Hecho a tu medida

CAPÍTULO 12. ✺Las hormigas dan miedo✺

Mauricio estaba de suerte.

Tal como lo había pronosticado, el sábado fue un día caluroso, apto para todos aquellos que desearan olvidar los exámenes de la siguiente semana.

—Qué injusto —se quejó Aarón mientras me hacía un moño alto—, ¿por qué tú puedes ir a una fiesta en la piscina mientras yo me quedo a estudiar? ¡Debería ser al revés!

—Ey, que no eres el único con el derecho de salir —indiqué—. Además, no es una fiesta en la piscina como con tus amiguitos millonarios.

—¿Entonces qué es? —inquirió, pegando la mitad de su cara en el marco de la puerta miserablemente. A ese punto, hasta a mí me daba pena.

—Sólo es beber en un lugar que tiene alberca, y ya. No es especial y cada quien compra su bebida.

—Sigo sin ver la diferencia.

—Que lo tuyo es en las mansiones de tus amigos, lo mío es un lugar público.

Mi hermano arrugó el rostro.

—Pero, ¿ahora quién me va a ayudar a estudiar?

—Háblale a una de tus amiguitas. Y, por favor, estudien. Ya no estoy dispuesta a irme a dormir a otra parte.

—Tienes razón, llamaré a Sonia. —Lo miré incrédula y él se removió nervioso—. ¿Qué?

—Parece que últimamente estás muy apegado a Sonia.

—¡Claro que no! —exclamó muy alto—. Es que ella tiene demasiado tiempo libre.

—Claro, claro. Y la luna es de queso. —Terminé de arreglarme y, al salir del baño, le di unas palmaditas en el hombro—. Por favor, evita hacer tus puercadas en mi sacrosanto departamento.

—No solo pienso en sexo, ¿sabes?

Salí sin prestarle mucha atención y miré la hora. Pronto llegaría al lugar, en donde vería a Isaac sin estar dentro de la escuela. ¿Era muy bobo emocionarme por algo así? Probablemente.

 

 

══════ ══════

El sitio estaba a la intemperie, lleno de césped con pequeñas elevaciones. El espacio era llenado por unas cuantas palapas de palma circulares, en las cuales había pocas personas. Y, en medio de todo, la alberca.

—¡Adivina quién está aquí! —exclamó Lau en cuanto me vio, enlazando su brazo sobre el hueco del mío.

—¿Quién?

Tan pronto lo pregunté, Paulina saltó frente a mí. En ambas manos sostenía dos vasos enormes llenos de cerveza.

—¡Holaaaa! —gritó y alzó sus manos. Al parecer ya estaba un poco ebria—. ¡Tanto tiempo sin verte, Mars!

Lina era una de las amigas más cercanas de Lau, además de ser su compañera de departamento y una de las chicas más geniales que conocía. Habíamos hablado muy poco, y a veces solíamos pelear, pero había algo en ella que me hacía imposible odiarla.

—¡Ven, ven, ven! —Me jaló del brazo hasta llegar a una palapa en donde estaban Mauricio y sus amigos.

Casi me desmayé al ver a Isaac utilizando ropa más descubierta, pues acostumbraba ponerse pantalones muy sueltos y la mayor parte del tiempo llevaba sudaderas. Ahora, en su lugar, llevaba unos pantaloncillos cortos, una camiseta sin mangas que hacían ver sus brazos ejercitados, y una gorra.

—¡Mara, viniste! —Mauricio se levantó de su asiento para llegar hasta mí y saludarme con un abrazo, actuando mucho más íntimo de lo que era—. Nos alegra verte. ¿Quieres una cerveza escarchada?

—Claro —sonreí.

—Ahorita la preparo, espera.

Me centré de nuevo en Isaac, quien elevó un poco los labios al verme. Ya está. En ese momento podía morir felizmente.

Mi sonrisa boba terminó cuando, al mirar un poco a la derecha, me encontré con una chica inusualmente parecida a Perla, aunque parecía mucho mayor y con una belleza distinta. Es decir, la novia de Mauricio a simple vista era tierna; por otro lado, la chica que ahora estaba pegada a Isaac era sensual.

—Diablos —musité cuando la chica nueva se recostaba sobre Muñoz y él no decía nada.

Sé que los celos eran innecesarios porque yo no era ni de lejos su amiga al menos, pero me era imposible no tenerlos.

—Vamos a sentarnos ya, Mara —me dijo Lina, llevándome hasta los asientos de piedra. A mi lado estaba un chico gordito que no paraba de cantar las canciones de Espinoza Paz.

—Aquí tienes, Mars. —Mauricio colocó el vaso en la mesa y me sonrió.

Correspondí su gesto, pero de inmediato devolví la mirada hacia los otros dos. ¿Qué se suponía que debía hacer si mis ojos no querían dejar de mirarlos? No, no. Más importante, ¿sería ella su novia?

Sintiéndome patética y con los ánimos por los suelos, bebí el primer trago, más rápido de lo que acostumbraba.

—Tranquila —dijo Lau, bajando el vaso—, nadie te lo está quitando.

Me limité a reír.

Otros tragos después, los chicos decidieron que era hora de nadar. Se despojaron de sus ropas y saltaron hacia la alberca, desbordando el agua. Pensé que Isaac los seguiría, sin embargo, se quedó quieto en su lugar. La morena le susurró algo antes de levantarse, quitarse la ropa y mostrar el bikini que traía puesto.



#33614 en Novela romántica
#21488 en Otros
#3217 en Humor

En el texto hay: comedia, amor platonico, romance juvenil y humor

Editado: 28.03.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.