Hilos Rojos

Capítulo 30

Miércoles, 2 de mayo del 2018.

—...Y como yo nunca había escuchado una lengua extranjera como es el chino pues le pregunté a mi mamá: ¿Por qué no salen las letritas amarillas?" —Estallé en risas, las hermanas de Nathaniel eran muy graciosas y revoltosas. Las 3 eran muy, pero muy parecidas. Su mamá me había invitado a cenar, en cuanto bajo de hacer sus deberes me hizo platica. Ella trabajaba en un caso de repartición de bienes de una pareja que se estaba divorciando, y me recomendó que conociera muy bien y eligiera con sabiduría con quien querría yo casarme. Su madre había comprado tacos para todos, sin contar su esposo que se había ido a dormir.

—Ay mi niña Yudith, pero así te quiero. ¿Y de donde se conocen? —preguntó, pasó sus dedos por su corto pelo rubio. Nathaniel se hecho comida a la boca, quería que yo respondiera. ¿Acaso debía decir que vimos nuestros hilos rotos y teníamos que conocernos sí o sí? Piensa Sharon, piensa.

—En la preparatoria —si serás, ¡él no va contigo! Nathaniel volteó los ojos y se rió mientras masticaba.

—¿Cómo? ¿Pues que hacías tú en una prepa? —Se dirigió a su hijo. Y ya por fin él termino.

—Este, creo que estábamos aplicando unas encuestas. Y como Sharon respondió a lo tonto porque quería salir  su hora libre, le dije que lo volviera a hacer, se enojo, pero empezamos a hablar —Adelante, déjame quedar mal.

—Sí, me enojé, porque ellos ya se estaban yendo, ¡y yo los busqué para darles mi encuesta contestada correctamente! —Casi me atragantaba con mi taquito de trompo. 

—Ya veo, pues me alegra que no hayas respondido bien la encuesta, porque ustedes se ven muy lindos juntos —Sonreí. Y Nathaniel respondió que eramos sólo amigos. Y respondí lo mismo. Debo admitir que de alguna manera se me hizo feo. En esta situación es en la que justo no quería verme enredada con muchachos. Yo siempre me obligada a tratarlos como amigos. Pero aquí era diferente, él es el que marca los límites. Siento que no tengo el control. Jamás conocí a alguien que no le perteneciera a nadie, que no estuviera atado a nadie. Que complicado. Supongo necesito despegarme un poco, me estoy ilusionando mucho por la falta de culpa. Y no está bien.

—Pues a de ser por ahora, porque se miraban muy acaramelados —dijo... Emm, ¿Lucy? Diablos les voy a a comprar cadenitas con sus nombres.

Recordar el suceso anterior me hizo apenarme mucho. Me limité a tomar agua. Y la mamá le hizo un ojos grandes a sus hijas, a señal de que me habían incomodado. Nathaniel lo notó, y me salvó.

—Ya es tarde, ¿te llevo ya a casa? Me dijiste que tenías tarea —La cual había olvidado por completo.

—Tienes razón. Paso a retirarme, muchas gracias por la cena, estuvo deliciosa.

—Gracias a ti por venir, me relajo mucho platicar contigo.

—A mi igual —Me despedí de todas, y ya él me acompañó a su carro. Miré el cielo, se miraba ya naranja, lo que indicaba que ya era algo tarde. Las 7 p.m. Espero mi madre no me regañé mucho.

Entré al carro Mustang blanco, y en cuanto me senté, sentí unas profundas ganas de dormir. Miré a Nathaniel quien me platicaba sobre una serie de 3 madres que robaban una tienda para resolver sus problemas económicos, y que terminaban metiéndose en varios problemas. Y recliné mi asiento, y sin vergüenza alguna me eche un sueñito camino a casa mientras me platicaba con entusiasmo de aquella serie que espero ver algún día junto a él. Me dormí, con toda la confianza como si el hecho de que tuviera el hilo rojo roto, lo hiciera incapaz de secuestrar una muchacha.

Estaba de suerte, desperté y y vi por la ventana del carro el árbol tan reconocible de mi casa. Me estiré, y lo miré, él estaba en su celular y el carro estaba estacionado. Le pregunté que hace cuanto habíamos llegado y me dijo que hace como 8 minutos, y que mi madre me estaba esperando.

—¿Y que le dijiste? Debo bajarme.

—Tranquila, le dije que mi mamá quería que cenaras con nosotros, y que si te daba oportunidad que quedarte un rato conmigo para platicar —Lo modorra se me quitó —Me sonrió y me dijo que estaba bien. Y para momentos como estos le pase mi número —Dios, que atento, que lindo —. A menos que esa tarea tuya sea muy importante.

—Se la puedo pedir a algún compañero no te preocupes —Le dije aún acostada, él lo estaba igual.

—Quería pedirte disculpas por el comportamiento de mi familia, yo nunca había llevado a alguna novia o amiga a casa.

—Está bien, yo les cree mi propia incomodidad cuando, ya sabes.

Nos quedamos un rato callados. Y el puso la radio. 

« ...tienes la llama que enciende mi alma, y nos hace volar... »

Sonaba relajante, se me grabó esa frase, en otro momento la buscaría. Nathaniel me preguntó si podíamos pasarnos a la parte de atrás. Y yo sin estar consientes de mi expresiones faciales fruncí el ceño con rareza.



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En el texto hay: adolescentes, primer amor, hilos

Editado: 29.09.2019

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