ella —su actitud serena y ajena me molesta.
Por supuesto, no le hago caso.
—Por Dios, Tae In. Puede mentirte todo lo que quieras. Pero ambos sabemos que cada cosa que sale de tu boca ahora mismo y otras veces, han sido impulsos emocionales y distorsiones de lo que realidad sientes. Porque prefieres decirme que me odias antes de confesar que de verdad te importo y porque crees que otra persona tiene mi atención, rendirte.
Su actitud flaquea por un minisegundo. Cuando parpadeo, lo veo darse la vuelta para irse pero lo evito.