Luego del examen Athalia estaba demasiado frustrada, se puede decir que no le fue muy bien. Se decidió por ir a sentarse debajo de un árbol, el cual le hizo compañía desde que entró a la universidad en cada receso y tiempo libre, ya sea mientras Lía leía un libro, estudiaba, o simplemente intentaba matar el tiempo, sola o con sus amigos. Ese era su lugar favorito en el campus. No había mucha gente por los alrededores y estaba cerca de la cafetería.
Con un café en una mano y su celular en la otra se recostó en la corteza rugosa de aquel viejo y torcido árbol. Se colocó sus auriculares y mientras escuchaba una de sus canciones favoritas cerró los ojos, saboreó aquel café que tanto le gustaba y pensó. Su mente rondaba entre mil temas, uno de ellos: Nate.
Nate fue una etapa en la vida de Lía, la cual sinceramente no quería traer al presente, mucho menos luego de tanto tiempo intentando olvidarla. Esperaba no llevarse una sorpresa en la cena de esa noche. La relación con sus padres no era tan linda como Athalia hubiera deseado, al principio fueron los mejores padres que ella pudo pedir, luego algo no salió tan bien como lo esperado, y su relación cayó en picada por un precipicio. Así que técnicamente sólo se veían en reuniones o comidas familiares o en alguna situación a la que obligadamente todos tuvieran que asistir.
Pensar en esto la llevó a recordar muchas cosas de su pasado, comenzó a sudar frío y sus latidos aumentaban de velocidad. Abrió los ojos de golpe y trató de calmarse, un ataque de pánico en medio de una universidad llena de personas no sería muy fácil de controlar. Así que se levantó del césped verde recién cortado y caminó rápido a los baños antes de que sonara la campana que indicaba el receso. El trayecto no era muy largo, pero en esos momentos se había hecho eterno, sólo faltaban un par de metros para llegar a su destino cuando una mano de posa en el hombro de Lía, lo cuál hizo que la susodicha girara su cabeza hacia esa dirección a una velocidad casi sobrenatural.
Su mejor amiga, Cala, la miraba de manera preocupada. Ella era de las pocas personas que sabían sobre lo que le pasaba a su amiga.
Ambas entraron al baño y Lía mojó su cara con agua fría, se miró unos segundo en el espejo tratando de calmar su respiración, cuando mas o menos lo logró se giró hacía su amiga y ésta la abrazó.
-¿Estás mejor?- preguntó Cala al separarse mientras acariciaba el cabello de su mejor amiga.
-Si, gracias. Solo fue un mal recuerdo.- Intentó sonreír, pero lo que salió de sus labios se pareció más a una mueca que a una sonrisa.
-Bien, ¿Quieres ir a casa?- Lía negó con la cabeza y ambas salieron de baño en dirección a su salón.
Después de una larga jornada Cala, Stella y Lía llegaron a su departamento. Las dos últimas preparándose mentalmente para lo que les esperaba en unas horas. Aunque a Lía la esperaba una siesta de al menos un par de horas… ¿Qué? Era una buena manera de despejar su mente.
Un par de horas antes de la cena Athalia se levantó de su cómoda cama, la cual la atraía como un imán, y más cuando sus ganas de asistir a esa cena eran nulas. Luego de una larga ducha se vistió no muy formal, pero tampoco de una forma casual, sabía que si iba con la ropa que ella quisiera usar, su madre la miraría con más desprecio del normal y sería capaz de echarla de su casa. Así que una camisa color crema, jeans negros y botas de tacón, no eran una mala elección. Puso algo de maquillaje en su pálido rostro, y trató de acomodar aunque sea un poco su pelirroja melena. Se miró en el espejo y la imagen que éste le devolvía no era tan mala.
Se encontró en la puerta del departamento con su hermana, sin duda se veía hermosa, como siempre, por momentos Lía sentía envidia de su hermana, aunque una envidia sana claramente, se veía bien incluso sin proponérselo. Las dos emprendieron rumbo a su antigua casa, sin saber quién allí las esperaba.