Heradise: Redención

VII. Encuentros y Reencuentros

 

05 de julio de 2045

Han pasado cinco años desde la muerte de Dante, como Konan había esperado, la imagen del Ángel llenó de coraje y fuerza a muchos Heridianos, que no dudaron en defender su hogar. Ese día, la gobernante de Faris caminaba con una pequeña sonrisa por los pasillos de su hogar, el templo legislador de su reino. Desde su primera plática con Sitara y Zyphon, la relación que deseaba forjar con ambos mejoró exponencialmente con el pasar de los años, confiaba demasiado en ellos.

Al cruzar el umbral, Konan divisó al otro extremo del salón a Sitara y a Zyphon. Ella consideraba que era el momento idóneo para que conocieran a Pandora, deseaba que ella los considerara fuertes aliados diplomáticos, provenientes de Luvixia. Aunque no todos en el templo estaban a gusto con la decisión de Konan, principalmente Caín, cuya lealtad se inclinaba más hacia el difunto Ronan. El vitor estaba seguro que lo mejor que podía hacer en esa situación, era permanecer alerta y mantener el ojo bien puesto sobre ambos renegados de Luvixia.

—Konan, ¿está segura de esto?

Caín esperaba que lo pensara mejor, no habían visto a Pandora desde la despedida de Dante y el discurso sobre quién llegó a ser en vida. Era un dato incierto cómo podría sentirse Pandora al tener ante ella a dos de los comandantes.

—No podría estar más segura, Caín —replicó con una mirada serena—. Ha pasado bastante desde que todo pasó, estoy segura que Pandora considerará recibirlos en su reino y que sean oficialmente residentes de nuestro universo. Imagina, el golpe que esto generaría en Azriel. ¿Combatir contra sus propios hermanos? Serviría para reformular sus planes, llegar a un acuerdo de paz.

Caín apartó la mirada de Konan y chasqueó la lengua. El plan de Konan sonaba muy bien, si el hecho generaba las reacciones que se esperaban, la guerra por fin podría acabarse. Sin embargo, algo no encajaba en todo eso.

—Konan, ¿qué le asegura que saldrá bien? Dorian tuvo contacto con él antes de que falleciera y era totalmente diferente, usted presenció cómo ejecutó a Dante sin asco, incluso me atrevo a decir que lo disfrutó. Con ese actuar tan frío y despiadado, ¿por qué temblaría al saber que sus hermanos lo traicionaron? Eso solamente logrará que su ira crezca. Es peligroso hasta para ellos mismos ser expuestos a Azriel.

Konan quedó pensativa ante el punto de Caín y admitía que él tenía la razón. ¿Qué le garantizaba esa reacción en aquel tipo que ejecutó a Dante? Aunque la probabilidad de éxito era desalentadora, debía intentarlo. Los Heridianos ya estaban hartos de la guerra incesante, si existía alguna oportunidad de acabarlo —por más estúpido que fuese—, debía intentarlo.

—Comprendo, Caín —colocó la mano en su mejilla y lo acarició levemente—. Pero ya debemos acabar con esto, los Heridianos están cansados de combatir constantemente, si hay una oportunidad de garantizar un tratado de paz, hay que usarla. El que arriesga, no gana, Caín.

—Entiendo… de todas maneras, estaré atento por si algo ocurre.

Al final, Caín se vio obligado a rendirse y permitir que Konan probara su alocado plan, si salía mal y los comandantes volvían a permanecer bajo máxima seguridad, estaría más tranquilo.

Luego de convencer a Caín, Konan convenció a Sitara y a Zyphon de visitar Gilius para tener una reunión privada con Pandora. Ambos estaban al tanto de los sucesos y reaccionaron de la misma manera que Caín, no estaban seguros de que fuera una buena idea, pero tuvieron que ceder ante la persuasiva voz de Konan. Sitara aceptó con gusto, de la misma manera que Zyphon, con la diferencia de que él, guardaba ciertas dudas.

 

 

24 de agosto de 2045

Angeline reposaba en uno de los grandes sillones de la oficina de Pandora. Leía un libro tras haber meditado por una hora, como acostumbraba tras cumplir sus quince años. Desde que empezó a vivir en Gilius, su rutina de práctica cambió drásticamente. Su percepción cambió, y evolucionó. En su mente meditaba, organizaba sus ideas, controlaba sus emociones y tenía pequeños encuentros con un ser singular, que se parecía bastante a su padre. Angeline se cuestionaba muchas veces quién era él y por qué era capaz de verlo únicamente en su mente, cuando meditaba. Y a pesar de las incógnitas que su presencia generaba, disfrutaba de su compañía, porque sentía en su corazón, que era su padre.  

—Hola Angie. ¿Cómo estás?

Rainer entró en la oficina y tomó asiento en otro sillón que hacía juego. Angeline sonrió al verlo y correspondió el saludo. Rainer no podía conversar frecuentemente con la hija de su difunto amigo, pero aprovechaba cada oportunidad que tenía. Dante no se lo había pedido, pero pensó que él hubiera deseado que se transformara en su figura paterna, al menos, quería intentarlo.

—Estoy bien, leyendo el libro que me recomendaste.

—Así veo, ¿te gustó?

Angeline afirmó su pregunta con un pequeño gesto y sujetó el libro contra su pecho.

—¿Cómo están Eve y Evelyn? —preguntó con interés.

—Ambas están bien en Bellger —dijo—, gracias a Járick. Siento que Járick y Ronan nos protegen desde el otro lado.




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