Heridas Ocultas

Capítulo 26

 

El domingo por la mañana me reuní con Derek y Jay. Derek tuvo la decencia de disculparse por el altercado de ayer. Sin entrar en una discusión, le dije que era la última vez que soportaba a Marissa cerca de mí o de Megan. Aún seguía molesto por lo sucedido. Revivir el momento me retorcía los intestinos. Sin embargo, estuve consciente que no debía estar a la defensiva con Derek. No comprendía su comportamiento cuando estaba con ella, pero no por eso iba dejar de hablarle a uno de mis mejores amigos.

En lugar de extender la "reconciliación" amistosa con Derek, platicó el enredo en que se vio implicado con Marissa y Cecy. Me sorprendió cuando mencionó que había tenido miedo a la hora dar explicaciones. Y como era de esperarse, Cecy le dio una bofetada. Marissa había reído por lograr lo que quería, pero su boca se cerró cuando un golpe femenino llegó a su rostro y no pude evitar sonreír al imaginarlo. Cecy salió del gimnasio antes de que los demás fueran testigos de un escándalo y fue así como Derek tuvo las agallas de advertirle a Marissa que jamás volviera acercarse a él porque la ignoraría. No sé qué lo llevó a eso, pero supuse que se había dado cuenta que realmente estaba interesado en Cecy más de lo que pensaba. 

Le pregunté a Jay qué había hecho mientras todo sucedía. Respondió que pidió otra ronda de tragos y se quedó esperando algo más emocionante en la mesa. Rió y le di un golpe en la nuca, sabiendo desde un principio que no sería de ayuda. Todo terminó en que Derek la persiguió hasta su departamento y la alcanzó antes de que cerrara la puerta en su cara. La cargó como un saco de papas y la llevó al auto, obligándola a escuchar sus razones. Cecy se tranquilizó, pero seguía un poco inconforme por haber visto a una de sus antiguas conquistas.

Después de esa agotadora conversación, me enfoqué en contarles lo que el agente Craig había averiguado de mi padre. No me asombré cuando Derek se levantó del taburete dispuesto a buscarlo como yo tenía planeado. Ambos éramos similares en ese aspecto. No nos gustaba perder el tiempo cuando a venganza se refería. Jay controló mi desesperación, recordándome que debía ser paciente, tal y como lo había dicho el agente. Llegué a la conclusión de esperar sin dejar pasar muchos días.

Pasé la tarde con Megan y como siempre, disfrutaba plenamente estar con ella. Cada vez era más estimulante y relajador. Era como si apagara ese interruptor que agobiaba mi mente constantemente. Lamentablemente, las horas pasaron hasta que tuve que despedirme. 

Era cerca de la medianoche y me fui al gimnasio a entrenar un poco. Me encontré con un chico que había peleado hace unos meses y lo enfrenté en el ring sólo para expresar la frustración que tenía escondido en algún rincón de mi cuerpo.

Cuando tuve suficiente, me dirigí al bar y luego de servirme un trago, me senté en una de las muchas mesas desocupadas. Estaba bebiendo tranquilo cuando Ernest ocupó la silla frente a mí. Lucía más viejo de lo usual. O tal vez tenía esa ilusión dado que no había hablado con él desde hace días.

—Te vi entrenar con Richard hace unos minutos, ¿por qué no peleaste hoy? —lo escuché decir mientras ordenaba una botella de tequila.

—Estuve ocupado. Y la verdad, he estado distraído las últimas semanas.

—Ya veo. Imagino que la distracción tiene un nombre, ¿no? —dijo, sonriendo—. Me refiero a la hermana del pequeño Chad. Quiero suponer que estando con ella te tiene así.

Thomas, el encargado del bar, le sirvió el contenido del tequila en un caballito y me negué cuando me ofreció uno. 

—No voy a negarlo. Megan es la chica más dulce que he conocido —admití, teniendo la libertad de expresarme con Ernest sin ser juzgado.

Asintió, aún manteniendo una sonrisa amable en su rostro.

—Eso necesitabas, Dominic. Te hacía falta encontrar a alguien que te endulzara la vida. Me alegro que lo hayas conseguido —hizo un brindis y rodé los ojos por su hostilidad.

En silencio, continué bebiendo en sorbos mientras visualizaba a mi padre metido en el alcohol y las drogas.

—Pero todavía hay una parte que sigue inquietándome —dije, mirando el vaso de whisky con el ceño fruncido.

—Antes de que Derek se marchara, me comentó que tenías novedades sobre Irwin pero no me dijo con exactitud de qué se trataba.

Suspiré y me tomé mi tiempo para contestar.

—Está aquí, Ernest. Después de dos años, regresó —miré sus ojos desorbitados y fue fácil saber que estaba impresionado—. Según el agente Craig, está involucrado en el narcotráfico y está viviendo en las orillas de la ciudad.

Cuando asimiló la noticia, frunció el ceño.

—¿El agente Craig? ¿Hablas de Dave Craig?

—¿Lo conoces? —cuestioné, inclinándome hacia adelante.

—Vaya, no sabía que era un agente —sacudió la cabeza y le dio un sorbo a su bebida—. Lo conocí cuando él tenía tu edad. Por lo que pude notar en ese tiempo, era un amigo muy cercano a Jocelyn.

Eso me desconcertó y me confundió al mismo tiempo.

—Nunca mencionó que conocía a mi madre.

—Bueno, la próxima vez que lo veas procura decirle por qué no te lo dijo —indicó y asentí, buscando un poco de sentido al interés del agente. Luego de una pausa, habló—: Me gustaría verlo. Dave era un buen chico. En varias ocasiones venía a pelear, era uno de mis favoritos —Dejó salir un suspiro y se encogió de hombros—. Pero de repente dejó de aparecer por aquí sin dar explicaciones. Desde hace años que no sabía de su existencia, hasta ahora que lo mencionaste.

Arqueé las cejas asombrado y miré el ring vacío, imaginando al hombre de cuarenta y tantos en alguien joven y hábil en una pelea.

—No sabía que el gimnasio era tan antiguo —pronuncié, volviéndome hacia a él.

—El lugar es todo una leyenda —sonrió melancólicamente, admirando su alrededor. Se aclaró la garganta y sus ojos cansados me miraron—. Pero regresando a lo importante, ¿qué pasará con tu padre?



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Editado: 03.11.2020

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