Hechizo de Amor

Capítulo III

  Ellos avanzaron a paso lento, adentrándose en plena selva, donde los árboles eran extremadamente altos, la cantidad de insectos voladores era incontable, y el sol apenas si podía verse entre algunas ramas, quedando todo con un aspecto sombrío. Al llegar a un cruce en el camino, se encuentran un cartel que dice: “Un camino es bueno, pero el otro es malo; elige el correcto y nada te sucederá. Pero si no lo haces, ve con cuidado, a cada paso que des un par de ojos te estará observando”.

—¿Y ahora qué haremos? —pregunta temeroso Jonathan.

—Lo dejaremos al azar —responde Silver y hace aparecer una moneda.

  Los tres juegan a cara o cruz. Primero fue el turno de Jonathan, quien escogió cara para ir por el camino de la derecha, y ganó. Luego le tocó a la bruja Moon, ella eligió cruz para ir por el camino de la izquierda, y también ganó. El voto decisivo sería el del mago Silver, y rogaba poder elegir el camino correcto para que no le reprocharan luego. Escogió cara para ir por el camino de la derecha, y ganó; por lo que se dispusieron a ir por allí.

  La luz era más escasa con cada paso que daban, sonidos extraños comenzaban a oírse a lo lejos, y sin duda tenían la sensación de que alguien los estaba observando.

—¡Nos equivocamos! ¡Hay que volver e ir por el otro camino! —grita Moon y empiezan a correr en sentido contrario.

  Parecían no moverse del lugar, tal y como en los sueños todo se estiraba haciéndose más largo e imposible de alcanzar. Tras intentar correr con todas sus fuerzas sin lograrlo, se resignan y retoman su errónea elección. Luego de dar diez pasos, un gorila aterrador aparece frente a ellos, y tanto Silver como Moon intentan asesinarlo con magia. Al recitar ambos hechizos diferentes al mismo tiempo, sólo logran que una explosión suceda en sus lugares, quedando los tres negros y con los pelos de punta, mientras que el gorila seguía intacto riéndose frente a ellos.

—¿Por qué no podemos recitar a la vez nuestros hechizos? —pregunta molesto el mago Silver.

—La selva fue creada por el más grande hechicero en la historia, el señor Lukiavi. Está hecho con la magia más sensible de todas, por lo que sólo debe hacerse un hechizo por persona, y debe espaciarse con una espera de dos minutos entre cada uno —responde Jonathan.

  Entonces, luego dos minutos que parecían no pasar nunca, Moon lanza un potente hechizo de veneno de escorpión dorado, pero el gorila es más rápido y desaparece. El hechizo sigue de largo, rebota contra una piedra, y de pronto se ven perseguidos por él. Corren de un lado a otro, asegurándose de no condenar a muerte a los demás; se agachan, saltan lo más alto que pueden, e incluso Silver se trepó a un árbol como si de un koala se tratara. Luego de varios minutos desesperantes para los tres, el hechizo parece perderse en la selva. Jonathan y Moon miran hacia todas partes buscando al mago, pero él está en graves problemas. Decenas de monos habitan aquellos árboles, y no les gusta que nadie los toque, son sus árboles.

—¡Baja de ahí mago tonto! —le grita Moon sin percatarse de lo que sucede.

—Ayuda… —es lo único que logra pronunciar Silver ante tanto temor

  La bruja lanza un hechizo de luz que distrae a los monos, y el mago logra bajar rápidamente. Pero el alivio se acaba en cuanto la luz se disipa y los monos se enfurecen mucho más. Al ver alrededor, lo único que se distinguen son miles de millones de ojos rojos observándolos con odio y furia. Comienzan a correr despavoridos intentando llegar al final, pero al alejarse unos metros, el camino se corta quedando todo blanco, y aparece un cartel gigante donde se logra leer: “Si escapar quieres, derrotar a los monos enfurecidos debes. Si no los quieres cerca, su delicia puede hacer que comerte no les apetezca”.

  Los tres comenzaron a pensar delicias, por lo que Jonathan puso su cronómetro, y cada dos minutos exactos hacían aparecer pasteles de chocolate, postres, helados, pizzas, hamburguesas… pero nada permitía que aquellos monos se tranquilizaran. Ellos estaban al acecho, se acercaban muy lentamente, les daban una pequeña oportunidad porque sabían que si no lo lograban no tendrían escapatoria.

—¡Ya sé! —gritó el mago Silver.

  Sin pensarlo dos veces hizo aparecer una deliciosa y muy amarilla banana gigante. Los monos corrieron a ella y el camino volvió a aparecer, dando por hecho que habían pasado la primera prueba.

  Caminaron siete metros justos, y se toparon con un campo de pequeñas bananas que parecían crecer del suelo. No notaban peligro alguno hasta que apareció un mono sonriendo con malicia. Se prepararon para lo que fuese que éste hiciera, pero para su sorpresa ahulló y se largó. No entendían nada, hasta que el suelo comenzó a temblar bajo sus pies, eran las pequeñas bananas, estaban despertando de su sueño profundo. De repente, las bananas comienzan a crecer llegando a los tres metros de altura; sus cáscaras estaban partidas al medio y se podía ver una gran hilera de puntiagudos y filosos dientes. Un cartel aparece en el cielo y deja leer: “Para que las bananas se vuelvan a calmar, la mosca Ginebratispritus deberás hallar. Es una mosca azul y roja, muy fácil de encontrar, pero sí te equivocas las bananas se enfadarán. Luego de darles su comida, una canción de cuna personalizada les deberás cantar, para que regresen a su sueño profundo y te dejen pasar”.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.