LUCIDEZ

Había olvidado mi grabadora en el coche ¡maldición!, me regrese corriendo al estacionamiento, debía recorrer de nuevo la gran sala de espera, corrí lo más rápido o llegaría tarde, miraba el reloj cuando me impacte con un médico, mis hojas y libros salieron volando.

-¡Maldición! –dije agachándome e intentando levantar todo lo que se me había caído

-¿Estas bien? –dijo el médico buscando algo con la mirada

-Sí, perdón, que torpe soy, no vi que venía –dije acomodándome mis lentes y volviendo a recoger mis hojas

-Permíteme ayudarte

Alce la mirada, unos hermosos ojos verde azabache me miraban detenidamente, llevaba ya varias semanas aquí y no le había visto, ¿sería nuevo? No le tome importancia, el me miraba y yo seguía moviendo las manos recogiendo mis cosas, ya era tarde. Su mirada me incomodo un poco, le sonreí y decidí parar esa escena incomoda.

-Gracias pero ya termine y creo que esto es suyo –le di el celular, abrace las hojas contra mi pecho y caminé rápidamente hacia la salida del hospital, aun sentía su mirada. Me sonroje, la mayoría de los médicos de consulta externa son de edad avanzada y el más joven quizá tendría cuarenta años. Pero seguía impactada, esos ojos verde azabache eran hermosos, además él tipo estaba guapo, barba de candado, cabello corto y negro, su piel blanca lo hacía verse como todo un ángel, sonreí un ángel, estaba loca.

Llegue al auto, mire el reloj, ya eran cinco minutos después de la hora, busque rápidamente la grabadora, era ese momento en que me lamentaba por no traer mi auto recogido, por fin la encontré y corrí de nuevo, tome un pasillo secreto por donde pasaban los paramédicos para las emergencias, tres minutos después estaba en el umbral de la recamara de me jefe.

-Hola Alexis, ¿cómo estás? –dije desde la puerta de la habitación, mire de nuevo el reloj, ocho minutos tarde

-Nurit, mi adorada Nurit, ¿por qué no habías venido?

Suspiré, una vez más había olvidado mi presencia.

-He tenido algo de trabajo

-Entiendo

Mi feje miraba por la ventana de la habitación, abrazaba una pequeña libreta, yo sabía muy bien que esa libreta valía oro, era el diario de su amada. A veces me compadecía de él, hasta donde yo sabía él no tenía familia. Había criado al hijo de la mujer que aún amaba pero éste hace tiempo se había alejado de él.

Me acerque al anciano. Sus ojos color miel brillaban más que de costumbre, las canas y unos hermosos chinos cubrían su cabeza, su piel es blanca, es lo bastante alto 1.80 m aproximadamente. A pesar de su edad avanzada no se le ve corbo, su postura es recta.

-¿Seguro que estas bien?

-Por supuesto, quisiera salir a tomar un poco el sol, el día es maravilloso ¿me acompañas?

-Claro

-Hoy quiero contarte el día que me enamoré por primera y única vez

-Eso no me lo puedo perder –tome mi grabadora y acomode mis hojas blancas junto a mi bolso, él ya me esperaba en la puerta de la habitación

-Antes de qué te hable de mí, cuéntame ¿Te has enamorado alguna vez?

-Sí, una vez hace algunos años, aún era muy joven quizá ni siquiera fue enamoramiento de verdad.

-Era más grande que tu ¿cierto?

-Sí, lo era –sonreí y agache la mirada tratando de sacar de mis pensamientos esos maravillosos días en brazos de Rafael

-No fue enamoramiento de él, de ti estoy casi seguro que sí, verás… cuando uno se enamora hace por la otra persona muchas cosas que nunca lo hubiera pensado, busca su bienestar aunque eso signifique pisotear nuestra propia dignidad. Yo por ejemplo, solo me enamore una vez, muchas mujeres pasaron por mi cama pero solo una fue la que me robo el alma, por la que llore, a la que le rogué, me enamore de su alma no solo de su cuerpo –suspiro

-¿Fuiste correspondido?

-¡Jamás!

-¿Jamás? –dije sorprendida

-Jamás, verás yo… me enamore de una prostituta

-Ya veo

-Me convertí en su amigo, en su confidente, fui un cliente más en su cama, quizá el que mejor pagaba, pero eso no me importaba, el dinero nunca ha sido problema para mí, me enamore de ella, desde el momento en que entre al burdel y la vi detrás del mostrador.