El Lago

Fragancia de castañas, arboles de color naranja, marrón y verde; ambiente ligero. La cansada mirada se metamorfoseo por una de vivacidad, pero irreal. 

Recuerdos fue lo que vinieron a su mente, amoríos con sus alumnos de juventud pasada; pero uno fue de personalidad y sexualidad vigorosa, inteligencia sobresaliente con un gran don de palabra que hizo que cayera en obsesión. Aquel joven le dio las cosas que muchos quieren, las cosas que la gente creía que le faltaban.

Con el pasar del tiempo, el alba en donde ella entró se volvió escabroso y obscuro, su obsesión era como las llamas de un incendio forestal, sin tolerar ningún rostro se acercase a su amado. Él se dio cuenta y aun así la quería, besos y noches de sexo taparon los ojos azules de la verdadera enfermedad posesiva.

Copas en manos, borrachera a tope, con sonrisas en rostro que reflejaban su noche ideal alado del lago. Ella tomó un velo y una corona de flores, se los colocó para fingir ser una esposa ejemplar. Joven ingenuo que se dejó llevar por culpa del alcohol en su corazón, tomó la delgada mano y soltó un beso que lo compromete. La felicidad hizo soltar una afilada daga que fue directo al pecho, atravesó el corazón, en instantes se ahogó en vino tinto. Dos, tres, diez, veinte estocadas bastaron para sellar los cristales del joven, y así, pactar una promesa de eternidad. Ella lo escondió en el lago, y dejó el tiempo pasar. Eso ocurrió hace 30 años...

Volviendo a la realidad cuando dieron las 4:30 am, con el mismo velo y la corona de flores puestos, la mujer fue hasta el lago, el cual se hallaba cerca de su casa. A paso lento, sumergió su cuerpo de ninfa y rostro de porcelana. En el fondo, vio el rostro del chico, se miraron y él la tomó por la cintura y ella por el cuello y se abrazaron por toda la eternidad.