Aylin se encontraba en su habitación, visualizando las pocas cosas que había logrado comprar desde que llego a Ciudad central, recorriendo también la habitación que le había otorgado la escuela.
Gracias al pago extra de la escuela se pudo hacer de un pequeño horno de microondas, una cama de madera, un colchón, un marco con una foto de sus amigos que al menos siempre la hacía sonreír, también había comprado un pequeño ropero donde cabía su ropa, una mesa replegable y un par de sillas.
En realidad no necesitaba nada más.
Había conseguido amigos y una familia, algo que pese a que tenía, no podía terminar de apreciar.
Lo único que tenia de su hogar verdadero era un viejo broche con forma de ave que su hermana mayor le regalo antes de que escapara.
Hace tan solo una semana, Gill, uno de los diez miembros más poderosos del ejército de su familia había llegado a Ciudad Central con el fin de capturarla y hacerla regresar a casa.
Debido a eso, sus amigos terminaron malheridos y de no ser por la participación de los Top y Santiago, todo pudo terminar ahí.
Y lo peor de todo es que pese a tener el poder de protegerlos, nunca lo haría, de hecho no le pasó por la cabeza siquiera intentarlo ya que estaba consciente de que todo terminaría ahí, para todos.
Ellos le habían dicho que no importaba nada, que ella aún era su amiga, incluso siendo mitad Bloguma pero ella no se sentía segura, no por ellos, si no por su familia que ahora los tendría en la mirada.
Si se quedaba, sus amigos serían buscados por ellos y morirían tarde o temprano.
Su familia era muy poderosa, más que cualquier humano o súper humano y no dudarían en matar a quien sea que se ponga en su camino.
Apretó sus cienes con enojo al recordarlo.
Estaba dudando mucho y la única salida era una. Una que no quería tomar.
Mañana haría los preparativos, así que por ahora debía buscar algo para cenar.
Ese día llevaba unos pantalones de mezclilla azul, y una blusa blanca de manga corta, esto debido a que esa tarde salió con sus amigos. Se puso un suéter azul de cuello de tortuga y salió de su departamento rumbo a la tienda de conveniencia.
Se vio reflejada uno segundos en el espejo colgado en la entrada de su casa.
Ese espejo lo compro para mirarse constantemente y verificar que no se convirtiera en un monstruo. De verdad temía convertirse en un Bloguma y dejar de parecer humana por lo que se relajó al ver que aún era una chica de tez clara, de rostro redondo, nariz respingada y ojos oscuros, como los de sus hermanos. Sus cabellos lacios caían alrededor de su rostro.
Ella volteo el espejo antes de salir de su casa.
La tienda de conveniencia más cercana estaba a unos veinte minutos así que camino lento, mirando las calles oscuras que solo eran iluminadas por las luces de las farolas mientras que a lo lejos, la ciudad aun brillaba, como si no durmiera.
La primera vez que llegó, se sintió abrumada, había muchas cosas brillantes, cosas que ella no conocía pero sobre todo había gente sonriendo y siendo feliz, algo que en casa nunca veía.
Realmente había sido feliz en la ciudad.
Siguió caminado, entonces de reojo pudo ver algo moviéndose cerca de uno de los basureros públicos.
Se sintió alarmada, vigilada, tanto que se preparó para pelear pero eso no se movió de nuevo, entonces escucho un maullido cerca de ahí.
— ¿Un gato?— Preguntó Aylin en voz alta, relajando sus hombros.
Aylin se acercó a él con lentitud y estaba ahí, pequeño e indefenso y de un color negro brillante con bicromía en sus ojos, azul y amarillo.
El gato se movió un poco entre la basura y la vio después de un rato.
— ¿Eres un Bloguma?— Una preguntó al aire. Ella sabía que sí.
Los animales normales y los Bloguma eran más fáciles de diferenciar que en el caso de los humanos, pues los animales eran tan cual los libros de ciencias, peludos, grandes pero los Blogumas tenían siempre venas alrededor de los ojos además de que en términos generales, eran más amenazantes, como más grandes.
Ese pequeño gato no solo tenía los ojos marcados, sino que también tenía unas enormes garras y uñas, como las de un tigre dientes de sable del mundo más antiguo. Sus ojos detonaban inteligencia como ningún otro animal.
Era lo bastante pequeño como para no prender las alarmas, eso seguro pero ¿Cómo había llegado ahí?
Volvió a maullar.
Si lo dejaba ahí, lo encontrarían y lo matarían pero no podía hacer nada por él.
—“Eso nunca importo”— Le había dicho Johan aquella vez en el hospital mientras ella lo abrazaba y mientras ella lloraba.
Ese pequeño gato era un bebé ¿No?
Aylin corrió a la tienda de conveniencia y compro para su cena, sin preocuparse mucho, además compro un par de latas de comida de gatos pero dudo, ya que era un Bloguma pero debía gustarle el atún, como a cualquier otro gato.