Hermanos

Marcela.

Después de la muerte de Jhon Marcela se quedó sola, había perdido a sus padres hace un par de años y era hija única. No tenía trabajo y dependía del dinero que Jhon le proporcionaba. Su bebé nació 3 semanas después. Le puso el nombre de su padre.

Después del nacimiento de su hijo buscó empleo, pero nunca había hecho nada en su vida, y al ser madre soltera las puertas se le cerraban en la cara, empeñó algunas joyas que tenía, pero pasado algún tiempo los gastos y las cuentas la ahogaron, tocó puerta por puerta y cuando no tuvo opción, se acercó a un club nocturno.

Ahí encontró Richard; él le habló de Robert un tipo pequeño, de voz dura, mirada lasciva, rodeado de un par de matones y sus más cercanos colaboradores: Brandon y él.

Después de días de meditarlo y cuando el amor a su hijo tuvo más fuerza que su propio orgullo tomó su celular y le marcó a Richard. La citó en una cafetería. Marcela estaba muy nerviosa, le temblaban las piernas y le sudaban las manos.

Se puso unas zapatillas negras, un vestido que resaltaba su figura, tenía un ligero escote en la espalda, se perfumo y maquilló; se miró al espejo y se dijo a sí misma "¿será demasiado?" A lo cual se respondía "nada es demasiado para darle la vida que merece a mi pequeño Jhon". 

Marcela encargó a su hijo con una niñera, al dirigirse hacia allá robaba miradas, amaba ser el centro de atención, pues no solo encantaba a los hombres sino también a las mujeres, algunas mostraban celos de su cuerpo joven y bien formado, otras incluso pensaban "no me molestaría estar con ella".  

Tenía un caminar ligero, elegante, piel morena y suave, una voz firme pero delicada, y una sonrisa sensual. Era una provocadora, alborotar a hombres y mujeres era casi un pasatiempo, pero solo era eso, le gustaba saberse inalcanzable, pues nunca saldría con ninguna de esas personas y mucho menos podrían tenerla, y justo ahora todo estaba por terminar; si la aceptaban sería de cualquiera que pudiera pagar el precio, le daba asco la idea. 

Llego a la cafetería, ahí ya la esperaba Richard, siempre vestía un traje blanco y tenía un reloj distinto para cada día de la semana. Se acercó a la mesa y el amablente acomodó su silla. Cuando ambos estuvieron sentados ordenaron un café y Richard habló.

-¿Estas segura de esto?, cuando uno entra ya no hay marcha atrás.

- Por más que he buscado esta es la única solución que he encontrado.

- Bien, pero te advierto que Robert no es una persona fácil, mantén tu carácter, eso ayudará mucho.

  • - Agradezco mucho tu ayuda, pero, ¿podría preguntarte algo?
  • - No me digas que ya te arrepentiste.
  • - No, para nada, pero apenas nos conocemos ¿cuál es tu verdadera razón para ayudarme?
  • - La única razón siempre son los negocios ¿estás lista?
  • - Claro
  • Pidieron la cuenta y se marcharon del lugar en el auto de Richard. Llegaron a un hotel lujoso. En la suite presidencial ya los espera Robert con sus dos gorilas.
  • - ¿Es la chica de la que me hablaste?
  • - Si señor
  • - Bien, ¿cuál es su nombre señorita? Y recuerde no mentir, aquí castigamos severamente las mentiras.
  • - Marcela, señor
  • - Me gusta, bien educada, esa primera pregunta solo fue una prueba, sabemos todo de usted, su bebé, sus padres, que es "viuda", aunque la verdad no se si se le pueda llamar viuda a la amante - a Marcela le fue difícil controlar su reacción ante ese comentario, pero sabía lo que estaba en juego, Robert sonreía y continuó-ñ.
  •  
  • - Es usted hermosa, una buena candidata, pero eso no le asegura un lugar aquí, a nosotros no solo nos gusta satisfacer al cliente - hablaba mientras la examinaba de arriba a abajo y caminaba a su alrededor para mirar cada detalle de su cuerpo. - A nosotros nos gusta considerarnos artistas, es por eso que los mejores clientes nos buscan, nuestro servicio es de la más alta calidad y como tal se requieren ciertas virtudes.

Se detiene, la mira de frente y le pregunta - ¿sabe usted ser discreta? - ella responde que si con un gesto - Excelente, pero no sea tímida, la timidez no va con nosotros, a menos claro, que el cliente lo pida - acerco su rostro y su aliento a alcohol inundó la nariz de Marcela .

  • - Para contratarla, necesitaremos una prueba ¿me entiende? - comenzaba a desabrocharse el pantalon
  • - La prueba la tiene ante usted, si requiere mis servicios deberá pagar el precio - sobrio coquetamente aunque por dentro moría de asco, de nervios.
  • - ¡Menuda puta! ¡esa es la actitud que buscamos! - se carcajeo. - Richard, preparala, la quiero lista para esta noche.

Richard se acercó a ella y salieron de ahí juntos. La llevo a su casa en su auto. 

- Lo hiciste bien Marcela, bienvenida

- Gracias, supongo.

  • - Ahora te explicaré unas de cosas, primero, busca un nombre, no usarás el real con los clientes; segundo, jamás te involucres con un cliente, es como los psicólogos, no esta bien, siempre se complican las cosas cuando algo así sucede - llegaron a la puerta de su casa.
  • - Gracias pero me resultan algo obvios tus consejos
  • - No son consejos, son reglas - saco un sobre de su saco blanco - Aquí hay 3000 dólares, es un adelanto, comprate ropa para el trabajo, tu sabes a que me refiero.
  • Marcela extendió la mano y lo tomó con dudas. Estaba dando la media vuelta cuando Richard dijo algo que la heló.
  • - No olvides que sabemos todo de ti, no hay marcha atrás, si se te ocurre siquiera intentar huir, tu y ese pequeño bastardo... bueno tu ya lo sabes - se puso sus lentes de sol - paso por ti en la noche - acelero y Marcela la perdió de vista.

Entro a su casa, fue a buscar a su hijo, quería abrazarlo y ver que se encontraba bien, dormía en su cuna, lágrimas comenzaron a inundar sus ojos, su maquillaje perfecto se diluia. - Gracias a dios que estás bien - lo cargo y lo tuvo en sus brazos. La niñera, Martina, observó la escena, era una señora de alrededor de cuarenta años, regordeta, fornida, masticaba chicle.

  • - Parece una buena persona, ojalá no la maten - Marcela se quedo sin habla, mirando a Martina con terror y odio, ¿ cómo era posible? - no debería sorprenderle, Robert siempre cuida sus inversiones y las mujeres como usted son las más fáciles siempre - se acercó a ella, Marcela instintivamente alejó al niño lo más que pudo - cuidaré bien a su hijo, se lo prometo, pero por favor viva.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.