Capítulo 1. Recuerdo encendido.
“¡No mereces aspirar a nada!”
La sentencia de ese niño, invisible a los demás, se había quedado bien incrustada en la cabeza de Alan Thomas Fields, la escuchaba desde que tenía memoria. Y, a pesar de que ya tenía un par de años sin ver a ese niño que lo juzgaba sin descanso, no había día, incluso hora, en la que Tom no recordara alguno de esos dolientes aforismos sobre su persona.
“¡Deja de intentarlo! ¿No lo entiendes? ¡Eres solo un inútil! ¡Un asqueroso inútil!”
Esas frases parecían acompañarlo desde configuración de fábrica, talladas de por vida, sentencias de las que era incapaz de huir, para las que no había botón de reinicio. Hubo ocasiones en las que Tom se opuso al hostigamiento del niño, pero terminó aceptando lo que le decía porque al final, todo le salía mal en la vida. Su enfermedad, su incapacidad para socializar, su mediocridad, todo le confirmaba esa realidad y lo lastraba a esa falta de esperanza y de propósito. Tom alzaba la vista al futuro y solo veía vacío, un destino que lo atemorizaba a pesar de estar seguro de no poder huir de él.
“Solo sirves para dar lástima. Todos estarían mejor sin ti…”
Por eso, Tom había anticipado que sería rechazado para estudiar en el Instituto Estatal de Auxiliarías. Sabía que pasaría, aun así, había guardado una esperanza que fue destruida, como siempre. Además, no hallaba la manera de decirle a su madre la noticia, y que decir de a su padre.
“Ni siquiera mereces el oxígeno que te atreves a respirar, ¡mediocre!”
Tom contenía las lágrimas que luchaban por salir entre más era atosigado por esos ecos en su cabeza. No quería llorar en el transporte público así que siguió resistiendo hasta que llegó a su parada. Tom se bajó a prisa y se adentró al parque delante de la parada, buscó unos matorrales entre los cuales se ocultó y al fin, en la soledad, pudo soltar todo el pesar que le venía destruyendo el pecho y la garganta. Esas palabras le retumbaban en la mente y corazón carcomiendo los cachitos de esperanza que ingenuo aún guardaba. Así estuvo un par de minutos hasta que escuchó unos suaves maullidos, alzó la mirada y vio quien lo llamaba:
—Fí-fígaro…
El gato se le acercó más y se frotó con Tom quien lo levantó y lo acomodó sobre su regazo para acariciarlo.
—Tranquilo, ya estoy mejor —le dijo mientras se limpiaba el rostro y recuperaba el aire—. Creo que mamá y tú son los únicos a quienes no les molesta que llore.
El gato maulló y ronroneó en el regazo del joven. Tom buscó en su mochila y tomó el jamón del sándwich que no se comió en el receso y se lo dio al gato quien lo devoró con celeridad.
—Parece que tenías hambre. Fígaro, no quedé en el INESA. Ya sabía que me rechazarían, pero me ilusioné. ¿Por qué lo sigo haciendo sí ya sé la realidad? —dijo Tom con voz quebrada, el gato se alzó y se frotó en el pecho de Tom—. Como desearía ser como los demás, poder aspirar a algo.
«A veces me imagino, no sé, diseñando y creando cosas increíbles que todos disfruten. ¡Quién sabe! quizás hasta podría mudarme y vivir yo solito, sin ser una carga para nadie. ¡Hasta podrías vivir conmigo! ¿Te imaginas? ¡Seríamos compañeros! —Tom sonrió nostálgico y un par de lágrimas se le escaparon—. Pero, sería imposible, ¿verdad? Mi destino ya está escrito, y me da miedo.
Tom se limpió el rostro una vez más, de pronto una sombra le eclipsó.
—¿Aquí estabas, Tom? ¡Ah! ¡Hola, Fígaro!
—Ho-hola, Emi —saludó Tom asustado mientras se secaba las lágrimas.
Emilio se sentó al lado de Tom, trató de acariciar a Fígaro, pero este se escondió detrás de Tom.
—Ya no te vi en la salida.
—Es que, tenía reunión con mi tutor y salí algo tarde.
—¿Era para tus planes a futuro? —preguntó Emilio, a lo que Tom asintió—. Entonces, seguro ya te confirmó que no quedaste en el INESA.
Tom volvió a asentir y bajó más el rostro.
—Bueno, ya lo esperabas, yo te lo dije. Hablando de eso, ¿sabes que Omar Yldiz, fue seleccionado como cadete A para la Academia Militar de Petral?
Tom negó meneando la cabeza.
—Y te aseguro que nomás ponga un pie en la Academia se olvidará de sus raíces. ¡Oh! Y tu querida amiga —dijo Emilio e hizo comillas con los dedos—, Susana Marshall, ella entrará como cadete B. La neta no me sorprende, tu amiga está en la cúspide del privilegio; hermosa, acomodada y de familias de tradición militar. Sigo sin entender como te atreviste a fijarte en ella —se burló el joven.
Tom se encogió un poco y acarició a Fígaro.
—Pero, te tengo noticias, quizás uno de nosotros pueda salir de este hoyo. Sé que dijimos que no aplicaríamos ninguno de los dos, pero mis padres insistieron en que lo hiciera, y pues… ¡Tom! —exclamó Emilio—. Fui aceptado para la Universidad Nacional de Artes, ¡me dieron beca!
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Editado: 07.11.2024