Corrí tanto como pude, corrí hasta que mis piernas se sentían a punto de desfallecer, hasta que mi garganta quemara, hasta que no pudiera respirar ni un poco. Todo había pasado extraordinariamente rápido. Quería asegurarme de que todos mis cuchillos y dagas se encontraran en mi posesión, pero al verme tocar las armas, David lo había tomado como un ataque. Los minutos siguientes fueron un descontrol; dos hijos del sol se abalanzaron para desarmarme, Aarón por su parte había sacado una espada corta y Sirena un arma de fuego que no teníamos permitido usar en estas situaciones. Tomé la primera cuchilla que encontré y me defendí. No hace falta aclara que, por obvias razones, se derramó sangre.
Aarón me quitó a uno de mis atacantes, mientras que yo corté la garganta de otro con extrema facilidad, semejante crueldad llegaba a serme repugnante, sin embargo, no hice nada para evitarlo. El primero enrojeció de ira contra Aarón, mientras que el segundo cayó muerto a mis pies, dejando el piso madera manchado de aquel rojo escarlata que no veía hace tiempo. Sirena apuntaba a la cabeza de David, miré a este suplicándole un alto a todo esto. No quería más muertes, no quería guerra y por supuesto que no quería hacer más daño.
Se escuchó un disparo, Aarón me tomó por hombros y exclamó lo que parecía ser un "Vámonos". No podía reaccionar, estaba completamente confundida, Sirena no había causado el disparo. En cambio, ella se encontraba en el suelo cubriendo una herida a uno de sus costados, su cara se contrajo de dolor. Al menos tres hijos del sol la rodearon, David murmuró algo que no pude entender, mientras que Aarón tomaba mi mano y me obligaba a salir de la casa.
Así me vi arrastrada por las calles, sin aliento y con la brisa fresca golpeando mi rostro, minutos después de nuestra huida, mis cinco sentidos habían despertado y fui capaz de moverme por mi cuenta. Giramos en una esquina para entrar en un callejón, apenas iluminado, a recobrar el aliento.
—Los perdimos —jadeó el muchacho.
Sin embargo, yo no podía pensar en otra cosa que no fuera Sirena. Había dejado a mi amiga sola, en una casa llena de hijos del sol y herida, era la peor traición que podía cometer.
Aarón me miró, y pude ver compasión en sus ojos, lo cual me causó un nudo en el estómago, jamás me había mirado de esa forma, me estaba volviendo débil.
—¿Estás bien?
Asentí mientras mis pulmones gritaban por oxígeno.
La ausencia de Sirena me partía el corazón, no solo porque fuera mi amiga, si no que la necesitaba, ella siempre sabía qué hacer y sin ella no teníamos plan alguno para sobrevivir.
Los profundos ojos azules de Aarón seguían sobre mí, me estaba analizando, tenía que demostrarle que podía con esto, solo necesitaba descansar e idear un plan, pero sería casi imposible, los hijos del sol nos buscaban por todas partes, sabían quienes éramos y podrían atraparnos durmiendo.
—¿Rescataste algo de la casa? —pregunté.
—Una ballesta, flechas y una pistola pequeña —respondió dándole unas palmaditas a la mochila que colgaba de su hombro.
—¿Provisiones? —cuestioné esperanzada.
Pero su respuesta fue un simple movimiento de cabeza. No teníamos comida, de cualquier manera, no era algo vital ya que si eres inmortal no te afecta, pero era necesaria para recobrar energía, además de ser deliciosa.
—Después nos preocuparemos por eso —comentó—. Por ahora necesitamos un lugar para descansar.
No tenía objeciones a eso, estaba demasiado agotada, contando que no había dormido ni un poco las últimas 24 horas, pero no tenía idea de a dónde ir, por lo que dejé que Aarón me guiara.
Al llegar a nuestro destino me quedé sin habla, no sabía qué esperar. Estaba frente a un edificio totalmente descuidado, con la pintura desgastada, de lo que creo, antes era un amarillo chillón. En su interior, las escaleras estaban cubiertas de polvo junto con alguna que otra basura por el suelo, seguimos subiendo piso por piso, pude notar que cada puerta contaba con una clase de reja bien reforzada, en lo que me pareció el cuarto o quinto piso, nos detuvimos.
Aarón sacó unas llaves y se dirigió a la primera puerta hacia la derecha, tardó unos segundos antes de poder ingresar. Una vez dentro pude notar las partículas de polvo en el aire, hacía mucho tiempo que el lugar estaba abandonado, gigantes trozos de tela cubrían la mayoría de las superficies intentando preservar los muebles. Hacía frío y estaba algo obscuro, pero era un buen lugar.
—No podemos quedarnos mucho tiempo —Aarón rompió el silencio—. Quizá un día, máximo dos.
—¿Cómo encontraste este lugar? —pregunté mientras deslizaba la polvorienta tela de lo que parecía ser un sillón.
—Sirena lo compró hace algunos años, no creí que llegáramos a necesitarlo.
Y en verdad lo creía, puesto que todo lucía salido de los 50's además de parecer más que descuidado.