Hermes, mensajero y negociador
El historial de Zeus ha sido siempre muy enfermizo, repleto de actos inmundos e impunidad, por eso esta historia no es la excepción.
Cuando Zeus notó como Hades observaba a su hija Perséfone, su corazón se llenó de perversidad y su mente de oscuros pensamientos. El lazo sanguíneo entre los tres no le importaba, tampoco a Hades, quién bajo el plan de Zeus, aceptó secuestrar a la divina Perséfone para ultrajarla carnalmente.
Fue una tarde, cuando la joven Perséfone se encontraba recogiendo flores en compañía de algunas ninfas y las diosas Atenea y Artemisa. Mientras las ninfas (cómplices de Zeus) distraían al par, una se acercó hasta Perséfone:
– Bonito ramillete de flores el que traes – le dijo – pero sería mucho más bello si le colocaras uno de esos lirios blancos que crecen más allá del jardín, de manera silvestre.
Vil engaño. Perséfone se alejó del jardín y de la vista de sus tías, y en el momento en que recogió uno de los lirios blancos, la tierra a sus pies comenzó a temblar abriéndose ante ella una gigantesca grieta por dónde surgió Hades para raptarla de manera tan veloz que ninguna de sus tías logró enterarse de lo ocurrido.
Zeus había planeado todo hasta el último detalle, pero claro, cuando en la acción hay más de un interviniente, jamás se sabe su desembarco. Hades se había enamorado de la muchacha…
Extrañada por la larga ausencia de su hija, Deméter comenzó un peregrinaje alrededor del mundo con el objetivo de hallarle: preguntó a dioses y humanos, pero el paradero de su hija era totalmente desconocido. Enviciada por la búsqueda, Deméter descuidó sus labores como Diosa protectora de los campos y las cosechas, retirando sus favores y por ende, condenando al mundo a perecer. Los campos dejaron de producir alimento y poco a poco los humanos fueron muriendo de hambre.
A su regreso al olimpo, Deméter habló con Zeus
– Esto ha sido obra de un olímpico, de eso no cabe duda – afirmaba Deméter – Ninguna hija mía desaparecería de ésta forma y sin siquiera haberme dado indicio al respecto.
Ante sus palabras, un mal presagio invadió el cuerpo de Zeus, quién temiendo ser delatado por las ninfas prometió a Deméter tomar cartas en el asunto.
Fingiendo utilizar su sabiduría, Zeus aprovechó el momento para dar muerte a las ninfas de aquel día y simuló haber recolectado información mediante tortura.
– Fue difícil, pero logré sacar información de las ninfas – dijo Zeus a su esposa – Está en el inframundo, con Hades…
Invadida por la furia, Deméter se dirigió al inframundo y le exigió a Hades que devolviera a su hija o afrontara las consecuencias, pero este se negó rotundamente. De hecho, el Dios y Perséfone se habían casado.
Sin saber qué hacer y tratando de evitar cualquier conflicto bélico, Zeus requirió ayuda a uno de sus hijos.
– Hermes, hijo mío – dijo Zeus – Tú has de viajar al averno muchas veces, guías las almas hacia el inframundo, y como conocedor del lugar, te encomendaré una misión.
“Deberás hablar con tu tío, pídele por favor que libere a Perséfone, Deméter acabará con todo si no devuelve a la chica. Sé que a ti te escuchará.
– Ella ya es una Diosa, padre – le contestó Hermes – es la reina del inframundo, no creo que esté del todo contra su voluntad. La he visto con mis propios ojos: créeme, ella también atesora el poder.
– Convéncela, no importa cómo, pero hazlo, eres el único capaz de dar fin con todo esto.
“Toma, para el Caronte – le dijo, y le lanzó un óbolo, señal de que Zeus temía en verdad, pues éste era avaro como pocos.
Sentados a la vera del Flegetonte, mientras Perséfone deambulaba por el lugar, hablaron a solas el divino Hermes y el glorioso Hades.
–Tío, sólo obsérvala – habló el Dios mensajero – es feliz contigo, sí, pero jamás se sentirá plena si no visita también al resto de la familia. Su madre pide por ella y ella también pide por su madre internamente, aunque lo oculte. Eran ellas muy unidas, recuérdalo. Si la amas verdaderamente, déjala ir, deja que regrese y vea a su familia ¿Qué sentirías si tú y yo nos distanciáramos contra nuestra voluntad?
Hades escuchó las palabras de su sobrino, Hermes tenía razón, hablaba con astucia. De entre todos los dioses, Hermes era el más cercano a él, el Dios del inframundo lo veía como el hijo que nunca tuvo, y por ello sus palabras le hicieron vibrar la conciencia.
– ¿Pero qué hay de mí? – contestó Hades – Siempre he sido yo quién se sacrifica por el resto; aquí la soledad es aberrante. Jamás he tenido esposa o hijos, nadie me visita además de ti, y apenas puedo visitar la tierra. Sacando a Perséfone, podría decir que solo te tengo a ti y a Cerbero.
Hermes se vio conmovido, y como el ser elocuente que siempre fue, le dijo…
– ¿Qué tal si la dejaras ir, pero se viera obligada siempre a regresar, lo quieran o no los demás? – Hades lo observó entonces con sumo interés – Aquellos que han de tomar algo del tártaro se ven encadenados por siempre a él ¿No es cierto? Solo bastaría con que comiera una granada cultivada aquí y estará por siempre obligada a regresar.
El plan de Hermes era muy astuto, por ello Hades no perdió tiempo y engañó a Perséfone para comer lo cultivado en el inframundo. Luego de ese día y a partir de entonces, las negociaciones fueron a favor de Hades, y finalmente hubo un acuerdo dónde todos mostraron conformidad. Seis meses pasaría Perséfone de visita en la tierra y otros seis meses pasaría junto con su esposo.
En consecuencia a esto, mientras Perséfone se encuentra con Hades, Deméter otorga su protección a los campos linderos a la puerta por dónde su hija retorna a la tierra, mientras que cuando se encuentra con ella, la protección la reciben los campos que han recibido su amparo desde antaño. Creando así, los ciclos de invierno y primavera alrededor del mundo.
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Editado: 20.03.2020