DREY.
—Elijah. ¿Has recibido alguna llamada de Hunter Van Ewen o de su secretaría?
Mis dedos siguen moviéndose con gran rapidez sobre el teclado inalámbrico de la moderna computadora que hay en mi despacho, mientras estoy pendiente de la respuesta de Elijah. Al parecer ninguna de mis secretarías pudo aguantar trabajar para mí más de tres meses, aunque a decir verdad las pobres no pudieron soportar la presencia de Dakota; la que parece decidida a intimidar a toda persona —mujer— que no tenga más que un trato profesional conmigo. Sin embargo, hay ser consciente que mí percepción del entorno y las personas es completamente lo opuesto al de Dakota. En fin, ese tema siempre será de discusión.
—No señor. ¿Desea que llame a las oficinas principales Van Ewen?
—Te lo agradecería mucho, Elijah.
—De inmediato, señor.
Y con eso cuelgo la llamada. Dejando escapar un suspiro, detengo mis manos y observo con gran atención la información que aparece ante la enorme pantalla de la computadora. Al parecer conseguí finalmente optimizar los servidores de la empresa, una de las tres tarjetas madre estaba teniendo ligeros problemas. Ya la “arreglaron”, pero no está demás revisar. Y ya que cada una de ellas sirven para una causa diferente, por ejemplo: Una está conectada al SO-Scatha, es exclusiva para los programadores y los desarrolladores que trabajan en la Atheris Software. La segunda está conectada al SO-Sejmet, es la que almacena toda la información de la empresa, es decir todo dispositivo —computadora, celulares, cámaras, etc— que tengan el software Bastet que sería como una versión optimizada del principal, se almacena en ella. Y la última pero una de las más importantes está conectada con el SO-Nuit; el responsable de la seguridad de absolutamente todo, así como se encarga de bloquear cualquier posible hackeo. El SS-DK Segurity Software se queda corto con la defensa de Nuit.
Y bueno, si alguna de las tarjetas madre deja de funcionar ni siquiera me hago a la idea de la cantidad de problemas que ocasionaría.
—¿Alguna vez te he dicho lo guapo que te ves pensativo?
Frunzo el ceño, molesto por ser interrumpido y desconcertado por lo que acabo de escuchar, pero de inmediato mi expresión cambia en cuanto mis ojos se encuentran con aquellos falsos ojos azules que conozco mejor que nadie.
—Créeme, no eres la única que me lo dice —le guiño un ojo, ganándome un gruñido por parte de mi esposa.
—Cuidado Drey —masculla mientras forma aquella peligrosa y diabólica sonrisa—. No olvides que tienes como esposa a la líder de una de las mafias más peligrosas de este asqueroso mundo.
—¿Ah sí? —me burlo, enarcando una de mis cejas. Me apoyo del todo en el respaldo de mi giratoria y mullida silla de cuero, mientras mis ojos no se apartan de unas curvas que conozco mejor que la dueña misma. Sonrío de medio lado—. Entonces debo de considerarme muy afortunado y estúpido, para estar casado con una mujer tan peligrosa.
—¿Tú crees? —sonríe con una inocencia que no pega con aquella mirada.
Dakota en silencio deja el abrigo largo color beige sobre el respaldo de uno de los sillones individiales que está en frente de mi escritorio, con aquel andar lento que me vuelve loco; rodea el escritorio hasta quedar en frente de mí. Sin apartar aquellos malvados ojos de los míos, se sienta sobre mi escritorio y con una tortuosa lentitud cruza las piernas, dejando ver una buena porción de piel a la vista gracias a una de las aperturas del vestido blanco que lleva como una segunda piel. Y que tengo que aceptar, le queda más que perfecto.
—¿Está seduciendome, señora Kirchner?
Por un instante me parece ver la misma mirada y sonrisa que puso la primera vez que la vi, ya hace unos veinte y tanto de años. Pero creo que son imaginaciones mías.
—Nunca, señor Kirchner. Yo no sería capaz de hacer semejante cosa como esa.
Sonrío e inevitablemente una carcajada se escapa de mis labios. Antes de que ella lo vea venir la tomo en brazos y la dejo en mi regazo. Tomo con posesividad su cintura, mi otra mano rodea su cuello, pero es otra cosa la que llama mi atención; mi dedo pulgar acaricia la piel que deja el vestido al descubierto y que desde que entró no se apartaba de mi mente.
—¿Y así quieres que maneje mi empresa, con distracciones como éstas? —con cierta renuencia levanto la mirada de nuevo, conectando con aquellos ojos azules. Hubiera preferido verlos en su color natural, pero sabía que aquello era peligroso.
—¿Qué habrá pasado con aquel Drey inocente que le daba hasta pena besar?
Río entre dientes, dejo mi mano entre su mejilla y su cuello, con un poco de presión hago que baje al rostro hasta sentir sus labios rozar los míos.
—Fue vilmente corrompido por una chica de largos cabellos negros y ojos como el diablo, que ahora casualmente se convirtió en mi esposa —susurro contra aquellos voluptuosos y suaves labios rojos camersí.
La carcajada de Dakota queda ahogada entre nuestros labios, porque no le doy tiempo alguno de decir algo más. Amaba besarla, cada vez que podía y la tenía cerca; lo hacía. Sólo imaginar o pensar que ella podía escaparse de mis dedos como el agua, era motivo suficiente para volverme loco. Ya una vez lo experimenté y es algo que no le deseo ni a mi peor enemigo. Ahogo un gemido, entremezclado con un gruñido, al sentir sus dientes aferrarse a mi labio inferior. Sonríe con una amplia y malvada sonrisa antes de pasar la punta de la lengua donde anteriormente me mordió con gran fuerza; como pidiendo perdón por el dolor. Con la respiración acelerada, tal vez hasta despeinado, y lleno de pintalabios; observo fijamente el rostro de la mujer que tenía mi corazón hecho un desastre. No importaba cuántos años pasaran, sabía que siempre mi corazón iba acelerarse cuando ella estuviera cerca.