Nada, no sentía absolutamente nada, estaba vacía. Rogaba por al menos un cosquilleo, pero en el fondo siempre supe que eso era algo imposible.
Todo había comenzado esa última vez que vi a Sonus, cuando salté desde su ventana a su jardín e intenté escabullirme hacia un lugar más seguro. No había rescatado a Sirena, ni siquiera estaba en ese lugar, lo único que me quedaba era una promesa y la incertidumbre de que se cumpliera.
Bastian seguía en el mismo lugar en donde lo había dejado, siempre listo para el ataque, me interrogó con la mirada en cuanto se me dio cuenta de que regresaba completamente sola. Sin embargo, me limité a negar con la cabeza y la mirada posada en el suelo. Había intercambiado el futuro de una amiga por mi cobardía.
—¿Estás bien? ¿Te hicieron daño?
Preguntó Bastian en cuanto estuvimos frente a frente mientras sus manos recorrían mis brazos para comprobar que no estuviera herida. Se detuvo al borde de lo que ahora parecía un tatuaje de llamas que me envolvía, la cicatriz había cambiado desde la última vez que Bastian la había visto. Había olvidado el vendaje al borde de la cama de Sonus, incluso a mí, me sorprendía su aspecto.
—Moon, algo no es normal en esta... —meditó por un momento sus palabras—. Cicatriz.
Gracias a Sonus ahora sabía la verdadera naturaleza de semejante marca, aunque no quería revelar mi nuevo conocimiento a los demás, solo causaría más furia, temor y actos impulsivos, como siempre lo hacíamos. Esta vez quería mantenerme al margen y salir de esta pesadilla.
—No hay nada normal en nosotros, Bastian —comenté algo irritada.
Sin embargo, parecía no importarle cuán grosera fuera con él o con sus palabras, seguía siendo el mismo de siempre, lo cual no sabía si era un alivio o un tanto desconcertante.
Aquel día reclamamos tres criaturas en nombre de luna y la energía regresó al grupo. Nos movíamos de noche y cazábamos de día, hambrientos de energía y poder, todo pasó muy rápido. El miedo se apoderaba cada vez más de nosotros y los lugares para escapar se acababan.
Pero sobrevivimos, fuimos llamados por Iris, nuestra líder, y viajamos a Italia junto con los grupos más fuertes de los hijos de la luna. Se trataba de una reunión importante, esa noche se decidiría nuestro destino, el cual estaba completamente segura de poder cambiar.
Al llegar a Verona, pude observar cómo los ojos de Bastian se iluminaban, estaba regresando a casa, y aunque no todo fuera igual, seguía siendo parte del lugar.
—Tenemos que movernos, rápido —advirtió Cora mientras nos adentrábamos en la ciudad.
Maravillada, intentaba no perderme ni un solo detalle de aquel hermoso lugar, el río, las casas con su elegante e imponente estructura, el tan conocido acento y temperamento de los italianos... Era como entrar a un nuevo mundo, uno en donde la guerra no estaba punto de explotar.
La brisa nocturna era reconfortante, ante aquel panorama y la tranquilidad de la noche, casi pude olvidar lo sucedido en los últimos días, sin embargo, me reproché a mí misma por semejante pensamiento, Sirena seguía perdida, Luna se debilitaba y la sangre de mis hermanos y hermanas corría por todo el mundo. Aún así, confiaba en que Iris ofreciera una solución.
—Algo no anda bien —susurró Zander a mi lado. Sus ojos azules brillaban se paseaban de un lado a otro en la habitación.
Habíamos llegado a la mansión en donde Iris residía. Era una enorme y antigua casona, tan elegante como Verona podía serlo. Otros hijos de la Luna nos habían recibido, pude notar que eran nuevas adquisiciones a nuestras filas. Algo temerosos, nos guiaron hacia dos cuartos diferentes, uno para los muchachos y el otro para Cora, Isshtar y yo. En cuanto a la decoración, debía admitir que Iris seguía teniendo buen gusto, siempre pulcra y elegante.
Recibimos órdenes de presentarnos en la sala de banquetes una vez que luna se encontrara sobre los cielos, lo que debía ser a media noche más o menos. No tardamos mucho en acudir al llamado, al llegar a la sala que nos habían indicado, no pude evitar notar lo peculiar que era. La habitación consistía en una enorme mesa rectangular con elegantes sillas a su alrededor.
Cada silla estaba marcada con un nombre y símbolo, indicación de que le pertenecía a un hijo o hija de la Luna.
La cabecera, obviamente, era para Iris, sin embargo, al buscar mi asiento se me heló la sangre, el lugar situado a la derecha de nuestra líder, estaba marcado con mi nombre, el símbolo que lo acompañaba era una delicada Luna menguante que asemejaba estar hecha de cristales, de la punta superior, colgaba un sol pequeño sol semejante al amuleto que Sonus me había regalado, no entendía que podía significar, nadie sabía de la existencia de aquel regalo, además, las sillas más próximas a Iris deberían ser para el consejo.
Me quedé paralizada por un minuto entero hasta que Aarón me tomó por los hombros y me guio a mi lugar.
—Es solo protocolo —dijo calmado.
Fue entonces que Zander se colocó a mi lado y susurró aquellas palabras que se habían impregnado en mi mente.