Connie.
Maldición…
Me ha visto. Al fin, me ha visto.
—Connie… —repite Chris, con voz baja y cargada de sentimiento—. Bella… ¿eres tú? Por Dios… ¿pe-pero por qué…? ¿Qué haces aquí? ¡Te he estado buscando por todas partes!
Sus palabras, unidas a la intensidad de su mirada, me abruman. No sé qué responder, ni cómo reaccionar. No puedo dar explicaciones ahora, y mucho menos delante de todas las personas que nos observan sin entender. Sé que ya no tengo escapatoria… pero tampoco puedo delatarme por completo.
Chris da un paso hacia mí, pero retrocedo, negando con la cabeza. Puedo ver cómo mi rechazo lo desconcierta; su rostro se tiñe de confusión y dolor, y esos ojos tristes, heridos, me atraviesan.
Trago saliva con fuerza.
—Connie, todo está bien… soy yo —dice, luciendo tan perdido como desesperado—. Por favor… somos nosotros.
Siento el temblor apoderarse de mí, y niego otra vez. Es entonces cuando Cinthya, que ha estado observando la escena, se adelanta para interponerse entre nosotros.
—Espera —dice, poniéndose frente a Chris—. ¿Cómo conoces a Connie? ¿Qué quieres con ella?
Chris se sorprende con su intervención.
—Yo… tranquila. Soy su amigo. Somos… —señala a Emmett, que se mantiene a su lado. Pero pronto vuelve a mirarme, y en sus ojos ya no hay solo confusión, sino desesperación—. Connie, bella, por favor… ¿q-qué pasa? ¿Por qué tú…?
Hace un amago de acercarse, pero Cinthya lo bloquea con firmeza.
—No tan rápido, “amigo de Connie”.
—¿Cuál es tu problema? Ya te dije que ella nos conoce.
—No me consta. —Cinthya me lanza una mirada que trato de sostener, aunque por dentro todo en mí se sacude—. No puedo permitir que te acerques más. No sabemos qué son ni qué buscan aquí.
El rostro de Chris se tensa entre dolor y rabia, y yo siento lo mismo por dentro. No quería que esto pasara, menos con él… pero no sé reaccionar. Jamás imaginé que los encontraría aquí, y mucho menos que…
Emmett da un paso adelante.
—Chica, entiendo tu desconfianza y te agradezco que quieras protegerla. Pero no mentimos: somos sus amigos. La hemos buscado durante días. Ella estará bien con nosotros.
Cinthya sigue sin ceder.
—Lo siento, pero esto es muy extraño. Además… —me mira de reojo—. Parece tenerles miedo a ambos.
Chris suelta un bufido, y me sobresalto.
—Es ridículo. Connie, por favor… bella, reacciona y explícale.
Su voz, cargada de desesperación, me destroza por dentro. Me odio por hacer esto, pero no puedo volver con ellos. No después de todo. Han dicho que me buscaron… maldición. ¿Cuántos problemas les he causado ya?
Mi corazón late desbocado cuando Chris vuelve a moverse, y Cinthya lo bloquea otra vez, apartándome de ellos como si me resguardara.
—Amigo, te dije que te quedes donde estás —advierte, firme—. Ya dejaron claro que no son humanos. Y aunque digan que son sus amigos, no puedo confiar en ustedes. No la llevarán a ninguna parte sin mi permiso.
Chris y Emmett se cruzan miradas, impotentes ante la resistencia de Cinthya. La tensión crece, con Chris intentando avanzar y Cinthya impidiéndoselo.
Chris se muestra cada vez más desesperado, el rostro marcado por la angustia.
—Connie, por favor —dice con la voz cargada de emoción. Me mira directamente a los ojos, y siento cómo mis piernas comienzan a temblar—. Diles quiénes somos… por favor. ¿Q-qué pasa? ¿Por qué no me…?
Sus palabras me abruman y, sin poder evitarlo, empiezo a llorar. Él se detiene de golpe, como si mi llanto le hubiera cortado el aliento. Me siento culpable por rechazarlo, pero sé que no puedo volver con él. No puedo ponerlo en riesgo de nuevo...
—Cinthya… —empiezo, y noto que Chris reacciona al oír mi voz; ahora me observa con una atención aún más intensa. Trago saliva, evitando su mirada, y fijo los ojos en la chica rubia, vestida de traje negro, que se encuentra frente a mí—. Ellos… son los amigos de los que te hablé. Tranquila. No… no me harán daño —mi voz apenas es un hilo. Ella baja un poco la guardia, aunque me mira con evidente angustia. Sigo llorando frente a todos, incapaz de detenerme—. No son malos. No son como esas criaturas, pero… Chris, Emmett… lo siento. Pe-pero… n-no puedo. No puedo volver con ustedes.
El rostro de Chris palidece. Parece golpeado por mis palabras, y yo siento el mismo dolor en mi interior.
—Connie, ¿d-de qué hablas? ¿P-por qué dices eso? Por favor… —su voz suena alarmada, incrédula—. ¿Es una broma, cierto? No estás pensando bien. Al menos escúchame. Sé por qué te fuiste, sé lo que pasó, sé lo que te hizo huir, bella… pero déjame aclarar que…—
Niego con fuerza y él se interrumpe.
—Chris… Emmett, escúchenme. Esto es lo mejor.
—N-no, bella, espera…—
—No puedo volver con ustedes. No me lo pidan, por favor. Saben que no es seguro.
—Connie, no… escúchame. Solo… —Chris se acerca hacia mí y me sujeta del brazo antes de que pueda retroceder. Ahora estoy fuera del refugio que me daba Cinthya, expuesta ante él. Me mira con los ojos brillantes, sujetándome con firmeza.
Cinthya se acerca de inmediato para apartarlo, pero le indico que todo está bien. Ella se resiste, aunque termina cediendo.
—Chico… si te atreves a…—
—¡No quiero hacerle daño! Ella ya te lo dijo.
—Entonces suéltala. Ahora —ordena Cinthya con tono frustrado. Chris me mira una última vez, con un dolor tan evidente que me encoge el pecho, y me suelta.
—Habla conmigo, Connie… por favor. Al menos habla conmigo, bella. Te lo ruego.
Todo se siente irreal, como si estuviera atrapada en un sueño. Verlo de nuevo es como recibir un golpe directo al estómago: me deja sin aliento. Su mirada desesperada me arrastra hacia él, como si algo dentro de mí me empujara a acercarme.
Cinthya vuelve a interponerse, firme y decidida. Sabe que soy buscada por criaturas, y su desconfianza es comprensible. Le agradezco en silencio que quiera protegerme, pero una parte de mí quiere convencerla de que ellos no son una amenaza.