En los ancestrales relatos de tiempos primigenios, se nos relata la existencia de las Funtis, encarnaciones repletas de Aetherium, que adoptaban la forma de luminosas esferas, con diversos matices en su inmutable corporeidad. Investidas de libre albedrío, pensamiento propio y discurso elocuente, gobernaban el Aetherium como auténticas maestras de la Armonië misma. Su sacro deber consistía en poblar Aetheris mediante la creación de diferentes razas, semejantes a los Anthromen en su capacidad de reflexión y vida comunitaria. Asimismo, se alzaron como guías para toda criatura ansiosa de su consejo.
De su seno surgieron nobles criaturas: los grifos, que surcaron majestuosamente los cielos de las cumbres más elevadas, y los goblins, quienes hallaron en los bosques su pronta morada, construyendo madrigueras desordenadas pero pulcras en su simplicidad.
Los Anthorym reverenciaban profundamente a las Funtis, buscando siempre entablar contacto con estas supremas entidades. En tales encuentros, surgían diálogos trascendentales que enriquecían a ambas partes. Sin embargo, los Anthromen, a diferencia de sus parientes los Anthorym, aún no habían tenido el privilegio de conocer a las Funtis ni de cruzar sus caminos con ellas.
Las Funtis anhelaban que los Anthromen, siguiendo el ejemplo de los Anthorym, adquiriesen conocimiento de los conceptos primordiales como el Aetherium y los diversos estados de la Armonië y la Harmoníthya, los cuales habían sido gestados por Aetherion. No obstante, deseaban que este proceso se desenvolviera gradualmente, sin interferir directamente en el desarrollo de la raza de los hombres. Creían que, con la manifestación de Aerion como el despertador de la Armonië, él se elevaría como el líder y guía de todos los Anthromen.
No obstante, Aerion nunca llegó siquiera a compartir un solo concepto con ellos. Se sintió abrumado por la atención y, en compañía de su esposa, se retiró, dando origen a los Anthorym y dejando a los Anthromen sumidos en la ignorancia.
Continuaron su travesía a lo largo y ancho de Aetheris, ya fuera surcando sus mares o explorando sus cuatro continentes, insuflando vida a criaturas de una belleza y asombro inigualables. Si nos vemos forzados a enumerarlas todas, este pasaje se extendería sobremanera, aunque no por ello carecería de su inagotable interés. Las Funtis eran incontables, rodeaban aquel mundo, y con un propósito puramente en armonía con la voluntad de Aetherion, continuaban nutriendo su esplendor con criaturas y razas que no cesaban de maravillar. No se sometían a jerarquía alguna, únicamente perseveraban en la misión de enriquecer a Aetheris con más de sus prodigiosas creaciones.