Tina no puede creer que se haya quedado dormida, con semejante alboroto que hay fuera de la habitación.
Pero valió la pena. Fue un descanso reparador y hasta tuvo tiempo de soñar. Con su abuelita Valentina. Ella se llama Tina, porque es el diminutivo del nombre de su abuela. Puesto en su honor. Cada una es engreída de la otra.
La puerta comenzó a ser golpeada y a la vez, oye el choque de los coches, en la calle. Los golpes son incesantes, pero no se ve a nadie, a través de la lunilla del lado derecho.
Oye el tintineo de unas llaves y luego la puerta se abre. Es una enfermera. Tenía los ojos salidos de órbita.
_ ¿Qué está ocurriendo afuera? –preguntó Tina.
La enfermera dio un salto, al parecer estaba tan distraída, que no se percató de su presencia.
_ Niña –dijo en medio de un suspiro–. Me asustaste.
_ ¿Qué sucede? ¿Por qué tanto desbarajuste?
_ Es el castigo. El castigo divino. Llegó nuestro fin. El Señor está molesto…
A pesar de su corta vista, Tina pudo achinar los ojos y ver el gafete de la enfermera: Linda Mava P., era la leyenda que se leía. Su nombre.
_ Linda, por favor, dime ¿Qué suced…? –la voz se le congeló. El brazo derecho de Linda chorreaba en sangre.
_ ¿Esas cosas te lastimaron? –preguntó con miedo.
_ ¿A qué te refieres?
_ Esto es obvio. Es como en todas las películas, novelas, historietas… El virus desconocido… Gente violenta… devoradores de carne… Son muertos andantes/vivientes, caminantes, como quieras llamarlos: Son zombis –chilló, algo descontrolada, luego agregó–. Tú puedes ser la cura, de ti podemos obtener un antídoto. Fuiste nuestro primer caso y sigues bien.
La puerta volvió a ser golpeada y esta vez no había ningún seguro que las protegiera y dejara al tercero fuera. Cerraron todas las puertas, como protocolo de seguridad, ya que todos los internados podían mutar el virus y transformarse en uno de ello.
Eso ocurrió mientras Tina dormía. Ahora ella estaba más despierta y se preocupó por sus padres, que por su vida misma.
Detrás del tercero llegó el uno más. Y luego dos. Primero se abalanzaron sobre la enfermera, que creía firmemente que Tina podría ser la salvación, lo más probable es que haya convivido con el virus por varios días y sin presentar síntomas.
En parte, la enfermera estaba feliz de ser la primera en morir, así no vería morir a esa delicada joven y le daría tiempo de escapar. Todo saldría bien, la cura saldría de ella o al menos, se aferraba a esa idea y fue así, hasta que dio el suspiro final.
Tina se levantó, se desconectó algunos aparatos que la monitoreaban y de alguno de ellos su piel sangró. Corrió y se escondió en el baño.