DAMIANA.
"Si Dios permitió las atrocidades que pasaron en ese orfanato, es porque él tenía un plan y un plan tan grande que valía la pena tanto sufrimiento".
A diferencia de otras niñas, yo llegué a Santa Elena a los 10 años, el hogar de monjas donde vivía anteriormente cerró por la muerte de 20 niños a causa de una infección sanitaria y el estado lo clausuró. El orfanato donde estaba antes era el cielo comparado con Santa Elena, ahí nos instruían con dureza, pero con Dios al lado. Nos educaban con castigos ejemplares y no con torturas como las que vivimos a manos de Rosa, en medido de ese gran y oscuro orfanato parecido a un castillo maldito donde moraban espíritus inmundos y donde la gracia de Dios luchaba por entrar.
En mi antiguo hogar era habitual que cada mes algún niño o niña fuera adoptado por alguna pareja de padres amorosos, yo estaba entre los futuros a ser adoptados por mi comportamiento ejemplar y hermosas mejillas rosadas, pero luego de la tragedia que nos azotó, no tuvieron otro remido más que enviarme a Santa Elena, donde ninguna niña era adoptada desde muchos años atrás y donde nadie buscaba hacerlo. Para que llegar a ese lugar lleno de peste y podredumbre cuando podían adoptar a preciosos niños y niñas de orfanatos de las grandes ciudades, donde los instruían con modales y con valores que nunca encontrarían en Santa Elena.
Agatha y la bella Priscilla de cabellos castaños y ojos de miel buscaban sacarnos cuando salieran de ese lugar, las dos tenían 17 años por esa época y pronto serían mayores de edad, pero eso nunca pasaría, pues las tres mujeres que nos "cuidaban", no tenían a Dios en su corazón y no se tocaban el alma para hacer actos bárbaros que las mantuvieran a salvo.
Tres años atrás de ese trágico 2005, una chica preciosa llamada Misti cumplió los 18 años de edad y logró salir de Santa Elena, después de un tiempo volvió con el título de "Señorita de la gran ciudad" y con la intención de adoptar a Angelic y a Amaral. Para la sorpresa de todas nosotras, mamá Rosita aceptó y los tramites dieron comienzo, sin embargo; cuando Misti salió del orfanato decidida a llevarse a las dos chicas la mañana siguiente, una bestia la atacó en medio del solitario camino hacia el pueblo, una alimaña que estaba escondida en la profunda oscuridad. Las autoridades para encubrir el sangriento caso dijeron que al parecer había sido una manada de lobos, lo que sorprendió a todos pues en esa árida región no había más fieras que algunas serpientes venenosas y un par de ratas sarnosas. Después cambiaron la hipótesis a un presunto asalto que salió mal luego de que unos reporteros filtraron una fotografía del cadáver de la chica sumergido en una ciénaga verdosa. Los rumores tertulianos en el pueblo decían que descubrieron que sus brazos, piernas y cabeza habían sido arrancados con sierras y serruchos. Todo pareció tomar su lugar y la gente creyó esa mentira, excepto yo, pues vi cuando Rosa, Esmeralda, Cetrina y Rivaldo entraron muy tarde en la noche al orfanato, cubiertos de sangre, con guantes de cuero y con los mismos instrumentos con los que habían matado a Misti, pero nunca dije nada por temor, además ¿Quién le iba a creer a una huérfana?
Ninguna de las cuidadoras nos dejó ir al sepelio de Misti, tan solo Rosa y Cetrina asistieron para fingir tristeza y recibir halagos de parte de personas importantes por su labor humanitaria en la tumba de "su amada niña". El estado homenajeó a nuestra hermana caída y muchas mujeres salieron a manifestar a las calles en su memoria pidiendo más seguridad y menos homenajes funerarios.
Los seres humanos tenemos un límite, nos cansamos y caemos; esa fue la razón por la que, en medio de una noche tormentosa, donde la lluvia nos cubría los ojos y el frío nos congela el cuerpo, todas decidimos escapar hacia el pueblo y contar todo. Contar sobre los castigos tortuosos, sobre los trabajos forzados y gritar sobre cómo habían convertido al orfanato en un burdel de mala muerte, pero antes de que llegáramos al portón que nos dividía de la calle, mamá Rosita, Esmeralda, Cetrina y Rivaldo nos detuvieron usando los dos enormes perros negros que vivían en el orfanato. Esas fieras saltaron sobre nosotras, quemándonos con sus ojos rojos y desgarrándonos la piel. Star y Amaral fueron atrapadas por las fieras y las fauces de esas cosas les desgarraron las piernas, dejando a Star coja para toda su vida.
Nos llevaron de vuelta al orfanato a jalones, Esmeralda vendó a las chicas que habían sido mordidas por los perros para que la sangre no siguiera corriendo fuera de sus cuerpos, mientras mamá Rosita nos conducía hacia el sótano y Rivaldo y Cetrina luchaban con todas sus fuerzas para evitar que Agatha y Queen se escaparan.
Rosa había convertido el sótano en una sala de torturas, un lugar donde nos castigaba si alguna de nosotras hablaba de más o se portaba mal. En ese lugar habían 10 jaulas del tamaño de niñas pequeñas, aciales y látigos colgaba de las paredes, también cabezas de muñecas y peluches viejos pendían del techo.