Historias de Bolsillo

La paradoja del espacio oscilante (Único)

Si es posible viajar en el tiempo, ¿Dónde están los turistas del futuro?

Stephen Hawkins.

 

La verdad, es que a veces siento que mi entorno no conjuga con lo que observo, y, me parece que nadie es lo suficientemente despierto (o al menos eso creo) como para darse cuenta de la situación, o tal vez, quizás, exista la pequeñísima posibilidad, que alguien, ya se haya dado cuenta.

—. ¡ALBERTO! —Sentí que me gritaron, instintivamente volteé a observar y justo allá en una mesa de un café al aire libre se encontraba Phineas, él levantó la mano para saludarme, me acerco a él y lo saludo—.

—. Phineas, ¿Cómo has estado? —Phineas se levantó del asiento a recibirme y me realizó un ademán para que me sentara con él, sin pensarlo acepté y me senté—. Phineas, cuéntamelo todo. —Añadió en un tono alegre, por mi parte respondí secamente—.

—. Pues, ya me ves, sigo en el mismo trabajo, la situación no mejora, entre otras cosas. —Mi tono de voz pasó a alegre, y tomé un sorbito de café—. pero cuéntame, ¿Cómo has estado tú? —Me miró diferente, sentí como sí la pregunta me fulminó, solo respondí—.

—. La verdad, no me siento del todo bien para responder esa pregunta, lo que te puedo decir es que... me han estado sucediendo cosas. Fíjate, hace dos días me trasladaba a mi casa, y algo curioso pasó. —Mi amigo arqueó la ceja izquierda y le conté—.

 

Salí de mi trabajo, tú sabes en Jamaica Hill, me trasladaba hasta la parada de buses en el ciento sesenta y seis y la veinte cinco de Hillside Avenue, pasé un buen rato allí y la parada del bus se fue llenado de a poco, una señora me sacó conversación, como es habitual y para no ser descortés seguí su conversación.

—. ¡Hola! Sí, Disculpe, ¿Desde hace mucho que no pasa el bus? —Miré la calle en dirección de donde se supone debe aparecer el bus y después miré mi reloj y respondí—.

—. Si, bueno... llevo más de una hora aquí. —La señora miró al lado contrario—.

—. Bien extraño, no te había visto en esta parada. —Arqueé una ceja y respondí—.

—. Siempre salgo temprano, y a veces no encuentro a nadie, supongo yo que eso es normal. —La señora me quedó viendo y me indica—.

—. Es muy extraño que el bus no haya pasado. —Pasaron largos minutos y la parada ya estaba quedando sola, al final quedamos unos pocos, no sé, cómo cinco o seis personas, tal vez—.

 

Ya me estaba cansando, por el simple motivo que ya me estaba atacando el hambre y eran las siete de la noche, el estómago me tronaba, miré al frente y allí estaba el Pop Eyes Kitchen y me fui hasta ese lugar, pedí el número tres, que eran quince piezas de pollo por tan solo catorce dólares con noventa y nueve centavos, al cabo de unos cuantos minutos me lo sirvieron, lo pedí para llevar, al salir miré la parada del bus y todos se habían ido, me frustré porque ahora debía coger un taxi. Eché un vistazo a mi reloj y daban las siete y tres minutos, aunque, en el Pop Eyes Kitchen el cocinero se tardó mucho más tiempo, pero en mi reloj solo marcaron tres minutos, entonces pensé, “Bueno, esto ya debe estar descompuesto”, le di unos cuantos golpecitos al vidrio del reloj con las yemas de mis dedos y el tic tac era muy claro, no observé que se haya aflojado las manecillas o algo por el estilo. Caminé hacia el Nnaman Supermarket y me sentí extraño, me detuve por un momento y lo que vi en la parada me asustó tanto que solté la comida. Es decir, me vi a mí mismo hablando con la señora, me froté los ojos y al cabo de unos segundos aquello solo desapareció, di dos pasos hacia atrás y de nuevo me estrujé los ojos ya que quería cerciorarme de lo que había observado, eché otro vistazo de nuevo al reloj y marcaba las siete en punto, me asombré ya que hace algunos minutos marcaba las siete y tres, no lo podía creer, no sabía que estaba sucediendo, me dirigí de nuevo a la parada y giré mi vista hacia el Pop Eyes Kitchen y me vi a mí mismo entrando de nuevo por la puerta del restaurante, me alejé lo más rápido de allí, mi instinto me decía que me fuera lo más pronto de ese lugar, así que hice lo propio, tomé un taxi y me fui del lugar.

 

Al día siguiente, cuando iba en el bus desde Forest Hill hasta Jamaica Hill me quedé pensando sobre lo que había sucedido el día anterior, y algo curioso ocurrió, algo así como un flash back me llegó, había visto a una mujer, pero lo más extraño es que me parecía haberla visto en algún lugar, esa mujer, se subió en la parada de la setenta y ocho de Queens Boulevard, ella se sentó en los primeros puestos del bus, su rostro era ovalado con un ligero color acanelado con pecas en su nariz y cachetes, con el color de cabello a lo que logré distinguir plateado, de una edad más o menos de treinta y cinco años, de cuerpo atlético, llevaba polera y un vaquero azul con zapatos deportivos blancos y un libro, al sentarse, algo instintivamente me forzó a levantarme y dirigirme hasta el asiento de la chica y sacarle conversación.

—. ¡Hola! Disculpa, ¿Me puedo sentar? —La chica me miró y luego asintió y se movió al puesto de la ventanilla, me senté y ella me quedó viendo con mirada desconcertada, como si me conociera de algún lado, la verdad eso no me incomodó, ella volteó y prosiguió con su lectura, miré su libro y era un libro de Martin Amis y le pregunté mirando el título de su libro—.

—. La flecha del tiempo, debe ser buen libro. —Ella giró el libro para mostrar la portada y me dijo en un acento extranjero—.



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En el texto hay: aventura, aventura relatos muy cortos

Editado: 25.02.2024

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