Podría pensarse que la historia está concluida al haber todo terminado, pero… La realidad es que un enemigo fue derrotado, pero uno aún peor estaba apenas a unos simples pasos alejado, y no era otro que uno de los propios Makin: Salex.
De pronto Salex empezó a caminar y fue hacia el interior del Templo Makin rompiendo por completo lo poco que aún quedaba de la pequeña casa que resguardaba la entrada y, una vez dentro, se podía escuchar cómo intentaba destruir todo lo que veía. La daga se había quedado en el mismo lugar donde Xutyenek fue destruido, y desde el suelo comenzó a cambiar regresando a su forma normal para posteriormente comenzar a flotar elevándose solo unos centímetros y avanzando hacia donde se encontraba Anya; se quedó flotando por encima de ella. Del cuerpo moribundo de Ion se comenzó a desprender un líquido que se semejaba al mercurio pero completamente oscuro, parecía ser la verdadera forma de su arma ya que sus manos recobraron su tonalidad original propia de su piel, y se hicieron más pequeñas; esta especie de líquido se quedó flotando encima de Anya, al igual que el arco de Iyione, que a pesar de no haber sido asesinada por Salex terminó muriendo a causa de sus heridas porque Larem no pudo socorrerla a tiempo, cuando esas armas llegaron. De todas ellas comenzó a descender magia divina pura, la cual se veía cómo se incorporaba al cuerpo de Anya; bastó solo verlo una vez para darse cuenta de lo que tenían que hacer a continuación.
Todos los Makin que estaban con vida colocaron sus manos en un círculo que rodeaba el cuerpo de Anya, dejándola al centro y pensando en lo mucho que querían verla con vida una vez más; de sus palmas comenzó a descender la misma magia que las armas uniéndose al cuerpo de Anya, y, conforme esto se prolongaba, el cuerpo de Anya se veía cómo iba recobrando su color, mientras que los demás Makin comenzaban a envejecer rápidamente, excepto Rubén, quien continuaba en su estado normal todavía; y cuando de él también estaba saliendo divinidad, todos entendieron que regresarle la vida a Anya significaría probablemente perder ellos la suya, pero no les importó. Ninguno de ellos quitó su mano y el cuerpo de Anya empezó a cerrar todas sus heridas, poco a poco se vio cómo comenzó a respirar, pero no abría aún los ojos. Definitivamente todos morirían, ya estaban muy agotados y sus cuerpos eran de personas con una edad exageradamente adelantada, algunos dando la impresión de tener más de 100 años. A causa del cansancio comenzaron a caer uno a uno hasta que solamente quedaron viéndose de frente Rubén y un Larem envejecido que continuaba con su palma brindándole toda la vitalidad que podía. Anya poco a poco abrió los ojos y vio frente de sí las palmas de sus compañeros otorgándole magia divina pura; notó que algo no estaba bien, y era que uno de sus hermanos, Larem, estaba demasiado envejecido. Rubén, por otra parte, como se mencionó antes, seguía igual que siempre aunque podía verse muy agotado también.
Anya se sentó pues sus heridas ya estaban lo suficientemente curadas, tomó las manos de Larem y Rubén para retirarlas dando a entender que todo estaba bien; hecho esto se escuchó un estruendo muy fuerte proveniente de la parte inferior del jardín que era donde Salex se encontraba. Rubén y Larem voltearon rápidamente hacia ese lugar, Anya lo hizo despacio y, cuando volteó por completo mencionó: “¿Salex?”
Rubén asintió con la cabeza. Larem estuvo a punto de caer al suelo pero Anya detuvo su caída notando que los demás Makin estaban en las mismas condiciones que él, todos en el suelo con una enorme sonrisa, viendo a su Anya con los ojos abiertos y gozando de vida. Anya no pudo evitar llorar por su familia; los demás, sin poder moverse, solo sonreían dándole a entender que todo estaría bien. Larem volteó hacia donde estaba Rubén y dijo con una voz tan fuerte como pudo: “Cuídalos por nosotros, no permitas que nuestra Anya se quede sola, no te lo perdonaríamos”.
Sonrió hacia donde estaba Anya una vez más, parpadeó lentamente y le dijo a ella: “Tus lágrimas dan vida, no las desperdicies”.
Anya limpió sus ojos sabiendo que sus lágrimas no podrían regresarlos a la vida, y posteriormente todos los Makin comenzaron a desaparecer como si se tratasen de polvo. Ella se levantó, se sacudió los ropajes y avanzó hacia donde Salex.
-¡Espera! -gritó Rubén-. No piensas ir así solamente, ¿o sí? ¡Salex te matará! -Rubén tomó la mano de Anya para detenerla y ella con tranquilidad la retiró.
-No tenemos otra opción, quizá soy la única que puede calmarlo, y en ese estado en el que está, si no intento detenerlo yo nadie podrá hacerlo y terminará destruyendo a todas las civilizaciones -hizo una pequeña pausa y continuó-: ¿Ahora entiendes por qué le teníamos prohibido usar la máscara?
Rubén asintió con la cabeza al haber visto con sus propios ojos lo inestable y poderoso que Salex era con la máscara, y retiró su mano de cerca de Anya al intentar tomarla nuevamente.
-La primera vez que Salex se la puso no pasó algo tan grave… -dijo Anya-, así que espero poder tranquilizarlo, de lo contrario el mundo no tiene salvación, no existe nadie en este reino que pueda detenerlo, ni siquiera los dragones o las hadas…
Anya miraba hacia delante escuchando todo el destrozo que estaba haciendo Salex, de pronto las armas de los Makin que habían perecido comenzaron a flotar y avanzaron hacia el interior del Templo en el piso inferior a la pequeña casa; Anya las siguió y al entrar no pudo ver a Salex a pesar de que sus golpes se escuchaban por toda la zona, las armas fueron hasta el último piso que estaba dos niveles inferiores a la pequeña casa, ese era el lugar donde estaban las recámaras de cada uno de los Makin, y todas las armas, por separado, se dirigieron a las respectivas habitaciones de sus dueños originales. Anya, por curiosidad fue hacia la recámara de Larem y vio que la espada estaba en la exacta posición que la que había tomado Sahame Sord cuando Kleiterem falleció, solo que a diferencia de esa vez no pudo tomar la espada de Larem, podía tocarla pero no podía moverla, se quedaba flotando lentamente con el filo hacia abajo como si estuviera siendo sostenida por una placa de metal invisible que le impedía ser movida. Anya salió y se dirigió hacia donde estaban las demás armas probándolas todas una por una, notando que tampoco podían ser tomadas; todos los dueños originales estaban muertos, eso era seguro, por lo que las armas estaban descansando de todos los años que estuvieron en uso.
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Editado: 14.04.2024