Macy estaba molesta con aquella chica. ¿Por qué permitía que el imbécil de Kenan la tratara de esa forma?. Sabía del problema que afectaba la salud de Cadence, demonios todos lo sabían, sin embargo, no lo consideraba tan grave, aún podía valerse por ella misma, ¿No?.
Pensativa entró a su casa. Cómo siempre, nadie estaba ahí.
Entro, limpió sus pies en el tapete de la entrada, cerró la puerta, caminó un par de metros y aventó su mochila hacia el sillón café. Subió la escaleras dirigiéndose a su cuarto, ahí se encerró.
Con frustración toma su almohada y la abraza, odia estar sola, odia su vida.
Mientras los melancólicos recuerdos atraviesan su mente, no puede evitar pensar en aquella chica de ojos azules. Es bonita, parece interesante, del tipo de persona con la que le gustaría hablar, pero es demasiado introvertida, de hecho, tuvo la suerte de que las cosas salieran de la forma en como lo hicieron.
Tal vez, solo tal vez, la situación no será tan incómoda.
Suspira con pesadez. La nostalgia y la tristeza han atrapado su escencia desde hacía ya varios años, precisamente a los 14, cuando se dió cuenta de que nada en su vida valía la pena. Pero no fue ahí cuando los problemas empezaron, no, estos iniciaron verdaderamente iniciaron un año después, cuando los actos traicioneros la consumieron por completo. Desde entonces su rutina es la misma:
Entra a su casa, se cerciora de que de verdad se encuentre sola, sube a su habitación y piensa mientras enciende un cigarrillo.
La ansiedad hacia que su frente sudara, las ganas de desvanecerse eran inmensas, su almohada era el único apoyo que tenía. Espero a tranquilizarse un poco, luego se paró un poco tambaleante, caminó, tan solo unos pocos pasos, se agachó, buscando abajo de su cama si único calmante. Al encontrarlo, torpemente lo tomó en la palma de su mano, lo observó por unos instantes, mareada y nauseabunda. Finalmente decide abrir la cajetilla. Pequeños, cilíndricos. Se reclamé los labios, no quiere hacerlo, pero sabe, de abstenerse probablemente le dará un ataque, uno fuerte, largo, y doloroso, no quiere eso, al menos no está vez.
Una vez tiene el cigarrillo entre sus dedos los acerca a su boca, colocándolo entre sus labios resecos. Y en un rápido movimiento lo enciende. Inhala profundamente, lo mantiene dentro de su boca, luego exhala, puede sentir el olor del humo impregnando su aroma en el aire, puede sentir como lágrimas recorren sus mejillas.
Luego de una larga espera el papá de Cadence por fin llegó, a su vez Kenan dejó de acosarla. Eso no ánimo su humor como lo esperaba, pues en su mente aún estaba Macy y la manera tan indiferente en la que actuó; no se detuvo a ayudarla, solo se limito a observar, como los otros idiotas siempre hacían.
Si había algo que odiaba de su manera de ser, era el tener expectativas altas en las personas, aunque estás fueran unas completas desconocidas.
El trayecto hacia su casa fue corto y repleto de las mismas preguntas de siempre. —¿Cómo estuviste?, ¿Te sentiste mal?, ¿Qué hiciste hoy?, ¿Alguien te molesto?—
No le gustaban las preguntas de Abel, sin embargo agradecía que se preocupara por ella. Con todo lo vivido en el día no se sentía con la mejor disposición para hablar detalladamente acerca de su día, por lo que solo dijo: —Todo fue bien—
Abruptamente su padre voltea a verla, al ver la cara de Abel, horrorizado está aquel hombre, como si hubiese dicho que pertenecía a una secta o algo por el estilo. —¿Algo está mal?— Abel pregunta impaciente.
Cadence suspira pesadamente, preparándose mentalmente para el interrogatorio que su padre le haría.
—No, todo está bien—
Tal y como piensa, Abel exaltado, empieza a soltar preguntas demasiado rápido que apenas puede entenderle. —¿¡Alguientehizoalgo!?, ¿¡Quétehicieron!?, ¿FueKenan?—
—No papá, te prometo que estoy bien, solo estoy... exhausta, estaré en mi cuarto, dormiré un poco— Cadence dice balbuceando.
Antes de que su padre pueda contestarle, la chica de ojos azules sale del vehículo despacio, se dirige a su casa y suspira.
Cuando llega a la puerta espera a su papá por cortesía, una vez llega, habré la puerta y deja que su hija entre primero.
Con la cabeza baja sube las escaleras, ignorando las miradas cuestionantes de su abuela y su padre.