Ese día se sentía cansada, así que dispuso estar en la terraza de su habitación tomando el té mientras su nieta jugaba con la casa para muñecas junto a ella.
Mientras miraba hacia el jardín vio correr a la pequeña de cabello negro. Jugaba en el columpió de su nieta. Su corto cabello la hacia parecer un niño. Su carita es redonda, con una nariz chata y preciosos ojos almendrados de color verde.
La veía ocasionalmente, casi siempre en compañía de su nieta, quién disfrutaba jugar con ella. Se le hizo extraño que en esta ocasión no fuera así- Rosa no juega contigo esta vez?- le pregunta al girarse hacia ella.
-No abuelita, dijo que su papá estaba enfermo - respondió la pequeña mientras servía el té a una de su muñecas.
- Has visto a su padre?- pregunta la señora Emma, volviendo la mirada hacia el jardín; la niña ya no se encontraba en el columpio.
- No ávia...- Tere seguía en su juego - dijo que aún faltaba para que le conociera - la abuela la observó pensativa. Dejo que siguiera jugando mientras ella comía algunas galletas con las que acompañaba su té de la tarde.
La taza de té de la señora Emma entonces cayó al suelo- que torpeza la mía - hizo sonar la campana y una sirvienta entro poco después remplazando la taza.
- Tú madre sigue en su habitación - no era una pregunta, era una afirmación. Consuelo llevaba ya casi dos semanas encerrada en su alcoba. Entonces la taza cayó de nuevo, por segunda vez.
La sirvienta fue llamada de nuevo y del mismo modo remplazo la taza.
Tere vestía y acomodaba a sus muñecas por la alfombra y en la casita. Una tercera taza se cayó de la mesa de té de su abuela - Te sientes mal ávia? - se puso de pie y caminó hasta estar junto a ella.
-Me siento muy bien - le sonríe - al parecer sólo estoy algo torpe.
- Tiraste tres tazas - dijo la niña. Entonces la señora Emma se puso pálida.
El leve silencio fue interrumpido por un escalofriante grito proveniente del exterior.
Se puso de pie y fue hacia el balcón. Al asomarse una de las sirvientas estaba de pie, mirando hacia dónde ellas se encontraban, con su cara pálida. Uno de los mozos fue hasta ella a socorrerla cuando sus piernas no pudieron sostenerla más.
La señora Emma miró en el césped una sombra circular. Giro su rostro para ver con horror lo que había atemorizado a la joven y ahora a todos los que veían lo mismos desde el jardín.
Antes de que Tere pudiera ver, la abrazo hacia ella, ocultando su rostro entre las faldas de su vestido mientras se cubría la boca para evitar dejar salir aquel gritó que se arremolina en su garganta, mientras las lágrimas ruedan por sus mejillas, empapandola.
San Pascual Baylon, había nuevamente dado aviso.
A la vista de todos, el cuerpo de Consuelo colgaba y se columpia sostenido por el cuello, sin vida, desde el ático de la gran casa.