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Se acercaba al amanecer a las tierras Sirias, el día parecía distinto desde una ciudad nueva. La noche se había ido con el grupo conformado por Moira y Egion Yurkemi, Vogel Drudwyn, Gregori Alastor, Ettard Boren, Anabeth Telret, Sker Urjan, Davoss Omael, Ektor Ohnor, Qaddis Dagmar y Lucían. Habían estado ablando por horas, contándose miles de historias, anécdotas, cuentos, mitos y leyendas. Hubo risas, tristeza, amores perdidos, guerras ganadas y pérdidas, demasiadas pocas horas para tanta vida.
Era como haber recuperado un poco de normalidad después de tantísimo tiempo, estar en familia, con personas en las que pueden poner su propia vida. Se retiraron a sus habitaciones casi al medio día, cuando Gregori casi se queda dormido sobre los almohadones. Lucían siguió a Anabeth, hasta la habitación donde ella estaba instalada. Pero, a ella le pareció que curar el camino que estaba tomando, iban al mismo lugar.
Se quedaron parados frente a la enorme puerta de madera de dos aguas, que tenía intrincados patrones labrados, lo que ella supo que contaban una historia.
—¡Esta es mi habitación! —le dijo señalando la puerta.
—¿Qué? —Lucían sonrío abiertamente, obviamente le había dado su habitación a Anabeth por órdenes suyas.
—¿Qué hiciste Lucían?
El hombre sonrió descaradamente.
—Esta es mi casa de veraneo, la habitación principal es la mía.
—¿Eres tan egoísta que no puedes compartirla conmigo o dormir en otro lado?
—¿Dónde piensas que voy a dormir yo? —interrogo fingiendo sentirse ofendido.
—Pues hay muchos cojines en el suelo.
—No jovencita, yo duermo en mi cama, si tú quieres duerme en los cojines —dijo abriendo la puerta de la habitación.
—Eso no va a ser posible.
—¿No?
—No.
Anabeth entro a la habitación, el aroma del incienso y especies de la habitación inundó su nariz. Lucian como el caballero que era la dejo pasar y cerro la puerta tras de sí, dejando el cuarto completamente oscuro. A su voluntad, las llamas de las gruesas velas colocadas alrededor de la habitación se encendieron, dándole un Matiz extrañamente acogedor a la habitación. Ella había estado usando la iluminación artificial, pero se preguntaba como luciría con las velas… ahora lo sabía, sumamente acogedor y romántico.
Anabeth se quedó de pie observando el juego de las velas ensimismado en sus pensamientos.
—¿Qué piensas mi amor?
—Lo asustada que estuve por perder a Egion, y lo afortunada que soy de haberlos encontrado a los tres.
—¿Solo a ellos tres?
—También a… Gregori es un lindo chico.
—¡Hey por favor! ¿Sabes lo celoso que puedo ser?
Él clavó la mirada en los hermosos ojos amatista de Lucían, este lentamente bajo su cabeza hasta encontrar los labios de ella. La habitación se llenó de una distinta a la del incienso, no era más fuerte, más rica. El rey maldito la vi a los ojos y sintió como sus colmillos se alargaban, por primera vez en los siglos que tenía de vida, sintió hambre, un hambre distinta. De sangre, su sangre. Roso el cuello de Anabeth con sus colmillos justo sobre la vena yugular, lo que envió chispas a través de la piel de ella, un sinfín de rayos de energía que hasta ese momento ambos desconocían.
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Creo que ya estamos a salvo otra vez ¿Puedes creer que estoy en Siria, en Damasco? Qué lugares encantador, lástima que parte de la ciudad esté casi en ruinas. Los elementales me han puesto al corriente sobre muchas cosas, cómo funciona el mundo actualmente, como funciona ese territorio bajo las “alas” de Lucian… Por cierto, ayer conocí a mis otros hermanos, Moira es un orador excelente, tanto que puedes escucharlo por horas. Vogel es muy serio, la forma tan educada, tan detallista… No son para nada como las imagine, son grandiosos y valientes, el arma letal de los lobos. El príncipe Gregori y Ettard se prefieren enseñarme técnicas de su raza, aun cuando el príncipe es un humano, Pero puede recordar algunos trucos… ¿Sabes? No entiendo su situación, pero anoche hablamos de tantas cosas.
En este momento estoy tan cansada que creo dormir el resto del año… Sé que esto te va a parecer increíble, pero tengo que decirte que tengo terror de llevar a cavo la conversión. Sé que también que te dije que jamás lo haría, que solo escaparía, pero… Lucían me entrego aparte de mi familia… así que le agradezco infinitamente el apoyo. También sé que prometí no involucrarme con él, creo que hasta prometí odiarlo el resto de mi vida… Pero no puedo, sé que fue el creador del ejército maldito, pero él no destruyó a mi gente.
Él me salvó de esa prisión, recupero a mi familia… ¿Cómo puedo culpar hora? … Tal vez tienes razón y todo esto lo hace para convencerme de que él es el “bueno” pero, ni siquiera me siento capaz de dudar de él o de sus intenciones. ¿Cómo cambian las cosas no? Nunca pensé intercambiar sangre con el destructor de todo… Sí, te soy honesta, en realidad desconozco su origen. En las crónicas de sangre solo mencionan que él ya era antiguo cuando el Oscuro, mi abuelo, nació. Creo que es algo que tendré que preguntarle…