Historias de Terror

31 Octubre

Parte 1

Sabés, he pensado en qué debería contarte mi historia.

Estába terminando unos trabajos para la próxima semana, me habían invitado a una fiesta... No tenía planeado ir, me había excusado con el trabajo que tenía.

Eran cerca de las diez de la noche cuando terminé, me senté en la sala y prendí la televisión, estaba una película de terror, había maratón de películas de terror, dejé la película.

Llamaron a la puerta, fuí y vi a un par de niños disfrazados, sonreí y les di dulces. Los vi irse y cerré la puerta.

— Con que eres la hija de Alastor... — me quedé helada, ví una persona en medio de mi sala. — Bueno tú padre quiere verte.

— Yo... — no articule palabras alguna, el miedo me invadió.

Me tomó de la cintura como un costal de papas y todo se volvió oscuro y borroso.

— Señor... — volvió a hablar.

— Excelente trabajo, puedes irte. — Dijo una voz en el fondo, seguía aturdida.

— Ana, hija mía. — Me abrazó.

Seguía conmocionada, mis ojos se adaptaban a la poca luz.

— Te pareces a tu madre. — me besó la frente.

— ¿Quién eres? — dije.

— Tú padre, sé que haz vivido entre humanos esté tiempo y tu madre nunca te habló de mí, pero siempre cuidé de ti, en las sombras.

Lo escanee, era alto, su piel blanca que parecía muerto y un cabello negro, sus ojos café, vestía de negro y llevaba una especie de capa color vino.

— Sí, mira estas loco. Mi papá es Samuel y tu amigo ése, dile que se bañe porque huele a muerto y azufre.

Se rió. — Hija, me haz visto un par de veces en la noche, cuando cuidaba de ti, había veces que enviaba a unos demonios a cuidarte... 

— ¿Cómo? No sé de qué manicomio de sacaron pero no existen los demonios ni fantasmas ni nada de eso.

Si bien, de niña siempre ví sombras que me seguían día y noche, razón por la cual nos cambiabamos de cada casa cierto tiempo aunado a la paranoia de mí mamá con los demonios.

— Tú mamá, te alejó de mí al saber que yo era un demonio. Te podrás ir, solo responde una pregunta. — me tomó del hombro.

— ¿Cuál? — mi curiosidad me terminaría matando.

— ¿Alguna vez te sentiste diferente? 

— Toda mi vida, mis 21 años... — respondí con pesar, era verdad. Siempre me sentí rara, había veces que una sed de sangre y odio me invadía, pero siempre reprimía ese lado.

Lo ví sonreír — Eres un demonio, mi niña. — me volvió a abrazar, él estába feliz yo aturdida, comisionada, espantada y quería salir huyendo de ahí.

— De verdad que no sé de dónde saliste, pero debo irme... Prometiste una pregunta y me iría, ése era el trato

— Sí, ése era el trato. — Tronó los dedos y aparecí en la sala de mí casa. La película había terminado y vi la hora, 12:33 am. Apagué la televisión y me fui a dormir.

Desperté y me preparaba para ir a la universidad, eran las 7:16 am cuando me senté a desayunar, y ví una carta.

“Querida hija, sé que he estado ausente estos 20 años de tu vida, nunca te dejé de cuidar ni de ver por tu seguridad. 

Sé que es difícil qué me entiendas ahora, se qué no me creerás pero cuando estés lista para venir a mi mundo, al mundo dónde perteneces estarás feliz y cómoda.

Feliz cumpleaños número 21.

Te ama, tú padre Alastor.

31 octubre”

Escupí el desayuno.

Mi cumpleaños ya había pasado, había sido el 25 de octubre no el 31 de octubre.

Salí de mi casa, la semana transcurrido normal, pero aún así no me había quedado convencida del todo, no había sido un sueño, fue real.

En busca de respuestas fuí a ver a mi madre a qué me explicará lo sucedido, me dijo que era productos de mí imaginación.

No le creí, termino el semestre con normalidad.

El año transcurrió normal, seguía viendo sombras, eran más frecuentes, ahora estaban en mi recámara, en la puerta, en la ventana y a los pies de mí cama.

La curiosidad por saber que eran era cada vez mayor, quedaría loca a esté pasó si no tenía respuestas.

Eso y más preguntas qué respuestas, me llevaron a la ouija.

Mis compañeras de piso habían decidido jugar la ouija, yo en mi desesperación acepté, era un 31 de octubre, exactamente un año después del encuentro con Alastor.

Eran las 12: 45 am cuando empezamos.

— ¿Hay alguien aquí? — preguntó una.

Si, fue lo que respondió el tablero.

— Quiero hablar con Alastor — me les había adelantado 




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