El hermoso mural que Theo había planificado se había hecho realidad. La parte baja de la pared estaba llena de knomos y haditas volando sobre la hierba de un precioso jardín. Era una imagen de cuentos de hadas. Mirarla comprendía entrar en un mágico mundo de fantasía. Estaba segura de que a todos les encantaba.
La imagen se interrumpía abruptamente a mitad de la pared. Mi amigo al parecer no había alcanzado a terminarla y estaba segura de que eso le había afectado más de lo que nunca diría.
Luego de recibir permiso entré a su habitación para encontrarlo recostado en su cama mirando con fijeza e intensidad las páginas de un libro. Casi con delicadeza, como si fuera a deshacerse en sus manos pasaba la página y volvía a dedicarle una larga mirada. Reverencia esa era la palabra. Reverenciaba ese libro.
- ¿Qué tal estás? – le pregunté a Theo cuando levantó la mirada de su libro.
La profundidad de sus ojos y su entera tristeza me conmovió. Fue como sentir que algo encajaba dentro de mi. Una parte que puede que halla desaparecido y me sentía bien con ello.
- Ni siquiera pude terminarlo. Soy un completo fracaso hasta en lo que parezco ser bueno. Acaso no es irónico. – rió amargamente y sentí una presión en el pecho. – Ni siquiera para eso sirvo. Ese es mi castigo por ser un asesino.
- No digas eso. – le supliqué poniendo una mano sobre la suya dándole todo mi apoyo. Me entristecía su autodesprecio.
Si alguna vez había creído que Theo y yo éramos dos mundos aparte: él tan vivo y yo tan rota; me había equivocado. Éramos más parecidos de lo que creíamos.
Ambos odiándonos por cosas que estaban fuera de nuestro control, donde apenas tuvimos elección o prácticamente ninguna.
- Me lo regaló ella. – dijo en voz baja sin mirarme, acariciando la dura cubierta del libro.
El color rojo carmín hacía que las elegantes letras cursivas doradas resaltaran dictando "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" de Pablo Neruda. Era una magnífica y antigua primera edición. Sentí que mi respiración se entrecortaba al ver tal joya de la literatura.
- ¿Tú madre? – asintió con la cabeza recorriendo las doradas letras con los dedos. – ¿Puedo tocarlo?
En sus ojos relució la reticencia pero terminó asintiendo demostrando cuanto confiaba en mi. Mi corazón se calentó de ternura por ese gesto. Tomé el libro entre mis manos y abrí la primera página. Una letra rápida y casi incomprensible en la dedicatoria. Los ojos se me llenaron de lágrimas al leer las hermosas palabras. Empecé a leerlas en voz alta.
- "Se supone que no debemos escribir en los libros ya que estos son sentimientos en sí mismos. Pero yo decidí dejar un poco de los míos en estas páginas. No vale decirte cuanto te quiero, eso ya lo sabes. Lo que quiero es que sientas, que confíes, que vivas. Que seas tu mismo sin juzgarte o herirte. Que te construyas a ti mismo como la criatura maravillosa que eres. La pequeña criatura dulce y temeraria que nació de mi. Vive. Vivir es amar, es reír, es llorar, es arte. Por eso te doy este libro. Estos poemas son arte como tu vida... Como tú. Te ama mamá."
Mirar a Theo fue todo un suplicio. Lágrimas lentas y dulces le corrían por las mejillas.
» Estoy segura de que ella no creería que eres un inútil. Ya vez, solo quería que confiaras en ti mismo. – le aseguré y entre lágrimas obtuve una sonrisa.