Hija De Una Mafiosa © [#2 Mortem]

Capítulo 10.

ARIADNA.

Escuchando a la profesora de Sociología del Derecho de fondo, sentía como en cualquier momento iba a quedarme dormida, por mucho que trate de mantenerme erguida y despierta.

Hace dos semanas que volví a clases y la avalancha de materia que tuve que estudiar por un momento me hizo arrepentirme de haber escogido estudiar derecho; pero cada vez que me sentía renunciar se me venía a la mente el rostro de Alyssa McChrystal y sus palabras, aquellas donde se regodeaba de superioridad. Una, que pienso devolverle el doble. Y cuando tenga la oportunidad, me aseguraré que el apellido Kirchner le quede muy grabado en la mente.

Otro bostezo escapa de mis labios, haciendo lagrimear mis ojos. Parpadeo y me enderezo en el asiento. Les regalo una rápida mirada a mis compañeros pero gran parte de ellos están con sus celulares o sino hablando con la persona que tienen al lado. Analy e Ian junto con sus subordinados —porque los siguen hasta el baño— están incluidos entre esos que no prestan la mínima de atención. La profesora es consciente de que son pocos los que en verdad están interesados, pero es como si le valiera. Niego con reproche y suspiro por lo bajo.

Lo que hace el dinero.

—¿Sucede algo? —el bajo murmullo de Jade llama mi atención. Fijo la mirada en ella, la cual me da rápidas miradas de reojo pero sin dejar de tomar apuntes. Ella no se veía tan cansada como yo, pero esas bolsitas de desvelo estaban bien presente bajo sus ojos. Exámenes, exposiciones, ensayos, monografías, pruebas cortas... ¡Por amor a Dios! Sólo recordar que todavía me falta por acabar varios ensayos y la mitad de una exposición; siento un terrible dolor de cabeza.

—No te preocupes, no es nada —le respondo, en el mismo tono pero con una expresión tan llena de cansancio que de alguna forma le saca una sonrisa.

Si yo creía que era la única maniática perfeccionista, no había conocido a Jade Williams. Ella no come materia, la devora. Y aunque nunca fui muy devota con el estudio, puedo afirmar que desde que estudié con profesores privados en la mansión; mi promedio jamás ha conocido nota menor a diez. Se podría decir que mi mayor defecto es que en todo aquello que me empeñe hacer, tengo que ser la mejor. De hecho, en la carrera de Derecho; Jade y yo somos las que mejor notas llevamos. Y muchos dirán que es por el dinero de mi familia, pero los millones de los Kirchner no me salvarán de la mediocridad en la que otros parecen más cómodos.

—¡Bien, antes que se retiren —anuncia la profesora cuando las tres horas de su materia acaban—, los grupos dos y tres, necesito que se queden por un momento! Tengo que hablar con ustedes sobre unos pequeños detalles de las exposiciones de la otra semana.

Reprimo una sonrisa cuando ni Jade ni yo ocupamos quedarnos, ya que somos el grupo cinco, y exponemos dentro de dos semanas.

—Bueno jóvenes, pueden retirarse.

Ni siquiera ha terminado de hablar cuando medio salón quedó vacío. Río por lo bajo, sintiendo un poco más dispersado el sueño. Meto todas mis cosas en mi bolso, sin importarme por acomodar todo en orden, lo importante es que finalmente las clases acabaron. Tomo mi abrigo —que estaba haciendo de almohada— y me lo vuelvo a poner. Fijo la mirada en Jade.

—¿Lista? —tomo mi bolso y me lo cuelgo al hombro.

—Lista —responde terminando de guardar sus cosas, también se pone el abrigo y se cuelga el bolso al hombro.

Ambas con paso lento y desganado, salimos del salón. El pasillo completamente inundado de estudiantes con semblantes sombríos y somnolientos, como en manada empezamos a caminar hacia la salida. Pasamos por las anchas puertas de vidrio —que es la entrada principal— y pasamos al jardín delantero, que tiene varios caminos que llevan al mismo sitio, o sea, a la salida. Pongo mi mirada en el rostro de Jade.

—¿Quieres que te lleve? —ofrezco una vez dejamos atrás los amplios portones negros y entramos al estacionamiento. Los ojos verdes de Jade se enfocan en mi persona, los abre ligeramente y se pasa una mano por su rizado cabello.

—N-o cómo crees... —balbucea avergonzada—. Puedo tomar el autobús perfectamente, no quiero ser una molestia.

Me detengo, provocando que ella también se detenga, frunzo el ceño ligeramente.

—No lo serías —un bostezo escapa de mis labios—. Créeme no es molestia llevarte a tu casa o acercarte hasta ella.

Jade se mordisquea el labio inferior un poco nerviosa. Acomodo mejor el bolso contra mi hombro y siento como en cualquier momento los ojos se me cierran. Pero aún así no aparto mi mirada de ella.

—De verdad, Ari. No hay problema, puedo tomar el autobús perfectamente.

—¿Y dónde lo tomas? —frunzo más el ceño—. Porque por aquí cerca no hay paradas o algún sitio donde pase transporte público.

—Bueno... —titubea al ver mi expresión terca—. A unos cuantos kilómetros hay una pequeña parada, donde pasa el autobús que me lleva a mi casa.

—¿Ah sí? —enarco una ceja—. ¿Dónde vives?

Jade abre la boca para responderme pero su mirada se posa a mis espaldas, levanto ambas cejas al ver su expresión y también me doy media vuelta; para saber qué o quién la hizo poner esa extraña expresión.



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En el texto hay: drogas narcotraficantes mafiosos

Editado: 09.10.2020

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