Historias de Terror (zombies)

RELATO N°14: RECUERDOS

_ Perfecto, tenemos más guarniciones. ¡Rápido! Gabriel, Miguel recojan todo lo que sirva aún.

     Linda le puso los nombres de dos arcángeles. Porque nosotros somos los mandados de Dios, según ella debemos salvar al mundo, pero para eso debemos castigarlos. Que aprendan a sufrir, que sepan del dolor y que aprecien su estabilidad.

     Ella se toma en serio el papel de salvadora, por eso no quiere que la llamen más por su nombre, inocente y tierno. Tan lindo como ella.

     Pero no podemos quejarnos, no nos lastima. Solo a veces, cuando se enfada de verdad. No puedo creer que días antes tuve que salvarla. Y ahora ella se encarga de mí. De nosotros y de la humanidad.

     A pesar de haberle salvado la vida, todavía no está dispuesta a ponerme mi nombre de arcángel, eso me hace sentir mal. Pero ya llegará la ocasión en que me lo merezca.

     Es increíble que, a pesar de sus mordidas, no se haya infectado. En todos los cómics que he leído, en mi corta vida, he aprendido que los que no se contagian, a pesar de haber sido mordidos o expuestos altamente, es porque son inmunes y pueden ser la cura.

     Vaya, no puedo creer el léxico que tengo, pero no soy yo. Yo soy un tonto y solo repito lo que leo. Tengo muy buena memoria. No es cierto lo que dicen de los tipos como yo.

     Pero a veces no quisiera recordar. Como, por ejemplo, el día en que mi hermanito se fue. Me dejó a cargo de Linda, digo, de la Salvadora (me puede regañar si se me escapa llamarla por su nombre, así que debo practicar, incluso cuando pienso). Y mi hermanito tenía la escopeta, él es muy bueno con las escopetas, pero no sé qué ocurrió ese día exactamente.

 

     Duncal había llegado a la camioneta. Abrió la puerta trasera y con cuidado metió a la enfermera. Se tomó el tiempo de arreglarle el cabello. “Es tan linda, –pensó–, en serio le hace honor a su nombre”. Cuando estaba sentado frente al timón escuchó un disparo. Evitó mirar hacia el hospital y en cambio, miró el asiento del copiloto. Su hermano no estaba allí. No se sentía seguro. ¿Podría hacerlo?

     Giró el rostro porque la intriga se lo obligó. Observó la amplia puerta de salida. Pero su hermano no aparecía.

_ ¡Mierda, mierda! –chilló Kenny. Había cometido otro error. Dos en un día, que desencadenarían su irreparable muerte. Recordó que los cartuchos los tenía su hermano mayor.

     Mientras, en la camioneta, Duncal se sobaba los bolsillos y sentía los cartuchos. Le hacía sentirse, por eso se los pidió a su hermano una noche, cuando estuvieron a punto de ser devorados por uno de aquellos.

     Del hospital salió un hombre maltrecho, algo golpeado y cojeando. Detrás de él, dos figuras blancas más. Duncal razonó y reaccionó recién: Él tenía los cartuchos, su hermano estaba en peligro. Procedente a esto recordó las palabras de su hermano: “Si los primeros en salir son ellos, márchate”.

     Lágrimas brotaron y Duncal empezó a golpear su cabeza contra el timón. Una. Dos. Tres veces. El dolor no era nada comparado con la pérdida de su hermano.

     Ha visto morir a dos personas el día de hoy. No ha podido salvar a ninguna de ellas. Una última vida dependía de él: La de Linda. ¿Y la suya? No importaba.

     Haría de todo para salvarla. Ya perdió a alguien especial y aunque no la conoce, procuraría que eso no vuelva a suceder. Quizá algún día se lo agradezca, siendo su esposa y teniendo muchos hijos. Será su guardián y fiel servidor.

     Aunque no se lo dijo, Duncal sabía que su hermano hubiera querido que todo lo que esté en el vehículo se lo quede. Sobre todo, la camioneta. Sería su único seguro de supervivencia. O al menos, así se lo quiso imaginar por última vez.

     Con sus ojos pequeños y mostrándole sus dientes parejos. “Espero lo cuides”, le diría a Linda, si las cosas hubieran sido distintas y si ella hubiera estado despierta. “Y tú, hazle caso en todo lo que ella te diga, pero jamás le dejes las llaves del carro”, le diría a él.



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En el texto hay: historias cortas, terror, suspence

Editado: 28.08.2020

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