* * *
Lucían estaba en los columpios que estaban en la parte posterior de la propiedad, pasando tiempo con Anabeth. El estaba sentado en una de las mesas del jardín observándola balancearse lentamente, amaba verla tan tranquila.
—Vamos Lucían, no hemos hablado en días realmente desde esa noche y se que estás evitándome.
—Yo no te estoy evitando, eres tú la que ya no tiene tiempo. Si no son tus hermanos, es Gregori o los elementales, incluso el mismo Ettard.
—Deja de actuar como un chiquillo celoso.
—¿Celoso yo?
Lucían golpeó la mesa con el puño evidentemente frustrado, porque Anabeth tenía razón, estaba celoso y estaba evitándola. No quería un rechazo después de que como un idiota se vínculo con ella, y no fue capaz de refrendarlo. La casa se quedó el absoluto silencio, lo cual era una sorpresa por toda la gente que les servían. Ella se paró y se dirigió al interior de la casa donde el resto estaba tomando un refrigerio tardío. A regaña dientes el la siguió, y se sentó junto a sus amigos.
—¿Por qué estas molesto?
Lucían negó llevándose una manzana a la boca.
—Lucían, ¿Qué pasa? Habla conmigo…
Él no levantó la mirada, estuvo a punto de levantarse pero una mano lo detuvo tocando la suya, lentamente se acercó a él y le susurro al oído.
—No te estoy juzgando, sólo quiero que hables conmigo… Amor.
Esto hizo que se volviera a verla, sintió como su corazón se alteraba y golpeaba contra su pecho con locura. Siempre había pensado que pasaría una vida antes de que ella le dijera de alguna otra manera distinta a su nombre o que le llamara con el corazón frente al mundo. Se levanto con calma y sin soltar su mano la guio a la intimidad de su habitación, serró la puerta detrás de si.
—Desde que te conocí… Siempre fuiste importante para mí, me prometí mil veces que no te pondría en esta situación… Que no te tomaría aprovechándome de ti y es todo lo que he hecho desde que te recupere.
Tenía razón, desde que estaba con el solo había estado dando órdenes. Pero todos necesitamos un empujón o dos de vez en cuando, desvío la mirada lejos de ella tratando de ordenar sus ideas.
—¿Eso es todo?
—Y luego te… Te tomo sin preguntar y encima de ella te marcó como si fueras una res.
Ella río y río con ganas, tomándole las manos sintiendo el contacto de su piel contra su piel.
—Eres un gran bobo — levanto sus manos y besó los nudillos de ambas manos —¿Qué no te diste cuenta?
—¿Cuenta de que?
—Yo también lo estaba esperando, deseando que… Todo aquello que estaba por suceder.. quería que sucediera algo entre nosotros. Aún lo hago, cada vez que te miro, qué te toco, qué te percibo cerca de mí.
Lucían se relajo como si el peso que había estado cargando se hubiera desvanecido de la nada, que había estado preocupado por haberla marcado con su esencia, sin preguntarle, sin saber lo que ella deseaba, quería o sentía, él simplemente había sido de los que toman siempre sin importarle nada. Pero ahora sobre todo tratándose de ella, todo tenía importancia, hasta el más mínimo detalle entre ellos era altamente relevante. La rodeó con los brazos y clavo su cabeza el cuello de Anabeth, ella lo rodeo por la cintura… Dios, ella siempre olía tan bien, un aroma a rosas y anoche, algo suave y fresco además dulce. Amaba eso de ella, además de todo lo demás.
Se puso a pensar en la última vez que la vio, el fatídico día cuando la destrucción de los Trelkian, si solo la hubiera llevado consigo, hubiera evitado los siglos posteriores. Su encierro, lo que él hizo después de su desaparición. Fue la primera vez que conoció las emociones de alguien con un vínculo hacia otra persona, había escuchado que las emociones y los desvaríos de ellos, que se multiplicaban por mil cuando es con alguien desaparecía o moría, descubrió que la palabra amor y para siempre tiene otro contexto diferente.
Ese día Ettard le dijo que Anabeth había desaparecido, fue como el verde del color del mundo desaparecer ante su uso, las emociones… Todo se volvió en blanco y negro sin vida, nada. El golpe del vacío inicial fue reemplazado por una única ilusión que se quedó en su alma, la ira. La furia que se desató, trajo peste y muerte por doquier, por cualquier lugar donde caminaba buscando a la gente de Dragos. Desapareció por completo a su ejército, buscando cualquier pista cualquier indicio, mato a tantos. Le tomó mil años tranquilizarse, disminuir su ira y volver a un estado de confort aparente. Después de eso nunca fue el mismo…
Hoy en día, una vez más era distinto.