Capítulo 7. Preludio.
A través de las ventanas del autobús se apreciaba el panorama de la carretera. Los árboles del bosque se ostentaban en una monótona mancha verde. Los altos cerros mostraban orgullosos su vegetación. Los Halcones Dorados no se perdían la vista.
—Es bueno tomar algo de aire libre, ¿no crees? —Luis se acomodó en el asiento mientras alzaba la mirada a través de la ventana desde el asiento de pasillo.
—Nunca he ido al Bosque de la Escarcha, dicen que es muy bonito —respondió Tom volteando al horizonte también.
—¿Nunca? —preguntó Luis un tanto sorprendido—. Yo he ido un par de veces, en esos viejos y buenos días solía ir con el abuelo. ¿Qué dibujas?
—Árboles, flores…
—¿Puedo verlo?
—Claro, aunque te advierto que no soy muy bueno.
—Pues no lo parece —dijo Luis mientras admiraba los dibujos de Tom—. Son súper geniales.
—No lo son, puedes decir la verdad.
—La verdad es que dibujas bien, si esperas que te diga lo contrario no pasará.
Tom le sonrió sin responder mientras Luis seguía viendo sus dibujos. A veces le parecía que estaba alucinando a Luis, jamás se había topado con un joven tan empático y comprensivo. Luis le devolvió el cuaderno a su amigo, un poco dudoso le preguntó:
—¿Has tenido suerte con tu potencial?
Tom negó con la cabeza.
—¿Qué harás? Si no lo subes no pasarás al siguiente periodo.
—Lo sé. Al menos ya no me meterán a la cárcel a mí o a mis padres, y solo será el pago de la indemnización. Quizás en varios años pueda pagarlo.
—Espera, ¿de qué hablas?
—Cuando me reclutaron nos dijeron a mis padres y a mí que tenía que venir o nos encarcelarían, además de pagar la indemnización por no haber cumplido con las obligaciones de la beca que tenía que aceptar a la fuerza.
—Vaya —meditó Luis en voz alta—. Creo que algo había oído y pensé que eran rumores. Es decir, no podías negarte a venir.
—No, no podía.
—Creo que nadie pensaría en rechazar una beca aquí, por eso para nadie es un problema eso de la indemnización o que te tengan que encarcelar. Le preguntaré a mi padre, quizás algo se pueda hacer.
—¡No! ¿Cómo crees? No molestes a tu papá por mí.
—Es que me parece injusto que estés aquí a la fuerza. ¿Tu familia puede pagar la indemnización?
Tom negó.
—Es injusto —dijo Luis—. Veré que puedo averiguar. Aun así, mientras estés aquí trata de esforzarte y no lo digo en el sentido de que le eches ganas, si no que creas en ti.
—No es tan fácil. Estoy cansado de creer y decepcionarme a mí y a los demás.
Luis suspiró y se acomodó en el asiento. Apoyaba a su amigo, pero le frustraba no saber como ayudarlo a tomar las riendas de su vida. Tom parecía derrotado, sin esperanza, ¿cómo ayudar a alguien así? Estaba seguro de que lo averiguaría.
Los pelotones de primer año llegaron a una pequeña base que tenía la Academia en las faldas del cerro donde comenzaba el bosque y a cada grupo se le asignó una zona. Esa noche la pasarían acampando y por la mañana subirían por el cerro. El sargento mayor Hill les explicaría al día siguiente la dinámica, por el momento los dejó divertirse en la base. Los pelotones se organizaron para preparar cada uno su cena en los asadores que tenían asignados. El sonido de la comida cocinándose en las brasas era opacado por los gritos y pláticas de los cadetes. Al terminar de cenar, se sentaron a la luz de la fogata a reposar.
—¿De que será el reto de mañana? —cuestionó Fanny mientras se recargaba en los hombros de Luis.
—Si es igual a como cuando estaba mi prima —le respondió Susie—, quizás tengamos que encontrar algo en el bosque.
—¡Buscar algo! ¡Qué aburrido! —chilló Jackie.
—Lo más triste es que ni siquiera nos dieron cerveza —replicó Ben.
—¡Oh, no! —exclamó Luis—. Imagina tener que cumplir el reto todos crudos; no es una buena idea.
—Es cierto… —contestó Ben mientras se acostaba en una de las mantas que habían acomodado—. Con resaca y subiendo por el bosque, es mala idea. —Ben se volvió a enderezar—. Sigue siendo una lástima, yo soy campeón bebedor.
—¿De qué hablas? ¿Campeón bebedor? —interrogó Aishah.
—Soy capaz de tomarme cinco shots de tequila sin ponerme ebrio —respondió Ben con orgullo.
—¿Solo cinco? —preguntó Aishah con burla—. Yo resisto hasta diez de mezcal.
—Nadie resiste tanto —reprochó Ian—. Bueno, quizás Gary; dinos, ¿cuántos shots resistes antes de caer?
—No soy bueno para beber —confesó Gary—. Creo que con un par ya estoy feliz. Prefiero tomar cerveza.
—Yo prefiero el whisky —les dijo Fanny, su inocente voz les hizo a todos mover un poco las cejas—. Mi tío tiene una colección, una vez me dio a probar uno afrutado.
—¿Afrutado? Eso no es whiskey —dijo Candace—. ¿Y tú, Susie? ¿Qué bebida prefieres?
—Prefiero las preparadas —respondió Susie—, dulces y con un elegante toque de licor.
—Suena muy a ti —agregó Luis entre risas—. En lo personal creo que estoy como Gary, prefiero la cerveza y de preferencia oscura. Tom, ¿tú prefieres la cerveza clara u oscura?
Tom lo contempló sin respuesta.
—¿No te gusta la cerveza? ¿Prefieres el licor? —continuó Luis.
—Es que… —Tom sintió la mirada de todos sobre él, avergonzado respondió—: yo jamás he tomado alcohol.
Los halcones se quedaron un momento en silencio, Ian y Ben se echaron a reír.
—¿Por qué no me sorprende? —se mofó Ben—. No me sorprendería si tampoco has tenido relaciones. Eres un inútil en muchos sentidos.
—Déjenlo, ¡no tiene nada de malo no tomar y no haber tenido relaciones! —lo defendió Luis.
Luis, al notar la incomodidad de Tom, hábilmente cambió de tema. Las horas pasaron; al final se quedaron Fanny, Luis y Tom fuera de la cabaña que tenían asignada. Luis seguía emocionado por mañana.
—¡Vamos a dormir, Luis! —rogó Fanny.
—Es temprano —replicó el joven—. Además, está como para que sigamos platicando, ¿no creen?
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Editado: 07.11.2024