¡hey, chica invisible!

Capítulo 11: Interpretaciones erróneas

Al final del día, tú mismo eres todo lo que tienes...

ADARA
Demasiado...

Ian Brown, me hacía sentir demasiado, era un huracán que arrasaba con mi poca estabilidad para hacerla flotar en una burbuja, era mi talismán, un escudo protector que me estabilizaba mientras me anestesiaba. 

Él era todo eso y más. No comprendía sus palabras hasta que las comencé a razonar en la habitación, él era mi droga, tanto como yo era la suya, éramos consumidores mutuos que se perdían en el placer.

Y lo necesitaba más que nunca.

—¡Buenos días! A levantarse que la semana recién comienza— Joder, cállenlo. Tomé la almohada y la estampé en mi rostro a la espera de que esta lograra cubrir mis oídos, definitivamente no era del todo bueno que Ian despertara de buen humor. 

—Cierra la boca de una vez— me quejo cubriéndome con las sábanas, ya me estaba sofocando ahogada bajo la tela.

—Definitivamente heredaste el carácter de tu madre— hago una ligera mueca de disgusto mientras me estiro en la cama para coger un poco de aire. La relación con mi madre era bastante peculiar, no nos odiábamos pero cada vez nos tolerábamos un poco menos. Mi poder de invisibilidad había nacido gracias a ella, su constante despreocupación desencadenaba en ignorar a su hija constantemente hasta el punto en el que también el entorno se unió a la causa.

—No me ofendas a altas horas de la mañana— su carcajada me arrancó una sonrisa, resonaba en la habitación implantándole felicidad al día. —Mejor centrémonos en lo importante... ¿no me vas a dar mis buenos días?— sonreí enternecida a la espera de un beso mañanero, después de la confesión de ayer, suponía que estábamos ligeramente enfrascados en una pequeña relación. 

—Si... respecto a eso...— Ian comenzó a rascar su nuca nervioso mientras observaba sus pies. Algo no estaba bien. —Creo que ayer no me expliqué con claridad... nosotros no estamos juntos— me levanté y rápidamente me paré frente a él. 

Tomé su camiseta en un movimiento fugaz y estampé mis labios contra los suyos. Su reacción instantánea y poseedora me deleitaba en un beso que transmitía más que simples emociones, podía sentir con detalle la suavidad de esos labios que con el tiempo anhelaba probar cada vez más. —Adara... no intentes convencerte de algo que no está pasando...— mordí su labio inferior con fuerza antes de jalarlo, —No quiero estar contigo...

La emoción definitivamente me hacía razonar tarde.

—¿Es broma?— lo iba a golpear si no me explicaba que estaba sucediendo...

—Es difícil de explicar...

—¡Oh, por favor explícame! ¡Ábreme los ojos! Porque ayer dijiste que no entendía, intenté hacerlo... y veo que solo me llené de más ilusiones.

—No te alteres...

—¡Como quieres que no me altere!— mi respiración descontrolada me ahogaba lentamente, la presión en el pecho volvía de nuevo, exactamente igual a la crisis de aquella noche en el sótano. 

Me callo de golpe sosteniendo la mano en mi pecho mientras cierro los ojos, intentando disipar la rabia.

—¿Estás bien?— Gruño entre dientes antes de jadear agonizante, el dolor se volvía cada vez más insoportable. 

—Solo vete, por favor— sus ojos me escanean y asiente lentamente antes de voltearse en dirección a la puerta.

—Te veo el fin de semana.

Me deslizo por la pared apenas siento el sonido de la puerta, el dolor se termina de expandir por mi cuerpo mientras dejo caer mi rostro lleno de lagrimas hacia atrás. 

Ian Brown era un huracán que me estaba convirtiendo en una tormenta destructiva, que era capaz de arrasar hasta con ella misma.

+++

—Entonces me estás diciendo que tú sexy tío no tío con el que te has besado en repetidas ocasiones ¿te ilusionó?— asiento a medias por ultima vez terminando el paquete de papas fritas. 

Era la primera vez que hacía una video llamada con Hera, luego de meses sin conexión alguna. Era la viva imagen de la perversidad, el lado oscuro de la amistad, esa mala influencia que los padres evitarían a toda costa para sus hijos.

—Pero ya está superado... sólo le seguiré hablando normal, nada de besos y listo. Todo normal— sonrío a través de la cámara saboreando el último poco de sal que quedaba en mis dedos. 

—No quiero sonar mal, pero eso es imposible teniendo en consideración lo bueno que está.

—Claro que no.

—Si fuera por mi lo encadenaría a una cama y solo Dios sabría que le haría.

—Anderson— alzo una ceja reprochándola en silencio.

—Evans...— imita mi acción con una pequeña sonrisa perversa —La vida está para aprovecharla Dary, ¿Sino para que vivimos?

—Para aprender de ella

—¡Ay por favor, te mueres por tener sexo con él!— su expresión pícara se veía cómica detrás de la pantalla. —Si follas con él, aprenderás algo de la vida. A follar claro está— sonríe victoriosa y da pequeñas palmaditas aclamándose. ¿Existiría el día en el que Hera Anderson no hablara de sexo?

—No pensé que querrías tanto Caperucita— ¿Qué? Frunzo el ceño cambiando mi enfoque a la puerta. 

Kirian estaba en el umbral apoyado goteando agua mientras acomodaba la toalla en su cintura, las gotas de agua se esparcían por su rostro despacio recorriendo todo su cuerpo.

Sexy. 

—¿Terminaste de deleitarte?—sonrió, su voz profunda con un aire juguetón me hacían enfocarme en su sonrisa. 

—Yo no estaba...— arrugo la nariz incómoda sintiendo las mejillas calientes.

Asiente recargándose nuevamente en el marco de la puerta para que siguiera escaneándolo. Esta era la clase de juegos perversos que sabía que me incomodaban. 

—¿Hola?— frunzo el ceño mirando la pantalla, Hera tenía la misma cara de confusión que yo. —¿Estás con Ian y no me lo dijiste? Tu si que eres rápida— mueve sus cejas pervertidamente sin quitar la sonrisa pícara de su rostro.




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