Rose creció en lo que antes fue Ámsterdam, ahora conocida como Ciudad Montó Branden, una ciudad turística en su mayoría, llena de festivales, muchos hoteles, museos de historia antigua, zoológicos y claro, el punto específico de origen de Rose, el famoso barrio rojo.
Desde los tiempos antiguos el barrio rojo de Ámsterdam era muy popular y en tiempos actuales, la gente no quiso dejarlo atrás, convirtiéndolo en uno de los pilares más importantes de la ciudad por lo que el lugar fue dividió en dos partes. El muro, el lugar más grande, más exclusivo y más caro y Ruysdaelkade, un barrio tan grande como el primero pero con precios más accesibles, con todos los riesgos que podría conllevar.
Rose creció en Ruysdaelkade, como la hija de una prostituta.
Su madre, Tess Jansen era una mujer alta y hermosa, de cuerpo delgado, de grandes proporciones, tez olivácea, labios carnosos, nariz respingada y unos hermosos ojos violetas que dejaban en claro que pese a ser accesible, aún seria de las mujeres más cotizadas del lugar.
La mujer trato de darle de todo a su hija con tal de que ella no se convierta en prostituta.
—Cuando crezcas quiero que tengas la oportunidad de elegir lo que quieres ser— Dijo la mujer tocando su nariz con suavidad como solía hacer— No como yo, mi pequeña Rosa roja.
La niña no lo entendía al principio pero conforme fue creciendo, lo entiendo y pese a que odiaba el trabajo de su mamá, sabía que su mamá de alguna forma lo disfrutaba y bueno, ganaba bien.
La mujer llego a casa una noche bastante agotada.
—Te ves exhausta, supongo que fue un día... Pesado— La verdad es que Rose no tenía miedo de hablar sobre el sexo, al fin y al cabo vivía en el barrio rojo pero no podía evitar mostrarse recelosa al pensar que era su mamá de quien hablaba.
—Un poco pero hoy nos fue bien— La mujer le mostro bastante dinero físico— Creo que mañana podremos ir a ese lugar que te gusta tanto en la zona central del El Muro ¿Qué te parece?
— ¿Podrás? ¿No tienes turno mañana?— Preguntó Rose desde la cocina pues ya le estaba preparando algo de comer— La anciana loca del burdel dijo que te tendría trabajando sin descanso en temporada alta.
—Soy su favorita, me dejará faltar mañana— Tess se encogió de hombros.
—Es difícil de creer de esa vieja— Rose no pudo evitar pensar en la mujer y en lo gruñona y explotadora que era.
—Sí, lo sé pero tranquila, sabe que no debe matar a su mercancía así que tampoco me matara de cansancio— Tess acepto la tasa de té que le había preparado su hija— ¡Mañana sería un día para nosotras! ¡Es fin de semana así que tampoco iras a la escuela!
—Suena bien— Acepto Rose y entonces la chica fue corriendo a su cuarto para mostrarle sus calificaciones pero cuando regreso la mujer ya estaba cabeceando, por lo que dejo el papel sobre la mesa y la llamo— Vamos a la cama, mamá.
— ¿Eh? Ah, si…— Tess lo acepto y se dejó arrastrar por Rose.
Al día siguiente y como siempre que era fin de semana, Rose preparto el desayuno pero su mamá que aún estaba en su cama, durmiendo como un tronco. Siempre se hacia la fuerte pero la pequeña la entendida muy bien.
La chica desayuno, hizo sus tareas y entonces se sentó a mirar su celular con despreocupación.
—Buenos días— Su mamá se levantó con los ojos entrecerrados, con una mueca de flojera, aun se veía encamorrada, en general. Si la gente la viera así le parecería todavía más sexy y seguro muchos la comprarían.
Ese pensamiento estremeció a Rose.
—Buenos días ¿Quieres desayunar? Aunque ya son las tres de la tarde— Dijo la chica mirando celular.
— ¿Eh? ¡Las tres!— La mujer miro su propio celular con una mueca sorprendida— Deberíamos irnos para alcanzar lugar en…
Rose le miro con una ceja levantada.
—Lo siento— La mujer regreso a sentarse mientras apretaba sus labios— Supongo que estaba mucho más agotada de lo que pensé.
—No te preocupes, mamá, lo importante es que descanses— Le dijo Rose mientras se levantaba a servirle de comer— Por cierto, ya se acerca la hora de comer ¿Esperas a que haga algo?
—Hagamos algo juntas— La mujer se levantó para ir a la cocina con Rose.
—Suena bien— La sonrisa de Rose se ensancho al escucharla. Hacía mucho tiempo que no cocinaban juntas.
—Te enseñare a hacer platillos increíbles aunque en realidad muchas son recetas que robe de mis clientes— Admito la mujer poniendo sus labios sobre sus dedos como para que guardara el secreto.
Rose no pudo evitar reírse.
Esa tarde ambas cocinaron juntas y comieron entre bromas y risas. La verdad es que tenerse la una a la otra siempre les levantaba el ánimo y aunque no todo siempre era color de rosas, al menos, llenaba el alma de Rose.
—Sé que es duro— Tess acaricio el cabello de Rose, sorprendiéndola— Sé que no soy la mejor madre pero…
—No digas eso, mamá, me enorgullezco de decir que mi mamá trabaja muy duro por mi bien. El trabajo es trabajo— Rose tranquilizo a su mamá con una sonrisa— Al menos puedo decir que es un trabajo que te hace feliz.