Capítulo 11. Historia.
Tom caminaba despacio por uno de los corredores del primer piso mientras miraba su móvil de vez en cuando. Fanny le instaló un mapa de la Academia para ayudarlo a llegar a las oficinas de los profesores. Pasó por varias y llegó a la que buscaba. Tocó y esperó un par de segundos para escuchar una voz que le dijo que pasara. El cadete Fields no pensó que el destino le sonreiría así, tener esta oportunidad única de convivir un poco más con la capitana le aceleraba el corazón. Él estaba decidido a hacer un trabajo excelente para ella, después de todo, para Tom, Miranda merecía solo mejor.
Al entrar, Tom se maravilló por la oficina de la capitana, era más grande que la de otros profesores, contaba con una pequeña sala de estar de color naranja, varios gabinetes, un refrigerador de comida, otro de bebidas y varios cuadros de naturaleza pendían en todas las paredes. Para rematar el escritorio de color marfil con brocados en cobre donde un helecho trataba de ganar vista a las cosas que atiborraban la superficie del escritorio. Todo el lugar tenía la esencia de la capitana, hasta ese intoxicante aroma a rosas que se concentraba extasiando al cadete con cada respirar.
—Llegaste muy temprano.
Tom se petrificó al oírla y recordó sus sueños con ella, no era capaz de abrir la boca para saludar con propiedad. Al pasar unos segundos Tom advirtió que la mirada de la capitana sobre él se cansaba así que trató de hablar.
—¡Sí! Pe-perdón, es que, es que yo no quería gastar tiempo si me pre-perdía.
—¿Perderte?
—Yo, yo me pierdo en to-todos lados.
—Ya veo.
Miranda suspiró y negó con la cabeza.
—¿Su-sucede algo? —se atrevió a preguntar el cadete.
—Así es. La verdad, Fields, le dejé bien claro a Charlie que no te quería de mi becario.
Tom apenado bajó la cabeza.
—Lo-lo lamento mu-mucho, ca-capitana —dijo el cadete tratando en lo posible modular su voz y así no molestar e incomodar a la capitana con uno de sus lloriqueos.
—Tranquilo, en realidad esta vez no has tenido tú la culpa. Arreglaré esto con Charlie, en tanto no es necesario que vengas aquí. Te acreditaré las horas de todas formas. Aunque como no seguirás para el próximo semestre ni siquiera es necesario. ¡Qué remedio!
—No, pe-pero, capitana, ¿no hay algo en que pueda ayudarla?
Miranda regresó a su asiento detrás de su escritorio.
—Nada —dijo Miranda sin regresarle la mirada—. Ahora, se buen niño y retírate, ¿quieres? Tengo mucho trabajo que terminar.
—Ca-capitana, quizá yo…
—Fields, retírate, ya no me quites tiempo.
—Sí-sí, lo siento mucho, perdón.
Tom se alejó y al abrir la puerta escuchó a Miranda:
—Asistente, enciende el sistema de aromatización.
En eso los pequeños aromatizadores soltaron una picosa fragancia de manzana canela.
—¿¡No te dije que ya te fueras!?
Tom no respondió y salió de la oficina de inmediato. Fuera en la puerta permaneció con la cabeza baja por unos segundos. ¿Cómo se le ocurrió molestar a la capitana con su presencia?, se reclamó. No pudo evitar olfatearse, no le parecía que oliera mal, pero seguro él ya estaba acostumbrado a su propia peste y por eso no la notaba ya. Tom soltó una larga exhalación y se retiró, lo que Tom no advirtió es que del otro lado del pasillo el coronel Toriello lo había estado vigilando. Aun ganándose miradas extrañas de otros profesores. Al notar que Tom había salido del piso de profesores, el coronel se acercó a la oficina de Miranda y entró.
—Hola, Charlie —lo saludó la capitana alegre—. ¡Que bueno que has venido! Me ahorraste tiempo.
—Miranda, ¿dónde está tu becario?
—¡Ash! ¡Precisamente de eso necesito hablar contigo!
—No me has respondido.
—Justo se acaba de ir. —Miranda olfateó un poco ante un extrañado Charles—. Perfecto, ya no huele a medicina.
—¿Medicina?
—El cadete Fields huele a eso. No me gusta ese olor.
Charles contempló perplejo a la capitana quien seguía sonriéndole.
—Miranda, él no huele a medicina.
—Claro que sí. ¿Sabes? dicen que con la edad te haces menos sensible a los olores.
Charles se sobó el entrecejo.
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Editado: 07.11.2024