*Caleb*
En cuanto Lyle me deja fuera del hotel Perlshaw, mi cerebro comienza a reproducir una alarma en mi cabeza que me hace querer irme.
Pero respiro hondo y me obligo a mi mismo a encaminarme hasta el mostrador en la recepción del hotel porque no soy ningún jodido cobarde.
O al menos eso creo.
Antes de que pueda tocar la campanilla sobre el escritorio para que alguien me atienda, una mano se posa en mi hombro haciéndome girar mi cabeza de inmediato.
Sorprendentemente no es Trevor el que me ha hallado y me reprendo mentalmente por no haberlo previsto. Mi padre me mira con una media sonrisa dibujada en los labios que me hace querer deshacerme de su agarre.
Y eso es lo que hago.
—No esperaba verte aquí—comenta casualmente como si este encuentro fuera agradable para ambos.
—¿Cómo podrías esperar verme en cualquier lugar si han pasado casi nueve años desde la última vez que pasaste por casa?—mis manos se vuelven puños.
—Caleb...
—Olvídalo, esto fue un error, debí... debí quedarme en casa—comienzo a caminar hacia la salida, pero mi padre toma mi brazo impidiendomelo.
—Hijo, dame una oportunidad—mi cuerpo se tensa y mis ojos bajan hasta el lugar donde su mano está haciendo contacto con mi piel. Él parece notar mi molestia porque enseguida me suelta—, por favor—suplica—, déjame enmendarlo.
En cualquier otro momento de mi vida le habría dado un puñetazo en la cara antes de gritarle algo hiriente, pero ahora no puedo evitar escuchar una voz en mi cabeza que es muy parecida a la de Kathleen diciéndome que no puede ser tan malo que de hecho lo deje explicarse.
—No puedes enmendar ocho años de ausencia en un día—me doy la vuelta—, y ha decir verdad, no quiero que lo intentes. Tengo que irme—camino nuevamente hacia la salida.
Mi padre vuelve a tomar mi hombro haciendo que la racionalidad que Kathleen pudo haber instalado en mi cerebro las últimas semanas se desvanezca con rapidez.
Me doy la vuelta para encararlo, pero el sonido de una llamada entrante interrumpe mis intenciones de romperle la maldita nariz.
El nombre de Christina aparece en la pantalla iluminada y mi ceño se frunce antes de contestar.
—Estoy algo ocupado ahora mismo y...
—No me importa si estás atendiendo a la mismísima reina Isabel, Caleb—el tono de voz de la mayor de las Church me deja ver que algo va mal—, Kathleen te necesita ahora mismo, así que muévete.
—¿Por qué?, ¿está bien?—mi padre me mira preocupado y yo intento ignorarlo.
—Tienes que venir, es urgente.
Christina cuelga la llamada dejandome una sensación de inquietud en el pecho.
—Hay alguien que me necesita—le digo a papá—, no puedo hacer esto ahora.
—Puedo llevarte, mi auto está afuera.
Lo pienso un segundo planteándome los pros y los contras antes de aceptar. Lo cierto es que es la forma más rápida de llegar a Kathleen.
Cuando estamos montados en el vehículo, un silencio incomodo se extiende entre nosotros.
—¿Vas a ver a Christina?—me pregunta intentando empezar una conversación—, es bueno saber que siguen siendo amigos.
—Ya, debe ser impactante descubrir que puedes seguir teniendo contacto con la gente incluso cuando te mudas a otro lugar—mi cabeza se gira a la ventana. Estoy demasiado preocupado por Kathleen como para intentar ser una buena persona.
Mi padre se orilla frente a la casa de los Church y no espero ni un segundo más antes de salir disparado del coche para comenzar a toca el timbre como un lunático.
Christina es la que se encarga de abrir la puerta.
—Está en la habitación de huéspedes—hace un movimiento de cabeza hacia las escaleras—, papá y mamá... le soltaron una bomba y ella está en trance, golpeó su cabeza con la orilla de la mesa así que puede que esté un poco desorientada.
Se hace a un lado dejándome el camino libre.
Corro escaleras arriba hasta que encuentro la única habitación que está con la puerta abierta.
Los señores Church están revisando algunos papeles sentados frente a la cama donde Kathleen permanece con los ojos puestos en la pared de enfrente.
—Estará bien, Caleb—la señora Church me sonríe antes de regresar su mirada a los documentos en sus manos—, el doctor se fue hace unos minutos, dijo que volverá en sí en cualquier momento,
Me acerco a Kathleen con paso lento y me arrodillo junto a ella. Su ceño está ligeramente fruncido, como si estuviera pensando un millón de cosas que no son agradables.
Su cabello rubio cae desordenado por su espalda dando la impresión de que hay una especie de cascada dorada originandose en su cabeza. Mi mirada cae en sus labios carnosos que permanecen formando una línea recta.
Tengo que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para no besarla porque no es el momento adecuado, no frente a sus padres y sobretodo no cuando está en este estado.
Christina entra en la habitación diciendo que mi padre está abajo provocando que los señores Church sonrían ligeramente antes de dejarnos solos.
—¿Qué sucedió?—digo mirando a Christina.
—Papá y mamá tienen amigos en la comisaría—enarco una ceja sin comprender a dónde quiere llegar—, alguien les contó que hallaron a Devon.
—¿Intentó hacerle daño?—mi cuerpo se tensa—, porque si es así, te juro que voy a encontrarlo y a...
—Está muerto, Caleb—mi cabeza se sacude como prueba de que estoy genuinamente confundido—, lo que hallaron fue su cuerpo.
Mis ojos vuelven a clavarse en el rostro de Kathleen.
No entiendo su reacción, pienso que si yo fuera ella, habría sentido un gran alivio de que Devon haya dejado de existir.
Mi móvil emite un pitido indicándome que tengo un nuevo mensaje.
*“Debe ser decepcionante que tu novia siga enamorada del chico que casi la mata.*