Han pasado cuatro días y Noa continúa de muy mal humor, no sé cómo hablarle, qué decir o qué hacer. Las ideas no fluyen como yo quiero cuando se trata de él, me estoy empezando a impacientar y eso no será nada bueno para Noa, va a conocer mi lado muy, muy malo.
—Dialnet, ¿hoy irás a ver al señor Cervantes?
—Sí, así que me iré antes de la hora.
—Esta bien, por cierto Noa, se ha ido también.
—¿Y a quién le pidió permiso?
—Dijó que tú ya se lo habías dado.
—¿Qué?—Ivette me mira pero sólo levanta los hombros—ahora si me va a escuchar, ya le aguante mucho.
—¿A qué te refieres?
—Yo me entiendo—tomo mi portafolios y me encamino a la puerta
—Dialnet—me dice antes de que yo salga de la oficina—piensa bien en lo que vas hacer… algunas cosas no son cómo uno piensa.
—Si, está bien, gracias.
Mientras bajó por el ascensor mis ideas se aclaran y lo cierto es que debo hablar con él, se la ha pasado ignorandome durante cuatro días apenas y asienta la cabeza, apenas y me mira, apenas y hace una maldita mueca imitando una sonrisa y eso me desquicia, ya tuve suficiente de su arrogancia y ha llegado el momento de que le diga unas cuantas cosas.
Tomó un taxi y le doy la dirección del hospital, sé que el gerente Cervantes no le dieron de alta, debido a que requería mucho cuidado y su esposa no podía hacerlo sola, así que ellos siguen allí, todo el departamento le mandó flores y aunque él no pudo estar con nosotros durante mi ascenso, tuvimos su apoyo, algunas fotos se filtraron a la red y sé que mi familia también lo vio, sé que Manuel fue quién las mostró, siempre está muy al pendiente de la empresa desde casa y eso es bueno.
Estoy frente a la puerta de la habitación del gerente Cervantes, colocó la mano sobre ella y estoy a punto de tocar pero su esposa sale y se sorprende un poco al verme, yo doy una mirada furtiva hacia dentro y veo a un hombre de buena edad sentado junto al gerente Cervantes, ella me dice que su esposo está algo ocupado y que tengo que esperar para que él me atienda, asiento levemente la cabeza pero ellos dos ríen como dos viejos conocidos. Ella cierra la puerta y pierdo todo de vista, me mira y sonríe. Me invita a tomar un café en la cafetería de la planta baja, acepto.