Domingo, 15 de abril del 2018.
Mastique el ultimó brócoli de mi platillo, satisfecha. Sin duda amaba la comida china casera que hacía Hannia, la actual segunda esposa de mi papá. Claro, sin contar a mi madre.
— ¿Te ha gustado?
—Sí padre, delicioso como siempre.
—Sharon, ¿quieres que te de todo el guiso y arroz que queda? —preguntó Hannia desde la cocina.
— ¡Por supuesto! —respondí mientras ayudaba a mi padre a levantar los platos.
Los llevamos al lavabo, y me ofrecí para limpiarlos.
—No, ya es tarde. Y sabes cómo se pone tu madre si llegas después de las 8.
—Okey —pronuncié con un tono de molestia.
Hannia, me dio los recipientes con comida, y yo los guarde en mi mochila negra. Me despedí y salí de su departamento.
Amaba todo lo que hacía Hannia, es mi madrastra, aunque siempre prefiero referirme a ella como "La esposa de papá". Madrastra me suena a la de Cenicienta. Y ella es dulce y linda, pero para mí mala suerte, tampoco está al extremo del hilo rojo de mi padre. Y es una lástima, porque ella si me agradaba.
No le he dicho a mi padre nada sobre los hilos rojos desde aquella vez que me grito diciéndome que no eran reales. El jamás lo había hecho, y es fue la primera y última vez.
Después de cuando niña que me di cuenta de que podía ver los hilos rojos, les dije a mis padres que el hilo de ambos no estaba unido, justo después de una pelea, cuando la tensión aún se sentía en el aire, y cuando su relación estaba al borde del abismo. Una semana después de aquel grito, ambos me dijeron con sutileza que ya no se amaban. A mis 5 años, ya lo veía venir, así que no lloré, ya lo había hecho.
Saqué las llaves de mi mochila y las introduje en la cerradura. Abrí la puerta.
— ¡Mamá, ya llegué!
No recibí respuesta. Seguro estaría en el supermercado, saliendo con sus amigas, o tal vez conociendo a su amor verdadero. Caminé a la nevera, y me serví agua. Y empecé a escuchar como entraban notificaciones a mi celular. Era mi amiga, por la cantidad de veces que sonó, seguro se trataba de un amante nuevo.
Mientras tomaba agua, miré mi celular, y sí, hablaba de un chico. Cada día se enamorada de alguien nuevo, y a pesar de saber que yo podía ver los hilos rojos, siempre me rogaba que yo no le dijera nada, a menos claro que ya ella preguntase "¿Es él?".
Miré las fotos del chico, no era para nada mi gusto, pero si a ella le gustaba estaba bien.
— ¿Y ya le hablaste? —Le escribí a mi amiga Rose.
—Aún no, pero es hermoso ¿no?
—Meh.
Me serví un poco más de agua, fui a la nevera y agarré una cucharada de nutella. Pasé al lado del cuarto de mi hermano, y estaba en silencio, quizás está dormido. Asdrubal, duerme muy temprano, a comparación de mí. Y lo sé, es un poco bastante raro el nombre de mi hermano, pero aún más raro que yo jamás les preguntará el origen de éste a mis padres. Siempre olvido preguntarles.
A pesar de que estaba la puerta de su cuarto cerrada, se podía ver traspasar su hilo rojo. Y yo ya sabía que sí lo seguía, llegaría a la casa Rose, y finalizaría en su dedo. Sí, el amor de su vida es mi mejor amiga. Y es raro, porque muy apenas se hablan. Asdrubal jamás me ha mencionado lo hermosa que es, y viceversa. Y yo sólo me preguntó, ¿cómo es que surgirá?