Historias de terror

El joven viajero (II)

─Creo que por esta noche Nuram preferiría irse a dormir ─intervino José, antes de que el joven viajero respondiera─. ¿No es así, Nuram?

─Sí ─respondió Nuram─. Si me cedéis un rincón donde dormir, me consideraré afortunado.

 José le sonrió. Una sonrisa harto significativa dedicada sólo al invitado.

─Hay una habitación libre junto a la mía ─dijo, poniéndose de pie e invitando a Nuram a hacer lo mismo─. Sé que será de tu agrado.

─Desde luego que sí ─respondió Nuram, que lo siguió tras despedirse muy afablemente de las dos hermanas.

Éstas vieron a los dos jóvenes salir como pasmadas. José salió agitando las caderas más de lo normal, y a ninguna se le escapó la mirada maliciosa que Nuram les lanzó mientras seguía a su hermano. En un primer momento sintieron repulsión, y un escalofrío estremeció sus cuerpos. Pero después sintieron celos, e interiormente decidieron que vigilarían esa noche las habitaciones de los dos muchachos.

José acompañó a Nuram hasta su habitación. Estaba muy nervioso, excitado, y también tenía miedo. En su interior se libraba una batalla entre lo que siempre había creído ser y aquél nuevo yo que pugnaba por salir, y que la presencia del misterioso y atractivo Nuram había sublevado. Le enseñó la habitación, la cómoda, la mesa y sus sillas y el armario, sin saber bien por qué, cuando era más que obvio que al visitante sólo le interesaba la cama, para dormir y para…

─Imagino que estarás cansado ─dijo, reprimiendo las ideas pecaminosas que venían a su mente─. Será mejor que duermas un poco, si quieres proseguir tu viaje mañana.

─Desde luego ─dijo Nuram, sentándose en el borde de la cama. Con la palma abierta acarició una parte del colchón y durante un momento José deseó que aquella mano lo acariciara a él─. Dormir es una excelente idea. Aunque…

─Buenas noches ─cortó José, que de alguna forma sabía lo que Nuram iba a decir. Salió de la habitación a toda prisa, antes de que ese nuevo yo tomara el mando de la situación. Tras él percibió una sonrisa maliciosa y unos ojos chispeantes y divertidos, pero no volvió el rostro. Fue a su habitación entre turbado, frustrado y enojado consigo mismo por ser tan cobarde. Nuram lo iba a invitar a que se quedara con él, pero le había entrado miedo. Al final, tras echarse en la cama, supo que había obrado con buen juicio, aquella nueva faceta suya era demasiado repentina, debía pensar en ello.

*****

Jessie y Mishell, tras abandonar la cocina, habían fingido ir a sus respectivos dormitorios, pero antes de entrar dieron media vuelta y fueron a vigilar el pasillo en el que quedaban las habitaciones contiguas de Nuram y José. Cada una había ocupado un extremo del pasillo, invisibles la una de la otra.

Cuando vieron salir a José, apresurado, y tan solo cinco minutos después de haber entrado, ambas suspiraron al unísono, aliviadas. En cinco minutos era imposible que sucediera nada, sin duda Nuram lo había rechazado. Bien por el imbécil de su hermano, tan machito que parecía y resultaba ser todo lo contrario.

La más rápida en decidirse fue Mishell, la veinteañera. Salió de su escondite a toda prisa, y se plantó frente a la puerta del cuarto de Nuram. Jessie maldijo para sus adentros a la vez que rechinaba los dientes con rabia. La muy bastarda le había ganado por la mano.

Mishell se alisó la falda, mientras, dubitativa pensaba en la mejor manera de proceder. ¿Llamaba con educación o entraba sin preámbulos? Lo que era cierto es que deseaba a aquel hombre y, ella estaba segura, él también estaba prendado de ella. De manera que cogió valor y entró sin llamar.

Nuram estaba sentado en el borde de la cama, en una postura despreocupada, casi como si la estuviese esperando. Y así era en efecto. No relataré lo que sucedió en la hora siguiente. Sólo diré que hubo besos, abrazos, caricias, gemidos, copulación y no pocos orgasmos, sangre inclusive, porque la veinteañera era virgen. Cuando Mishell abandonó la habitación, aunque dolorida y con el cabello revuelto, era la mujer más feliz del mundo, y sabía con certeza que sería capaz de cualquier cosa por ese hombre. ¡Cualquier cosa!

Los celos carcomían por dentro a Jessie, que agazapada en una esquina del pasillo había permanecido todo el rato escuchando. Sentía rabia porque la impúdica de su hermana se le hubiese entregado así a aquel desconocido. También se sentía frustrada por no haber tenido el valor de ir ella primero. Y se sentía decepcionada porque las palabras y gestos de Nuram habían dejado entrever que quien le gustaba era ella. ¡Eso era! Nuram era hombre, y ningún hombre que se precie rechazaría a una mujer hermosa como lo era su hermana. La había tomado, sí, pero seguro que a quien quería era a ella. Eso era. Aún había una posibilidad. Así que esperó que Mishell desapareciera por el pasillo y caminó decidida hasta la habitación del joven viajero.

Por supuesto, Nuram tampoco la rechazó a ella. Le dijo que la amaba mientras le hacía el amor, y que con gusto se quedaba con ella para toda la vida. Era todo lo que Jessie anhelaba oír. Y se decidió a actuar. Lo quería para ella sola, pero mientras Mishell y José permanecieran en la casa, el riesgo de que le coquetearan y se lo quitaran era muy grande.

Bajó a la cocina, haciendo de pies puntillas, su mente trabajando muy rápido sobre cómo deshacerse de sus molestos hermanos. El cuchillo que utilizaba para cortar la carne, ¡sí!, ese siempre tenía filo y los atravesaría de parte a parte. Los mataría y Nuram sería sólo para ella.




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