Hermosa Mentira

Capitulo 4.

Ya en la casa de sus padres Stella tocó timbre, Athalia estaba intranquila, movía sus pies, arreglaba su cabello y sus manos sudaban. Cuando vió a una mujer- bastante parecida a ellas, pero con mucha más elegancia de la que ambas podrían alcanzar alguna vez- abrir la puerta. Nunca se sabía qué esperar de Natalie Jackson, si un abrazo o una reprimenda.  
Aunque a juzgar por la enorme sonrisa enmarcada por un labial rojo que yacía en sus labios, Natalie estaba feliz, algo importante había pasado, y esperaba Lia por su bien que no fuera lo que ambas hermanas imaginaban. Rezaba porque si existiese alguna figura divina, ésta estuviese de su lado. Su nerviosismo aumentó cuando no supo como saludar a su madre, si con un beso en la mejilla, un abrazo o simplemente un “hola”, y no es nada alentador que te pase esto justamente con tu progenitora.  
Para sorpresa de ambas hermanas su progenitora se abalanzó y las abrazó a las dos como si fuera algo normal entre ellas, como si la situación se tratara de una familia que se ama y sus hijas hubieran vuelto a su hogar luego de unos pesados meses en la universidad. La situación era bastante diferente, pero se iba a poner aún peor en unos minutos.  
Se separaron de ese abrazo que no fue para nada acogedor, sino que parecía bastante forzado. Las 3 pasaron al recibidor de la enorme casa. Allí se encontraba la abuela de las chicas, aquella señora de avanzada edad, que no podía caminar muy bien sin ayuda de su bastón de madera, el cual poseía desde que Athalia tenía memoria. La señora las miraba con orgullo, como si fueran todo lo que ella podía esperar.  
Athalia fue la primera en avanzar y darle un apretado abrazo, a ella si la echaba de menos, la visitaba seguido, pero nunca era suficiente para ella, necesitaba su apoyo y compañía, sus consejos, sus charlas en medio de un desayuno que solían preparar entre las dos. Ella le había enseñado tanto, la había ayudado en todo lo que Lía se había propuesto, y sin embargo ahora que estaba en la universidad ya no tenía tanto tiempo para ella.  
-¿Cómo has estado? Te extrañaba mucho.- dijo la jóven al separarse del cálido abrazo.  
-Muy bien cariño, y espero que tu igual- seguido de sus palabras la mujer mayor le giñó uno de sus ojos claros a su nieta. Esos ojos que Lía siempre había envidiado por ser herencia familiar desde muchas generaciones atrás, pero no para ella.  
Stella también saludó a su abuela y las cuatro pasaron al living de la casa, donde estaban todos. Intercambiaron saludos con la familia y el par de hermanas tomó asiento en uno de los caros sofás que de seguro Natalie se había encargado de comprar en alguna tienda con costos demasiado elevados incluso para una familia de su clase social. Todo era felicidad por el reencuentro y anécdotas por parte de sus primos y tíos de sus vacaciones. Cuando todos se callaron y miraron en dirección a las escaleras Lía que estaba de espaldas se giró levemente dirigida por la curiosidad de saber qué los había hecho callar, y deseó no haberlo hecho, justo en el momento en que se topó con aquella cabellera de un tono casi naranja y esos ojos verde mar que no veía hacía años. Deseó que fuera un sueño y que ese reencuentro sólo existiera en su cabeza como una suposición como pasó los últimos días.  
De pie al final de la escalera se encontraba la causa de sus pesadillas, del odio por parte de Natalie hacía Lía, allí se encontraba su hermano, a quién no esperaba ver al menos por unos cuantos años más.  
Bajo la atenta mirada de todos los presentes Nate avanzó y se detuvo al lado de su madre quien lo miraba con una enorme sonrisa. Era obvio, y sí supuse que esa era la razón de la felicidad de mi madre, pero en el fondo deseaba que solo fuese una mala jugada de mi mente al recordar viejos tiempos. Pero no, el estaba parado frente a mi, con odio reflejado en sus ojos, ese odio del que jamás entendería la causa, ese odio que la había inculpado de cosas horribles. Y finalmente lo único a lo que Athalia atinó a hacer fue levantarse del sofá lentamente captando varias miradas de los que no estaban estupefactos por la llegada del único hijo varón de los Jackson -quien se supone que no volvería hasta haber terminado la carrera que su madre había elegido para él- y mientras éstas la miraban con una nota de confusión Lía salió de aquella sala, pasando por el recibidor y finalmente traspasó el umbral de aquella casa que en éstos momentos no le traía lindos recuerdos.  
 




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