Hera: La caída del sol y el rayo

El oráculo de Rodas

—¿Donde esta? — grité aferrándome de su túnica.

—Los gigantes me lo arrebataron— tomó mis muñecas, Helios se sentó en el diván escondiendo su rostro entre sus manos —Después que Gea les lanzara del Olimpo él me salvó, las raíces no se rompieron, el agarre de alrededor de mi cuerpo aún me mantenía atrapado, Gea lanzó una vez más esa mierda hacía mí, pero Ares se interpuso cubriéndome con su escudo— tensó la mandíbula derramando lágrimas.

—Z-Zeus no...— dije en un hilo de voz.

—Poseidón fue el último en llegar, distrajo a Gea lo suficiente para que Ares me liberase— tragó saliva —Fue ahí donde más gigantes comenzaron a llegar, luchamos, pero nada parecía afectarles, al asesinarles volvían a resucitar— negó —Fueron dos, dos malditos gigantes los cuales encadenaron a Ares y le encerraron en una vasija gigante— negué sollozando —Ellos se lo llevaron, Gea les mando a alguna parte— elevó la voz —¡Se lo llevaron y no pude hacer nada! — gritó y yo le abracé.

Él se aferró a mí y pude sentir el temblor en su cuerpo, ahora definitivamente todo estaba mal mi niño estaba atrapado. Rogaba a los dioses porque no le lastimaran...

—¿Dónde está Hebe? — musité y él se separó un poco de mí.

—Le envié con tus padres— suspiré con alivio —No encontré mejor lugar para mantenerle a salvo— acarició mi mejilla y yo me separé de él alejándome de su tacto.

—Vamos a liberar a Ares— susurré —Sé que ellos no le asesinaran, estoy más que segura— tragué saliva.

—Te prometo que lo haremos— dijo —Tendremos a nuestro hijo sano y salvo— enfatizó la palabra «nuestro».

—¿Qué ha pasado con el Olimpo? — pregunté.

—Cayó— Poseidón contestó.

—Los gigantes lo tomaron— agregó Morfeo.

—Helios tenemos que darnos prisa— caminé hacía él.

—¿Helios? — Zeus, Poseidón y Morfeo preguntaron al unísono.

—¿Pero qué carajos? — murmuró Morfeo examinándole.

—Pensé que era algún amigo tuyo— le dijo Zeus a Apolo el cual negó.

—Tu esposa y Helios— tomó aire antes de hablar y yo sentí un vacío en mi estómago al escucharle decir «tu esposa» —Ahora son humanos— Zeus frunció el entrecejo.

—Gea nos quitó los atributos— dije sentándome a lado de Helios —Ya no somos dioses— Zeus negó acercándose a mí. Sus ojos se envolvieron en energía y puso su mano en mi cabeza, sentí como una pequeña descarga recorría por ella, él se alejó entrando en ¿pánico?

—No puedo sentir nada— murmuró —Solo es un cuerpo humano— masculló incrédulo —Eso quiere decir que tu...— volteó hacia Helios.

—Ya debería de haber amanecido— dijo Apolo —Pero el sol no salió y no lo hará hasta que Helios vuelva a ser un dios— le vi con preocupación.

—¿Saben lo que va a pasar no? — Poseidón preguntó—Todo sobre la faz de los mundos comenzara a morir— dijo llamando nuestra aterrada atención.

—Exacto— le secundó Apolo —Las plantas comenzara a morir, los animales y consecuentemente los humanos—.

—Por los dioses— me puse de pie ofuscada.

—La temperatura comenzara a descender en unas horas más y aunque esto no los matara de un día para otro lo hará a pausas— Zeus explicó.

—¿Entonces solo habrá obscuridad en los mundos? — Morfeo preguntó.

—Si— Apolo balbuceó.

—Oh Helios lo lamento mucho— sollocé y él se puso de pie con rapidez —Lo lamento—.

—Bonita, ya te lo he dicho no es tu culpa— acarició mi mejilla —Vamos a salir de esto te lo prometo, no tienes por qué preocuparte— besó mi frente hasta que Zeus tomó mi mano y me alejó de él.

—Suéltame— dije entre dientes.

—¿Lo ves? — se burló Poseidón —Ahora le pertenece a Helios—.

—¿De qué habla? — Apolo preguntó.

—Que el rey se ha quedado sin su reina— Poseidón respondió.

—¡¿Qué?! — dijeron Morfeo y Apolo al unísono.

—Poseidón te ruego cierres la maldita boca— murmuré entre dientes soltando el agarre de Zeus regresando hacía Helios.

—Acéptalo niña, Zeus ya te ha hastiado— siguió —Ahora tu corazón está apuntando hacía un lindo solecito— se burló —Perdón a un apagado solecito— siguió mofándose.

—¡He dicho que te detengas! — grité —Helios por favor podrías explicarles lo que escuchamos y lo que decidimos hacer— le rogué —Y-yo solo necesito aire— dije reteniendo las lágrimas.

—Hera— murmuró él.

—Estoy bien, si sigo aquí no llegaremos a nada— gimoteé como tonta.

Caminé hasta la salida y al llegar me quedé en las escalinatas respirando como loca antes de sentarme y llorar como una estúpida viuda, mi pecho subía y bajaba con rapidez de una forma agobiada ¿cómo podían pensar eso de mí? Yo jamás me aburriría de Zeus por amar a otro, de lo único que me había aburrido era de que él me engañase con cualquier mujer que se le atravesara en su camino, estaba harta de que siempre me mintiese y me fuera infiel.

¿Por qué no me lo dijo? «Hera cuando pensé que habías muerto y jamás te volvería a ver tuve un amorío con una humana y tengo un hijo» le imaginé diciéndolo. Era posible que lo hubiese entendido, después de todo yo estaba muerta, él tenía que seguir con su vida. Pero siempre soy la maldita engañada, por más que traté de mantenerle a mi lado y que él sea solo mío, no puedo, nunca soy suficiente para él, es más, nunca lo fui y nunca lo seré «¿Qué se siente ser poca cosa?» dijo una vocecilla dentro de mi cabeza «¿Que todos solo te utilicen?»

—Ahora no— sollocé —Por favor—.

—Hera— escuche su voz a mis espaldas. Limpie mis lágrimas rápidamente.

—¿Qué quieres? —.

—Necesitamos hablar—.

—¿Qué más quieres hablar? — me puse de pie encarándole —Ya te he dicho todo lo que tenía que decirte— mis palabras chocaron contra mis dientes —Solo he sido tu maldita apariencia dentro del Olimpo— sollocé —¡¿Si no soy lo suficiente para ti porque no me lo dijiste?! — grité —¿Por qué mentirme? Solo me habría marchado y te hubiese dejado en paz para que buscases algo mejor ¡lo hubiese entendido! — me encorvé retorciéndome en mi propio dolor.



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En el texto hay: trianglo amoroso, drama, amor

Editado: 15.12.2020

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