Hera: La caída del sol y el rayo

Nadie puede entenderlo

—¿Vas bien con eso? — mordí mi labio observando a Zeus con Hades en su espalda.

—Sí, no es tan pesado— suspiró «¡claro que lo era!»

Llevábamos mucho andando por los aterradores caminos del inframundo, vi a Zeus alejarse mientras yo me detenía al ver algo parecido a una moneda destellar a un costado de mí entre la obscuridad, tal cosa llamó mi atención, más segundos después un grito se escapó de mi garganta al sentir como una fría mano tomaba mi tobillo, Zeus se detuvo alarmado y yo corrí hacía él abrazándole provocando que se tambaleara.

—So-solo quiero irme ya— lloriqueé como niñita por lo asustada que me encontraba —Este lugar es espantoso— hice una mueca —¿Estás seguro que no podemos llegar con un pasaje? — pregunté separándome de él para verle al rostro.

—Mi amor lo siento— besó mi cabeza —A dónde vamos ya no tenemos autoridad alguna— suspiró —Tenemos que hacer lo que los vivos hacen si quieren llegar— sonrió tratando de tranquilizarme —Además solo son almas en pena, no pueden hacerte nada— negué aun con el rostro escondido en su pecho.

Me obligué a separarme de él comenzando a caminar nuevamente. Mi cuerpo se erizaba al ver a las almas caminar frente a nosotros, me aferré a su brazo como la cobarde que era. Zeus se veía tranquilo más sus ojos no podían mentirme, el cansancio estaba consumiéndole, después de todo había perdido demasiada sangre al ser herido. No solo debía de llevar a su hermano en su espalda, sino que también tenía que lidiar con mi cobardía, pensándolo bien ¿cómo es que yo había logrado cruzar este maldito lugar y conseguir todo lo que hice? Indudablemente amaba demasiado a este hombre para tales hazañas. Ladridos se escucharon frente a la inmensa obscuridad que teníamos por delante.

—¿Qu-que es eso? — tartamudeé.

—No puede ser— Zeus murmuró —Cerbero— vi la preocupación en su rostro —Lo había olvidado—.

—¿Crees que nos reconozca? — entré en pánico.

—Si él está comportándose extraño como Hades no lo creo— otro ladrido hizo eco. El sonido de garras sobre la tierra se escuchó al parecer corría en nuestra dirección.

—¡Zeus! — elevé la voz.

—Mierda— Zeus tomó mi mano retrocediendo. Se escuchó más cerca hasta que una pequeña criatura salió de la obscuridad meneando su cola de un lado a otro.

—¡Oh mira! — dije con ternura —Es un cachorrito—.

—Pero que...— Zeus balbuceó.

—Un cachorrito con tres cabezas ¡Ah mi vida! — lo tomé entre mis brazos.

—Baja a esa cosa— dijo Zeus y yo le vi mal poniéndolo nuevamente sobre el suelo —Alguien debió de convertirle en cachorro— murmuró pensativo —¿Qué carajo ha sucedido aquí? Hades no tiene esta clase de poder—.

—¿Crees que alguien más ha tenido que ver con lo extraño de Hades y la apariencia de Cerbero? — pregunté y él asintió.

—Debemos de darnos prisa— comenzó a andar.

—Si— susurré volviendo a alzar al pequeño cerbero en mis brazos, ¡eran adorables!

—¿Qué? No, espera, no vamos a llevarlo— se detuvo.

—¿Cómo qué no? No podemos dejarle solo aquí, solo son unos bebes— mordí mi labio, él cerro sus ojos y suspiró.

—Bien, solo ten cuidado— escondí una sonrisa triunfante. Recorrimos una vez más el lugar hasta llegar a una pequeña colina, subimos la inclinada cuesta, y al estar en la cima vimos los dos imponentes ríos frente a nosotros, bajamos y las dos barcas se encontraban encalladas a las orillas de cada rivera.

—¿Cuál debemos de tomar? — él preguntó.

—El de la izquierda— dije y el asintió. Llegamos hasta la gran barca donde Zeus dejó caer a Hades dentro de ella.

—¿Crees que Radamantis pueda ayudarnos? — él subió, tomando a Cerbero para después alzarme a mí.

—Espero que si— la barca se movió por si sola.

Hades se removió alertándonos, Zeus puso su mano sobre la frente de este y una pequeña descarga le recorrió dejándole una vez más inconsciente. Me asomé a la orilla completamente nerviosa, apreté la madera bajo mis manos, hasta que sentí un par de manos deslizarse por mi cintura hasta envolverme en un abrazo, mi corazón se agitó siendo incapaz de voltear hacia él.

—¿Está todo bien? — preguntó recostando su mentón en mi hombro.

—Si— suspiré ante su cercanía.

—Tu cuerpo dice todo lo contrario— tragué saliva.

—¿Por qué lo dices? — reí de la forma más estúpida.

—Estas tensa— acarició mi estómago —Y ahí está tu risa extraña que aparece solo cuando estas nerviosa— volví a reír, tapando mi boca con mis manos rápidamente —Dime que sucede— se separó para tomar mis hombros y darme la vuelta —Puedes decirme lo que quieras— sonrió iluminando mi corazón.

—Es solo que no sé porque me pones nerviosa— dije sin ocultarle nada y él alzó una ceja —Se siente como cuando te conocí siendo mucho más jóvenes — mordí mi labio avergonzada, él rio avergonzándome mucho más, suspiré y me di la vuelta molesta.

—Lo siento— volvió a abrazarme por la espalda —No estoy burlándome de ti—.

—Si como no— balbuceé.

—Eh mírame preciosa— me volteó nuevamente —Es solo que había olvidado la inocencia que solías tener cuando te conocí— acarició mi mejilla.

—Lo sé, es tonto— suspiré.

—No, para nada que lo es— ladeó una sonrisa —Eres perfecta tal y como eres y solías ser— susurró —Amo tu locura, tu ira, tus celos, tus caprichos y lo malditamente salvaje que puedes ser— reí —Amo cada cosa que sea tuya— se acercó despacio hasta que sus labios se unieron con los míos.

Su mano apretó mis mejillas provocando que mis labios se abrieran, colando así su lengua, podía jurar que mis piernas ahora eran mucho más débiles que una rama seca, mi espalda chocó contra la barca, y pude sentir la fría coraza de su armadura contra mí. El sonido de nuestros besos y jadeos hacían presencia en el ensordecedor silencio, hasta que Cerbero ladro regresándonos a la realidad.

—No tienes ni una maldita idea de cuánto te deseo— murmuró en mi odio de una forma agitada. 



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En el texto hay: trianglo amoroso, drama, amor

Editado: 15.12.2020

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