Abrí los ojos despacio y estiré mi cuerpo adolorido bajo las suaves sabanas, al girar mi rostro me encontré con los preciosos ojos de Zeus los cuales me veían detenidamente, dándome la sensación de que él se encontraba pensativo ¿acaso había hecho algo mal? Fruncí él entrecejo y él parpadeó despabilándose regalándome una deslumbrante sonrisa de su parte agitando todos mis sentimientos.
—Buenos días— murmuró y cada cosa que hicimos vino a mi mente con rapidez.
«Quiero que me folles como si fuese la última vez» ¡No! ¡Por los dioses! ¿En verdad yo le había dicho eso? Escondí mi rostro en la almohada ahogando un grito a lo que le escuché reír. Deslizó sus dedos siguiendo la línea de mi columna causándome uno de los más mortales escalofríos jamás sentidos por mí.
—Mi amor mírame— susurró y yo negué —Vamos ¿qué sucede? — dijo —¿Te he hecho daño? — alcé mi cabeza de golpe.
—¡No! — me apuré a decir —Ha sido maravilloso— aclaré mi garganta —Es solo que un ataque de vergüenza ha venido por mí— suspiré.
—¡Oh vamos no es la primera vez que lo hacemos! Aunque ha sido incluso mucho mejor que las últimas veces— besó el dorso de mi mano —Desde que te hice mía por primera vez me has complacido como nadie jamás podría hacerlo— mordí mi labio —Tú tienes algo que me hace desearte como un maldito loco— puso un mechón de cabello tras mi oreja.
Mi mente traicionera trajo recuerdos de Helios recorriendo mi cuerpo —Lo siento— murmuré. Las palabras habían salido solas de mi boca.
—¿Por qué? —.
—Helios—musité y él frunció el entrecejo —Por lo que pasó entre él y yo—.
—Ya no importa— murmuró poniéndose boca arriba, con la mandíbula tensa.
—Fue mi culpa— musité sentándome mientras me cubría los pechos con la sabana —Debo de confesar que casi vuelvo a cometer el mismo error, pero él se negó, estaba molesta contigo, fue el día en que me lastimaste— acaricié mi muñeca y él se sentó de golpe.
—Hera sobre eso yo...—.
—Él dijo que estaba enamorado de mi— le interrumpí. Zeus negó desviando la mirada —Yo quería enamorarme de él— cada vez parecía mucho más molesto —Supuse que si había decidido todo lo que hice antes es porque el dolor que estabas provocándome era demasiado— tragué saliva.
— Sé que has dicho que comenzáramos de cero, pero ¿aun quieres enamorarte de él? — preguntó. «Juré que a cambio de tu perdón estaría a tu lado siempre sin importar que, asegurándome de que siempre estuvieses a salvo y así ha sido, en lo único que te he fallado es en evitar que Zeus te rompa el corazón una y otra vez» recordé la confesión de Helios. Toques se escucharon en la puerta sacándome de mis pensamientos.
—Mis señores lamento mucho importunar, pero mi señor Radamantis desea verles en el salón de la mansión principal— dijo una voz femenina tras la puerta.
—Bien— Zeus elevó la voz. Se levantó más que molesto, recogió la túnica del suelo y se la enfundó hasta sus caderas, tomó sus zapatos y el rayo.
—Zeus deja que...—.
—Vístete ya escuchaste, Radamantis nos espera— dijo.
—Deja que termine de hablar— elevé la voz molesta.
—No quiero escuchar lo confundida que estas— salió por la puerta azotándola tras de sí.
—Bien hecho Hera— musité abrazándome —No tienes ni siquiera que pensarlo— las lágrimas rodaron por mis mejillas —justo ahora es el momento en que menos confundida me encuentro, yo solo le amo a él— sollocé.
¿Después de todo que es lo que esperaba? No he sido una buena esposa, ni siquiera hablaba con él sobre mí, siempre le mentía ¿no? ¿Y si me engañó porque yo no le daba más que problemas? Supongo que soportarme se vuelve demasiado cansado después de muchos años.
¡Oh vamos! Ni siquiera pude contestarle que «no» que del único que quiero enamorarme es de él, sé que dije que quería a Helios, y me arrepiento de querer jugar con él por solo el hecho de que estuviese molesta y adolorida por Zeus.
«Le has hecho muchas cosas a tu esposo que has de rogar a los dioses que él siga a tu lado» dijo una voz en mi cabeza «Cada decisión estúpida que has tomado sin tenerle en cuenta le han causado dolor, incluso la muerte» sollocé tomando mi cabeza. ¿Gea?
—Lo siento— tomé mi cabeza —Zeus lo siento— gimoteé con los ojos fuertemente cerrados. «Entrégale su libertad o vas a asesinarle» rio —¡Déjame! — grité —Basta— musité abriendo los ojos observando como el cabello que se deslizaba por mi rostro se había tornado blanco —Zeus— susurré aterrorizada.
Corrí hasta el cuarto de baño tomando mi ropa, la cual torpemente puse, ni siquiera me detuve a colocar mis zapatos, corrí hasta la puerta y salí hecha un espanto por el pasillo de brillantes columnas «Aléjate de él y déjalo ser feliz» Negué como loca mientras corría hasta que unas risas me hicieron detenerme en seco, estúpidamente me escondí tras una de las grandes columnas, me asomé despacio observando a Zeus reír con una preciosa mujer de atuendos hermosos, solo hablan ¿no? ¿Entonces porque mi estómago se retorcía en un doloroso nudo?
«Su vida sin ti sería mejor»
«Solo míralo, se ve feliz, sus ojos no demuestran cansancio como cuando te ven a ti»
Pensamiento suficiente para que mi corazón se esfumara, deslicé mi espalda por la columna hasta caer sentada en el suelo, abracé mis piernas dejando que mis lágrimas corriesen silenciosamente por mis mejillas.
—Mi señor, Radamantis les espera—escuché decir a aquella mujer —¿Su esposa vendrá? — preguntó.
—No, solo yo iré— enterré mis uñas en el dorso de mi mano.
—Bien, le llevaré con él, por favor sígame—.
«¿Puedes ver lo inútil que eres?»
—Basta por favor— tomé mi cabeza. «No eres más que solo una espina en el pie de todos aquellos que te rodean» Estrellé mi puño contra mi mejilla de una forma violenta ¿pero qué carajos se supone que acabó de hacer? Algo tibio bajó por la comisura de mi labio, llevé mi mano temblorosa hasta ahí para después ver mis dedos manchados de sangre.